8 - El Precio de la Curiosidad

126 38 84
                                    

K.

¿Apagado de nuevo? ¿dónde estarás Valerio?

Me repetía mentalmente una y otra vez andando de un lado a otro en mi cuarto, ya era tarde y por eso me lo pensaba dos veces antes de hacer lo que el cuerpo me pedía, ir a la casa de mi amigo y comprobar que estaba bien, pero por otro lado, salir ahora mismo era tan peligroso como mantenerse incomunicado.

El deseo de saber como está, le venció al temor, y en cuestión de minutos ya estaba vestida y saliendo sigilosamente de casa, la luna estaba en su punto y se podía divisar cada grieta de la acera, así que no hay peligro – pensé –, hacía mucho frío, por lo que me abracé a mi misma, y continué mi andar.

Me detuve cerca de la casa de Margarita, porque algo me llamó la atención ¿un auto deportivo rojo estacionado en frente? O sea sé que nuestra “amiga ” tiene comodidades, pero ese es un lujo que pocos se daban en este pueblo, así que alguien que conoces muy bien se apoderó de mí – mi conocida curiosidad jeje – y me oculté detrás de uno de los grandes árboles de la avenida, y desde ahí pude escucharla ríendo.

Muchas gracias por el viaje.

No tienes que agradecerlo, princesa – las risillas de la pelirroja hacían eco.

Oh por cierto, mi madre pensó en enviar una invitación formal, pero bueno ya que estás aquí te lo comunico, mañana habrá una fiesta en mi casa, celebraremos mi cumpleaños…

El cumpleaños de mi Margrethe – dijo y ¿besó su mano? – no digas más, aquí estaré para acompañarte.

Bien, buenas noches entonces… – expresó ella y de repente se acercó subiendo y bajando sus manos con rapidez ¿por qué estaba tan nerviosa?

El chico se acercó y besó su mejilla, y juraría que vi lo sonrrojada que se puso – obviamente no lo vi – luego ella se giró y comenzó a andar hasta su casa, pero ocasionalmente lanzaba miradas furtivas a su acompañante ¿te gusta eh?

El chico esperó a que ella estuviera dentro y cuando fue así, el subió a su coche y echó a andar, pero la intrépida – chismosa – Kiera, tenía que saber de quién se trataba, ese sería el tema a debatir con Valerio más tarde, así que me salí desde mi escondite y caminé por la vereda como si nada, claramente que con los ojos bien abiertos.

Las luces del auto se acercaron a mí, y lo miré sin vergüenza – mal por mí – nuevamente bañada en luz quedé expuesta, y no fue hasta que el coche se detuvo a mi lado que finalmente me percaté, ese cabello nocturno, esos ojos zafiros, esa piel pálida y esa sonrisa – espera, esta es “esa” sonrisa, de eso no hay duda – me miró con descaro y yo hice todo lo posible por no parecer asustada o temerosa, me mantuve neutra.

Nos volvemos a encontrar, smuk.

No dije nada – ¿fumadora? le dejé en claro que no lo hacía – él nuevamente soltó una risilla malévola, me guiñó un ojo y retomó su camino.

Sentí que expulsé dos kilogramos de aire – si es que eso se mide en kilogramos – misión abortada, Valerio debe estar bien si él andaba con Margarita, así que media vuelta y velozmente a tu refugio Kiera, ¡pero ya!

¡Kiera! – alguien me llamó y giré para verlo acercarse, mi mejor amigo venía corriendo.

¡Val! ¿estás bien? – pregunté.

¿Estás bien? – indagó al mismo tiempo.

Viva – contesté.

Aún respiro, sí – me respondió y espera…

TRES ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora