La ceniza de los maderos era todo lo que restaba de la hoguera, y la lluvia que había golpeado con tanta fuerza aquel granero, había cedido hacía solo algunos minutos atrás. El sol comenzaba a filtrarse por las rendijas de la vieja construcción, mientras Lilith ponía toda su energía en intentar arreglar a REVIL.
—Buenas madrugadas, agente Kemp. —habló de pronto el reloj, con una voz tenue y distorsionada, pero más clara que la noche anterior.
—¿Cuál es tu estado? —preguntó ella rápido.
—Mi sistema está dañado, no tengo acceso a la base de datos de la CIA y mi batería está baja. —respondió la inteligencia artificial.
—¿Tienes acceso a los satélites de posición de la agencia? —inquirió la agente.
—Sí. —espetó el reloj.
—Despliega teclado, voy a ingresar unas coordenadas. —ordenó ella.
—Tendrá que dictármelas, el generador de hologramas está dañado, agente. —musitó REVIL.
Lilith miró la libreta y comenzó a decir los números en voz alta, extrayendo a Tom de su plácido sueño.
—¿Lilith? —farfulló el hombre sentándose en el improvisado lecho de heno.
Ella puso un dedo sobre sus labios sin mirarlo, con un gesto duro aposentado en su rostro.
—Las coordenadas corresponden a la Abadía de Westminster, Londres, Inglaterra. —REVIL pronunció de repente.
—El destino final... —dijo la agente a la vez que lo miraba.
Tom frunció el ceño mientras se levantaba para recoger su chaqueta, la cual se había secado gracias al calor del fuego.
—¿Inglaterra? —preguntó confundido mientras se abrigaba—. ¿Por qué Inglaterra?
—Habrá que descubrirlo. —murmuró ella poniéndose de pie—. La pregunta es, ¿Cómo demonios llegamos hasta allá?
El inglés guardó silencio mientras pensaba.
—Tengo una idea... —musitó de sopetón—. Conozco al vicepresidente del Banco Central de Italia, y estoy seguro de que él nos puede ayudar. —habló mirándola directo—. Es un hombre adinerado y no tendrá problema en conseguir transporte para nosotros...
—¿Es de confiar? —inquirió ella frunciendo el entrecejo.
—Es un viejo amigo, sé que nos ayudará sin hacer demasiadas preguntas. —respondió el economista.
—¿Cómo nos contactamos con él?, ¿tienes su teléfono? —preguntó la mujer
—No recuerdo su número, pero en la página web del banco puede haber algún teléfono enlazado a él... —habló Tom alzando las cejas—. Si REVIL tiene acceso a Google, estamos salvados...
—¿Cómo se llama el tipo? —inquirió ella.
—Francesco Colombo. —musitó el inglés.
—REVIL. —llamó la agente—. Ingresa a la página web del Banco Central de Italia, necesito cualquier contacto que tenga relación con Francesco Colombo.
El reloj guardó silencio por un momento, mientras realizaba su búsqueda con rapidez.
—He encontrado el número de su secretaria. —dijo el dispositivo.
—Llama ahora mismo. —ordenó ella.
El reloj comenzó a marcar, frente a lo cual escucharon dos pitidos antes de que la llamada fuera contestada.

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La Orden Doce
FanfictionTom Hiddleston, un economista brillante, introvertido pero encantador, es requerido por la CIA para un caso muy importante. Hiddleston es designado como compañero de Lilith Kemp, una agente antisistema y con serios problemas contra la autoridad. Al...