23 - Confusión

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K.

Me mantuve en mi lugar hasta que vi que Ellinor volvía de su llamada, más aterrada que cuando me contó todo, lo cual me sorprendió, tomó mis manos y las suyas estaban frías y temblorosas, pero viéndome a los ojos, dijo:

- Prométeme que harás lo que esté a tu alcance para ayudarlos Kiera – la miré confundida – promételo – requirió nuevamente y asentí, después esbozó una sonrisa sin ningún atisbo de felicidad, antes de marcharse a paso rápido.

Me quedé más dudosa que antes, pero una vez reaccioné eché a andar rumbo a la casa, para buscar a Valerio e irnos – suerte con eso –, tres pasos más y lo ví, Anders salía de la casa rumbo a una especie de estanque que había en uno de los flancos de la mansión, y no sé porqué – sí sabes – lo seguí.

Menuda sorpresa me llevé cuando giré la esquina y lo vi, sentado en una banqueta alta, con una paleta y un lienzo medianamente pintado, observando y plasmando el estanque en la tela; nunca nadie dijo que él era pintor, me quedé mirándolo como boba y de momento giró su rostro y me vio, sentí como un leve frío recorría mi cuerpo, pero al mismo tiempo no podía contener mi alegría.

- ¿De qué te ríes? – soltó devolviendo la vista al lago.

- No sabía que tenías estos pasatiempos – respondí acercándome.

- Hay muchas cosas que no sabes de mí – añadió sin mirarme aún.

- Sé algunas… - dije intentando sonar intrigante.

- ¿Como cuáles? – musitó pero tenía un acento crudo.

- Pues que te gustan los lagos y los estanques, adoras el negro, ríes cuando estás solo más que cuando estás rodeado de gente y que en realidad no te gusta fumar, solo lo haces porque crees que así te verás más distante – pronuncié y estaba convencida de que todo lo dicho era cierto.

Él no dijo nada, pero se mantuvo pensativo por un rato, hasta que volvió a tomar su brocha y retomó su pintura ignorándome – pero no sería tan fácil, bebé – me acerqué hasta quedar justo detrás suyo, mientras miraba el cuadro y lo comparaba con la realidad.

- Es muy bueno – le dije.

- Mhm – asintió.

- Falta aquel tronco – señalé.

- Aún no llego a esos tonos, pero gracias, no lo había notado – contestó con sarcasmo.

- ¿Cuándo me harás una pintura? – inquirí risueña.

- ¿Para ti o de ti? – preguntó y dudé, bien podría regalarme esa que estaba haciendo, o también hacerme un retrato estilo La Mona Kiera - ¿sabes qué? – lo miré – no y no.

- No ¿qué? – indagué ceñuda.

- No te daré nada más – soltó ¿molesto?

- ¿De qué hablas? – bramé y el negó levemente.

- ¿Qué haces aquí? – inquirió.

- ¿Eh?

- ¿Qué por qué me seguiste? Es evidente que me viste y me seguiste ¿por qué lo hiciste? ¿por qué ahora?

- ¿De qué estás hablando?

- ¿Cuál es tu juego, Kiera?

- ¿Mi juego? – bufé molesta – en todo caso debería ser yo quien hiciera esa pregunta, no te entiendo, eres tan voluble que no hay forma de comprenderte, un día estás bien y otro eres esto – dije la última palabra señalándolo rabiosa.

TRES ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora