31 - ¿Él o Él?

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K.

Esa noche no dormí, no regresé a la fiesta, solo, me senté en el balcón de la habitación, a mirar el cielo, las estrellas que brillaban sin perder la calma, una de la que yo carecía, es confuso, muy confuso que tu corazón lata exactamente igual por dos personas diferentes, no quería pensar en eso, no me había detenido a pensar en eso hasta esta noche, me aferré a Anders para hacerlo más fácil, pero por cada segundo de felicidad a su lado le daba una eternidad de tormento a Hans; y no es justo, nada en esta vida lo es…

Lloré en silencio, porque por mucho que lo pensara, la respuesta no llegó… sea cual fuera lo que yo decidiera, alguien lloraría y ya no estoy segura de que terminaría triste solo uno…

Desperté en la cama, sin saber cómo había llegado hasta allí, sola en la inmensidad de la recámara, con recuerdos tormentosos y un gran peso sobre los hombros, uno tan grande que me impedía salir de las sábanas, no tenía ganas de hacer nada, de ver a nadie.

El leve toque de la puerta me sorprendió, no dije nada, pero aún así se abrió, él, siempre él, con una mirada triste y comprensiva, trayendo el desayuno como otras veces ¿por qué eres tan perfecto justo cuando necesito que no lo seas, Anders?

¿Tienes hambre? – sonreí levemente y él asintió acercándose – he pedido todo lo que te gusta, y como soy tan observador me di cuenta de lo que terminaste y lo que no, en el desayuno pasado.

Fruncí un poco la nariz.

¿Te sientes mal? – puso rápidamente la palma de su mano en mi frente, pero negué sin pronunciar palabra alguna – usualmente me llamas pesado o te molestas cuando te hablo de comida – entornó su vista en mí – ¿necesito desvestirme para que esa cara adquiera algún color? – esta vez sí me hizo reír.

Tonto…

¿Ves? algo es algo, es una lástima Morti, que solo reacciones cuando hablo de desnudarme, eres una pervertida ¿sabes?

No le respondí, comencé a comer de lo que trajo, pero no podría ser tan fácil ¿eh?

Hay ocasiones en las que algo tan simple como morder una manzana te hace vulnerable, te hace llorar, porque es cuando recuerdas que la manzana, es lo menos importante.

Mis lágrimas salían en silencio, no me detuve a limpiarlas, no las oculté, no reprimí más lo que estaba sintiendo y él me vio, suspiró con fuerza y rodeó la cama para envolverme en sus brazos.

Tranquila…

Las caricias de su mano sobre mí me calmaban momentáneamente.

Sea lo que sea que te tiene así, lo resolveremos, juntos, no te voy a dejar sola…

Esas palabras, él o él, porqué no podía simplemente arrancar todo lo que sentía de mi pecho y volver a ser la aburridamente felíz chica que no sabía de la existencia de los príncipes, que no conocía el amor.

Mi llanto se volvió oscuro y no sé cuando me alejé de todo, me dormí, entre sus brazos y sus caricias.

Desperté y no sé cuantas horas habían pasado, estaba sola, pero ya me sentía con ganas de salir, fui a la habitación de Valerio que dormía abrazado a Fjor, mientras este revisaba su celular, los miré con una sonrisa y él me respondió con una igual, se iba a poner de pie pero le hice una señal para que no lo hiciera, así que salí.

Caminé hasta detenerme frente a la puerta de Hans, pero no toqué, di media vuelta y salí hasta la terraza, me senté en unos escalones en la parte donde ayer había estado con Hans y la chica – cuyo cuerpo ya no estaba – y ahí me mantuve por horas, solo mirando el horizonte, hasta que poco a poco fue oscureciéndose por nubes de tormenta.

TRES ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora