—¿Cuándo demonios vamos a terminar con esto de las firmas? —espetó Lilith notoriamente molesta.
—Solo quedan un par, Kemp... —dijo Bruce mientras sonreía divertido—. Y recuerda ser ética al interrogar a Smirnov, no queremos problemas...
—No me vengas a hablar de ética, tú eres policía, no sabes lo que significa esa palabra... —farfulló la mujer.
El capitán la observó con desagrado mientras negaba con la cabeza.
Diez minutos más tarde, luego de haber culminado el papeleo burocrático, los policías llevaron a Lilith, Tom y Nomax hasta la cárcel del DC, custodiados por Harrison y sus hombres, quienes los secundaban montados en aquella enorme camioneta blindada, como ya se había hecho costumbre.
La agente estaba ansiosa por interrogar al ruso, y tenía muchas preguntas, como también numerosos métodos para obtener las respuestas que anhelaba, pero lo que no esperaba era que, al llegar a la prisión, emergieran ciertos inconvenientes de último minuto.
—¿Cómo que todavía no traen a Smirnov a la sala de interrogatorios? —preguntó exasperada.
El capitán Bruce iba a contestar, pero un guardia de la prisión llegó corriendo hasta él.
—Capitán, tenemos un problema. —habló el hombre.
—¿Un problema?, ¿qué clase de problema? —preguntó frunciendo el ceño.
—Tiene que venir ahora. —espetó con nerviosismo.
Bruce miró a Lilith por un segundo, para luego comenzar a correr a través del pasillo.
Como acto reflejo, la mujer lo siguió a paso rápido, frente a lo cual Tom, Nomax y Harrison junto sus hombres también comenzaron a correr detrás de ella.
—¿Qué demonios está pasando aquí? —inquirió el mandamás.
—El prisionero cubrió la ventanilla y no sabemos cómo lo hizo, pero también trabó la puerta... —respondió uno de los guardias—. No podemos entrar...
—¿Hace cuánto que está así? —preguntó frunciendo el entrecejo.
—No lo sabemos, al parecer hubo una confusión con las rondas, no se ha hecho el chequeo de rutina desde el turno anterior y...
Las palabras del hombre fueron interrumpidas por el sonido de tres disparos.
Todos miraron a Lilith de inmediato, quien sostenía un arma hacia el frente, con la cual había arremetido contra la cerradura de la celda sin chistar.
—¿Qué mierda crees que haces? —preguntó iracundo el capitán—. ¿Cómo demonios metiste eso aquí?
—Las armas de la CIA son a prueba de sus estúpidos detectores de metales. —respondió ella—. Abran la puerta.
Uno de los guardias obedeció de inmediato, abriendo la pesada puerta metálica de par en par, dejando ver una escena sumamente desagradable.
El corpulento cuerpo del ruso estaba de rodillas, mientras una cuerda hecha con una sábana anaranjada se enredaba en su cuello, la cual estaba anudada en la escalera del camarote de la celda que, a pesar de ser bipersonal, había sido asignada únicamente para él.
Tenía los ojos abiertos, con una expresión de horror en su rostro sin vida, lo cual tornaba el suceso mucho más aterrador.
Como era común en esos casos, al ser estrangulado había tenido un orgasmo, por lo que sus pantalones de presidiario tenían una pequeña mancha de humedad en la entrepierna.
La situación era tan chocante como repulsiva, por lo que la mayoría apartó la vista de inmediato.
—¡RCP!, ¡ahora! —gritó Bruce—. ¡Llamen una ambulancia!
Dos guardias entraron de manera fugaz al calabozo, para soltar la sábana y comenzar a presionar el pecho del reo, mientras un par de policías salían corriendo del lugar en busca de ayuda médica.
—Está muerto, no hay nada que puedan hacer por él. —habló Lilith, quién observaba de manera fría mientras tenía los brazos cruzados—. Fue asesinado hace cuatro horas, quizás cinco por el nivel de pallor mortis y rigor mortis que ha alcanzado, además del claro signo de Sommer en sus escleróticas... —recitó rápido a la vez se adentraba en la celda para poner un dedo sobre el cuello de Komarov—. Algor mortis de cinco horas, su temperatura corporal descendió a treinta y un grados...
El capitán la miró frunciendo el ceño, completamente indignado por sus palabras.
—Este hombre se suicidó. —masculló él.
—No. —espetó Lilith—. Lo asesinaron.
—¿De qué estás hablando? —preguntó encolerizado—. Este tipo cometió suicidio, ¿no ves que la puerta estaba trancada desde dentro?, ¿no ves que se ahorcó con las malditas sábanas de su cama?
—Tú eres el que no ve un crimen incluso cuando lo tiene en frente. —habló la agente mientras lo miraba de manera inexpresiva—. Y te recomiendo que trates de agudizar la mirada, porque esto fue un asesinato y yo no te voy a decir por qué.
—Explícate ahora mismo. —ordenó Bruce.
—No voy a hacer el trabajo que te corresponde, Erick. —escupió la mujer—. Resuélvelo por tu cuenta. Ya veremos cuanto te cuesta solucionar algo que a mí me tomó cinco segundos.
—Eres una maldita pedante, Kemp. —soltó él con rabia.
—Sí, y una mucho más inteligente que tú. —respondió saliendo de la celda, para pararse justo en frente de él—. ¿O no es eso lo que te hace sentir tan enojado?
—No tienes empatía, eso es lo que me hace enojar... —reclamó mirándola fijo—. Somos del mismo equipo, deberías tener más ética profesional.
—Busca un diccionario antes de hablar tanto de ética, Bruce. —expresó ella—. Ustedes son todo menos éticos...
—Lo que tienes es envidia. —habló el policía—. Envidias mi posición...
—¿Envidia? —inquirió sonriendo con sorna—. Tú única gracia surge del "poder" que tienes como capitán de esta tropa de inútiles, no tienes nada que yo pueda envidiar.
—Te equivocas... —dijo él—. Mi vida no es un enigma sin fin, mi trabajo no es un secreto, y cada noche duermo junto a mi esposa en completa paz, porque yo tengo algo que tú no tienes y que nunca tendrás... yo soy libre...
El rostro de Lilith se deformó al escucharlo decir aquello, algo dentro de su pecho se encogió y el vociferar de las incontables voces de su mente, las cuales trabajaban sin cesar todo el tiempo, acalló de sopetón.
Sin encontrarse hábil de decir nada, la mujer salió rápido del lugar, empujando a Bruce con el hombro al pasar junto a él.
Su séquito procedió a seguirla de inmediato. Nadie dijo una sola palabra y aquella fue ciertamente la decisión más acertada en ese momento, puesto que la agente habría golpeado en la cara a cualquiera que se atreviera a intentar consolarla.
Ese tipo sabía de lo que hablaba, de seguro la había investigado y tenía conocimiento de quién era ella y de su historia. Había usado sus palabras como una daga, apuntando justo a uno de los puntos más sensibles de Lilith, atinando de lleno en aquello que la atormentaba sobremanera; las incontables trabas de su supuesta libertad y cómo eso limitaría su vida por siempre.
Ella actuaba como si fuera libre, hablaba como si fuera la dueña de sus acciones, pero a pesar de aquello, sabía que en realidad no era más que un peón que trabajaba por los intereses de la nación y una esclava de los caprichos de la CIA.
✒Mazzarena
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La Orden Doce
Fiksi PenggemarTom Hiddleston, un economista brillante, introvertido pero encantador, es requerido por la CIA para un caso muy importante. Hiddleston es designado como compañero de Lilith Kemp, una agente antisistema y con serios problemas contra la autoridad. Al...