22 - Finalmente la Verdad

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K.

Desperté con la luz del sol escurriéndose a través de una cortina mal cerrada y al mirar el panorama me asombré, pues al parecer había dormido en el sofá donde sucedieron todos los hechos de la noche anterior – que era bastante cómodo por cierto ¡el sofá! –, estaba cubierta por la camisa blanca que anoche él habría arrojado a lo lejos y bajo ella solo llevaba la ropa interior que Hans me había dado, me miré horrorizada al recordar que el vestido que traía había pasado a mejor vida, y que ahora no tenía nada decente que ponerme.

Me puse de pie, abotonando la camisa lo mejor que pude, para suerte mía me quedaba bastante grande, pero aún así me veía ridícula; acomodé mi cabello un poco mientras abría lentamente la puerta del corredor; no había nadie, entré y suspiré reuniendo fuerzas, y cuando finalmente salí – ¡tarán! – Ellinor cruzaba el lugar, y me vio – claro que lo hizo – la miré horrorizada y ella llevó la mano a su boca, pensé que estaría imaginando cualquier bajeza de mí – que en estas condiciones no podría refutar – pero al contrario, solo escondía una amplia sonrisa, así que caminó hasta mi encuentro y yo di algunos pasos hacia atrás.

- Esto mejora a cada día – dijo mirándome de arriba abajo, no supe que decir y me limité a mirar mis pies (descalsos)no puedes andar así por ahí – pronunció en un obvio regaño que no me atreví a responder, después de todo era la casa de sus primos – anda, entra y espera a que te traiga algo decente – la miré confundida y vi que su expresión era genuina, así que le sonreí (poco) y acaté sus órdenes.

A los minutos ya estuve arreglada con unas ropas de ella y terminé de alistarme en su cuarto, sola pues ella habría recibido una llamada y salió, por lo que cuando terminé me disponía a irme, pero una bestia rugió en mi estómago – tenía hambre – por lo que fruncí el ceño y negué dos veces antes de bajar al comedor a ver que encontraba para devorar.

Como era de esperarse, la mesa estaba servida, pero mágicamente no había nadie, así que sacié mi apetito como me dio la gana, comí como si llevara tres meses sin hacerlo y cuando no me cupo nada más – nada de nada – me puse de pie y salí del lugar, pero para mi suerte – mala suerte – en el corredor encontré a Hans, al parecer iba a desayunar, esta vez lo vi con un suéter de cuello alto, rojo como siempre, venía atendiendo a su celular por lo que intenté pasar desapercibida – pero no podía ser tan fácil ¿eh? – pues no.

- Smuk – dijo alzando la mirada en modo de saludo.

- Ah, hola Hans ¿qué hay? – solté nerviosa y ni sé el motivo, él no dijo nada, solo sonrió y alzó su pulgar, volviendo a atender su celular por un momento, así que pensé en escapar, pero al dar unos pasos él llevó su mano a mi hombro y lo miré dudosa – ¿qué? – pronuncié y solo sonrió con su malicia característica y dijo:

- déjà vu – subiendo delicadamente el tirante de mi vestido, para luego alejarse rumbo al comedor.

No me detuve a pensar en nada cuando vi a Ellinor acercarse a mí y tomarme de la mano, para juntas salir a algún lado de la terraza, caminamos hasta llegar a unos bancos que había en la entrada del laberinto, desde donde se podía observar con claridad toda la región posterior de la mansión, una vez sentadas me dijo:

- Aprobaste – la miré como si hubiera hablado en mandarín.

- ¿Qué cosa? – pregunté.

- Mi prueba – contestó sonriente.

- ¿Tu prueba? – dudé nuevamente.

- Desde que supe que una chica convivía con ellos tuve interés en ver como eras, y viendo todo lo que sucedió anoche, y esta mañana – lo dijo como si fuera un secreto de estado, y me ruboricé – me he dado cuenta que eres alguien de confianza Kiera.

TRES ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora