Treinta y uno

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—¡A despertar, gusano! —gritó la agente zarandeando a Nomax con fuerza—. ¡Se acabó la siesta, tenemos que trabajar!

El asistente despertó de golpe, mirando a Lilith con turbación.

—¿Qué sucede? —inquirió asustado—. ¿Qué hora es?

—Como las dos de la mañana. —respondió ella.

—Oh no.... —farfulló pasándose las manos por el rostro—. Por favor, díganme que no hicieron nada malo, se los ruego...

—Tranquilo, no pasó nada... —expresó Tom con suavidad—. Como soy el más centrado, me encargué de que Lilith no hiciera ninguna locura en tu ausencia...

—Me cuesta mucho creer que usted tenga ese poder, señor Hiddleston... —soltó el preocupado chico—. Está bien, solo prométanme que no le dirán al director que me volví a dormir...

—A diferencia de ti, no somos unos bastardos soplones. —dijo Lilith caminando hasta su armería personal para tomar un par de pistolas—. Levántate, hemos descubierto nueva información relevante y tenemos que buscar a un sujeto. —ordenó ajustando los cargadores—. Como Dabrowski no nos sirvió, tuvimos que retroceder un poco...

—¿Quién es el sospechoso? —preguntó Nomax.

"El jodido NK", pensó la agente de manera rauda.

—Yuri Smirnov. —respondió guardando las armas en el bolso de Tom—. Lo vimos en las grabaciones del banco, pero como preferimos al pez gordo en lugar de él, lo pasamos por alto...

Nomax asintió algo confundido.

—Está bien, vamos, pero...

—Ah, no digas nada... —Lilith lo interrumpió mientras tomaba una hoja de papel y se la extendía—. Orden de cateo.

El asistente la observó con una sonrisa.

—Ha aprendido de protocolos, según veo... —espetó el muchacho.

—Lo que sea necesario para complacer a la puta junta y a Haspel... —expresó ella tomando la manija de la puerta para salir—. Ahora vámonos, porque...

La agente detuvo sus palabras al encontrarse con la figura de Harrison impidiendo su salida.

—¿A dónde crees que vas, Kemp? —inquirió mirándola directo.

—A resolver un caso, no como tú, que te pagan por mirar cómo otros trabajan de verdad. —espetó la mujer cruzándose de brazos.

—Yo también soy agente, sabes que estoy trabajando en el caso de la viuda de Murphy y...

—¿Lo resolviste? —interrumpió ella.

El hombre se limitó a observarla en silencio.

—¿Ya ves? Eres tan incompetente, que no puedes resolver una cuestión que resulta ser...

—Lilith. —la llamó Tom—. Tenemos trabajo que hacer.

Ella se giró hacia él, para observar cómo le devolvía una mirada reprobatoria.

"Dejarlo en ridículo no vale la pena en esta ocasión", la agente leyó en su gesto.

—Tienes razón, Thomas, ¡andando, subordinados! —exclamó Lilith moviendo con brusquedad al hombre que obstaculizaba la puerta—. Y Harrison, considérate como el tipo que va a la fiesta y hace a todos preguntarse, "¿quién demonios pensó que invitar a este imbécil sería divertido?"

La Orden DoceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora