Posterior a un incómodo y silencioso viaje en jet de poco más de dos horas, el economista y la agente llegaron hasta un pequeño aeropuerto privado en Londres, Inglaterra.
—Necesito un baño de verdad. —dijo Lilith mientras bajaba las escaleras de la aeronave.
—Hay un baño en el hangar, puede usarlo si gusta. —habló el piloto desde arriba.
Ella le dio una mirada y asintió.
La mujer caminó hasta el lugar seguida del inglés, y al entrar al edificio vislumbró una puerta con un pequeño letrero en su superficie, el cual denotaba que era la entrada al baño de damas.
—¿Qué haremos ahora? —inquirió Tom de repente.
Lilith se giró hacia él para mirarlo de forma inexpresiva.
—Vamos a dar un puto tour por Londres, imbécil. —respondió cruzándose de brazos.
—Lilith... —reclamó él desviando la mirada.
—REVIL ya pidió un maldito Uber, el cual estará aquí en cinco minutos, así que déjame ir al jodido baño en paz. —soltó, para luego abrir la puerta y adentrarse al cuarto.
La agente encendió la luz y cerró la puerta con fuerza.
Luego de hacer sus necesidades, se miró al espejo con desanimo por unos segundos, para luego lavar su cara con abundante agua, haciendo que la suciedad y la sangre se fueran por la tubería.
Se dio quince segundos para respirar, mientras observaba su rostro húmedo y fatigado. No recordaba la última vez en que se había sentido tan cansada y adolorida como en ese instante, pero no tenía tiempo de lamentarse o de permitirse oír los gruñidos de su estómago.
Ya lo haría después, en ese momento debía concentrarse en el objetivo.
Secó su rostro con una toalla de papel, para luego tomar la manija de la puerta y soltar un áspero suspiro.
—Vamos. —se dijo así misma antes de salir del lugar.
Al abrir la puerta, Lilith notó que Tom la observaba con sus ojos azules y grandes, mientras alzaba las cejas sutilmente.
—¿Qué? —preguntó ella de forma ruda.
—Nada... —murmuró él negando con delicadeza, mientras una pequeña sonrisa se le escapaba.
Ella soltó aire a través de su nariz, como símbolo del fastidio que estaba experimentando.
—Deberías ir al baño antes de partir a la Abadía. —habló mirándolo.
—Gracias por la preocupación, pero usé el del jet. —explicó él.
Lilith iba a decir algo, pero un automóvil se asomó en la salida del hangar, haciéndola olvidar todo menos el objetivo.
—Ese es nuestro transporte, andando. —dijo la mujer comenzando a dar largos y apurados pasos.
—¿No será demasiado arriesgado tomar un Uber? —preguntó él mientras trotaba junto a ella.
—En el metro nos verán docenas, al igual que en un autobús, y ni hablar del revuelo de robar un automóvil. —espetó Lilith—. Uber es la mejor opción.
Tom aceptó la decisión en silencio, y en menos de diez segundos estuvieron llegando al vehículo.
—¿Rosamund Scollon? —inquirió el conductor.
—Si, a la Abadía de Westminster. —dijo ella acomodándose en el asiento trasero.
—Por favor... —complementó Tom luego de cerrar la puerta.

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La Orden Doce
FanfictionTom Hiddleston, un economista brillante, introvertido pero encantador, es requerido por la CIA para un caso muy importante. Hiddleston es designado como compañero de Lilith Kemp, una agente antisistema y con serios problemas contra la autoridad. Al...