—¡Por la puta madre! —gritó Lilith entrando en su oficina—. ¡No lo puedo creer!
La mujer respiraba de forma irregular, y al apenas acercarse a su escritorio, lo pateó con toda su fuerza, haciendo que el mueble se desplazara con violencia algunos metros.
—¡Esto es inconcebible!, no puedo creer que el maldito de Harrison me destruya de este modo. —habló en voz alta—. Jamás he interferido en ninguno de sus casos, no tiene el derecho de hacerme algo así...
—¿Cómo estás tan segura de que fue él? —inquirió Tom con el ceño fruncido.
—Antes de ir al departamento de Yuri me preguntó su nombre dos veces. —respondió ella—. No lo vi a tiempo, pero era obvio que quería sabotearme, digo, ¿¡Quién más podría hacer algo así!? —terminó por vociferar.
—Tienes que calmarte, Lilith... —susurró el inglés acercándose con suavidad—. No ganas nada poniéndote así, entiendo que estés molesta, pero...
Las palabras de Tom fueron interrumpidas de repente por el sonido de un celular.
—Oh, es el señor Haspel... —dijo Nomax mirando la pantalla del dispositivo—. Pensé que ya estaría en casa...
—¿Qué quiere? —interrogó Lilith.
—Me necesita en la torre dos... —respondió el joven.
—¿Y qué demonios estás esperando?, ¡ve de una vez! —exclamó ella—. Nosotros no haremos nada con el maldito de Harrison allí afuera.
El muchacho asintió antes de salir a paso rápido de la oficina.
—Haspel también trabaja de noche, según veo... —murmuró Tom.
—Joseph está en casa desde hace horas. —espetó Lilith con seriedad—. Yo envié ese mensaje.
—¿Qué?, ¿por qué? —preguntó él extrañado.
—No me gusta interrogar a alguien mientras me mira un tercero...
—¿Interrogar? —cuestionó él.
—Toma asiento, Hiddleston. —ordenó la mujer poniendo una silla frente a él con rudeza—. Me vas a explicar qué fue lo que pasó con Smirnov, Komarov o como sea que se llame ese hijo de puta, y también quiero entender cómo es que se conocen.
El inglés la miró de lado, y sin encontrar más remedio, se sentó en el sitio señalado.
—Tengo que ir muy atrás para explicar esto... —murmuró bajando la mirada—. Y no es grato en lo absoluto...
—Tenemos al menos media hora, así que es mejor que comiences de una vez. —espetó ella.
Tom soltó un suspiro y empezó a hablar mientras la miraba fijo.
—Sir William Hiddleston fue un destacado médico inglés del siglo XVII, quien hizo muchos descubrimientos en extremo importantes para la medicina... —comenzó a relatar.
—¿Es una jodida broma? —lo interrumpió la agente—. ¿No te parece más conveniente comenzar en la edad de piedra, tal vez?
—Si quieres comprenderlo bien, debo partir desde el principio, Lilith... —murmuró él.
La mujer bufó antes de cruzarse de brazos.
—Está bien, solo continúa. —demandó.
—Bueno, como te estaba diciendo, Sir William fue un genio en toda la extensión de la palabra, y también algo así como mi "mil veces tátara-abuelo"... —murmuró alzando las cejas—. Su legado marcó a nuestra familia profundamente, y originó que tanto los hombres como las mujeres Hiddleston siguieran su mismo camino, convirtiéndose en médicos y aportando a la ciencia durante más de tres siglos... —explicó bajando la mirada—. El mundo de las ciencias nos considera como el linaje de médicos innatos, poseedores de lo que bautizaron como "Gen-Hiddleston", la unidad genética de la genialidad... —se detuvo un par de segundos antes de continuar—. Pero ya sabes cómo funciona, los genes suelen mutar, o simplemente no se heredan... —susurró con melancolía—. Y cuando decidí convertirme en economista, demostré ser un claro ejemplo de aquella realidad biológica...
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La Orden Doce
FanfictionTom Hiddleston, un economista brillante, introvertido pero encantador, es requerido por la CIA para un caso muy importante. Hiddleston es designado como compañero de Lilith Kemp, una agente antisistema y con serios problemas contra la autoridad. Al...