Cuatro

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Fuego poderoso que lo devora todo.

Sangre caliente mezclada con el óxido del piso.

La silueta entre las llamas.

Palabras inentendibles.

Dos balas.

—¡Puta madre! —gritó Lilith incorporándose en la cama.

Otra mañana en que despertaba bañada en sudor frío y con lágrimas en los ojos.

Se levantó enojada de su lecho y pateó su mesita de noche con fuerza, haciéndola volar violentamente un par de metros.

—Mormo castiga a los niños malos. —recitó con rapidez.

—Hola, agente Kemp. —saludó su reloj inteligente—. Modo encubierto activado.

—Llama a Benedict. —ordenó.

Bajo los estrictos parámetros de su faceta encubierta, la inteligencia artificial obedeció de inmediato.

REVIL era una maravilla de la ciencia moderna, y Lilith, como su cocreadora, lo sabía bien. Sin embargo, el perfil al que la CIA tenía acceso resultaba ser el de una máquina muy útil que obedecía sin chistar, siendo que las habilidades que REVIL poseía iban mucho más allá.

Ella era un ser superior en todos los sentidos, pero a la vez tan humana como cualquiera de nosotros, radicando allí su mayor particularidad. La personalidad que tanto la distinguía era una mixtura impresionante; poeta, científica, comediante (no de los buenos, según Lilith), política, periodista, ingeniera, arquitecta, además de un gran etcétera.

Al decir la clave de voz "Mormo castiga a los niños malos", REVIL era ella misma frente a Lilith, ofreciéndole además opciones prácticamente sin límites, como trabajar para ella sin dejar rastros en el sistema principal y sin poner trabas contra sus requerimientos. Con el resto de los agentes, REVIL se presentaba como un robot en extremo brillante, al más puro estilo de una película de ciencia ficción, pero sin sentimientos ni confidencialidad.

Robert, Ernest, Valentino, Isaac y Lilith (de allí REVIL), los creadores del sistema y miembros fundadores del escuadrón Mormos, eran los únicos con acceso a aquella faceta, y al fallecer todos, ella fue la última en poseer la llave que liberaba a la verdadera REVIL.

Posterior a cuatro timbres, la llamada fue respondida.

—Benedict. —habló con voz firme, contraria a todos sus sentimientos—. Soy Lilith.

—Buenos días, Lilith... —escuchó pronunciar del otro lado con voz ronca—. ¿Qué tal?

—He tenido un sueño... —comenzó a decir de forma atropellada.

—¿Un sueño? —interrogó él.

—Más bien una pesadilla... —habló la mujer—. Es recurrente...

—¿De qué se trata? —preguntó interesado.

—Es sobre ese día... —ella trató de explicar—. Pero nunca puedo ir más allá... siempre es lo mismo, y no puedo ver su rostro...

—¿Su rostro? —inquirió confundido.

—El rostro de la persona que asesinó a mi equipo... —murmuró—. Y a Robert...

Se hizo un largo silencio en la línea.

—Lilith... ¿has escuchado hablar de las regresiones? —preguntó el psicólogo de sopetón.

La Orden DoceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora