—¡Lilith! —se oyó vociferar con efusión.
La mujer alzó la mirada hacia la puerta del cuarto, encontrándose con un angustiado Tom, que la observaba con la mirada entristecida.
El agente Harrison lo traía esposado, mientras lo empujaba dentro de la habitación con violencia.
—Suéltalo, Harrison. —ordenó ella incorporándose en la camilla con dificultad.
—No. —dijo él—. Este sujeto robó cincuenta mil dólares de la Reserva Federal y fue tu cómplice en todas las locuras que hiciste.
—¿De dónde sacas eso?, ¿no has escuchado la versión oficial? —preguntó Lilith frunciendo el ceño—. Lo secuestré... y te cuento que robó el dinero mientras yo apuntaba un arma contra su cabeza... —espetó ella con seriedad—. Ahí tienes mi confesión, ahora quítale las malditas esposas.
—A mí no me engañas, Kemp. —respondió el agente—. Además, puede ser peligroso...
—¿Peligroso? —inquirió ella con una sonrisa socarrona—. Es un economista... escribe libros, hace conferencias... y ni siquiera sabe cómo sostener una puta arma. Es un idiota.
—Gracias. —murmuró Tom alzando las cejas.
—Está bien... —Harrison terminó por decir—. Pero si llegas a hacer un solo movimiento en falso, tendré que meter una puta bala en tu enorme cerebro, ¿entendido, economista?
Tom asintió espantado.
—Tienes cinco minutos con ella. —habló el agente antes de quitarle las esposas.
Al dejarlo libre, Harrison caminó hasta la entrada y se quedó parado junto a esta, sosteniendo una gran arma mientras observaba todo en silencio.
—¿Cómo te sientes?, ¿estás bien? —preguntó el inglés de forma atropellada, mientras se sentaba en un asiento que había junto a la camilla.
—He tenido mejores días... —murmuró ella—. ¿Qué hiciste para que te trajeran?
—No quiero perder la poca dignidad que me queda al contártelo... —respondió mirándola avergonzado—. Yo quería ver que estuvieras bien... te desplomaste de repente, te golpeaste contra el piso de la celda y... eso me asustó...
—Estoy bien, solo fue el Jet Lag después de tantos viajes... —bromeó ella.
Él la miró sonriendo de lado.
—El médico dijo que tenía una deshidratación severa, la presión arterial peligrosamente baja, además de casi nada de glucosa en la sangre... —contó Lilith—. Ahora, súmale a eso un disparo en el hombro, un secuestro, varios golpes en la cabeza... —enumeró con sus dedos—. Yo solo me desmayé, tú estarías muerto en mi lugar...
Tom soltó una risa mientras la observaba directo.
—Me alegra ver que estás mejor... —susurró él.
Ella asintió en silencio a la vez que bajaba la mirada. El británico la observó con profundidad por un momento, hasta que se atrevió a tomar su mano con cuidado. Al notar la tibia presión de su extremidad contra la suya, Lilith lo miró sorprendida.
—¿Cómo estás tú? —murmuró ella con retraimiento.
—Estoy bien, los calabozos de la CIA deberían ofrecer servicios hoteleros, es un lugar adorable... —comentó el inglés.
Ella soltó una pequeña risa.
—¿Qué va a pasar con nosotros ahora? —preguntó él en un susurro.

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La Orden Doce
FanfictionTom Hiddleston, un economista brillante, introvertido pero encantador, es requerido por la CIA para un caso muy importante. Hiddleston es designado como compañero de Lilith Kemp, una agente antisistema y con serios problemas contra la autoridad. Al...