K.
Al estar a solo un doblar de esquina para llegar al sitio acordado me detuve, me miré de arriba abajo y fue entonces que noté como había venido, un moño todo despeinado, un suéter donde cabían dos Kieras, unos jeans desaliñados y los tenis de Matusalén, no podría ser más caótico, pero ya era tarde, así que me limité a hacer lo mejor posible por peinarme y giré.
Ahí estaba él, con una cazadora oscura y sus típicos jeans rotos; recostado de la moto negra mientras fumaba un cigarrillo, haciendo algo tan simple como respirar y para mí se veía como lo más hermoso del mundo - ¿tan mal estás mimi? - suspiré profundamente y eché a andar hasta que estuve frente a él, pero por algún motivo no pude mirarlo a la cara, así que enfoqué la mirada en sus botas; vi caer el cigarrillo al suelo y lo noté moviéndose por lo que alcé un poco la vista - por suerte -, en ese momento me había lanzado el casco y de no haberlo visto se me hubiera caído; esta vez no dije nada, solo me lo puse y me subí con él a la moto.
Anduvimos por algunos minutos pero no tenía idea de hacia dónde, pues esta vez estábamos recorriendo el pueblo; cuando finalmente se detuvo me limité a bajarme al igual que él, le cedí el casco y me apresuré a seguirlo en silencio mientras entraba a un local. Dentro alguien preguntó:
– ¿Anders Reisen? – él asintió levemente y el chico le indicó que lo acompañara, pero antes de seguirlo se volteó a mí.
– Tú espera aquí – no fue una sugerencia, era una orden, así que no me quedó de otra que sentarme en uno de los cómodos sofás que había mientras esperaba.
Dos horas exactamente pasaron, dos horas en las que me había quedado dormida un par de veces y solo me despertaba la molesta risilla del chico de la recepción, que aunque siempre que le miraba estaba ocupado haciendo algo, no podía dejar de pensar que se divertía de verme a punto de dormir.
Di un par de cabezasos más, y finalmente él apareció, lo miré de arriba abajo pero siguió sin decir nada, se limitó a salir del local y yo lo seguí, nuevamente subí a su motocicleta, pero esta vez noté que cuando me apoyé en uno de sus brazos para aguantarme su cuerpo se tensó e hizo un leve y casi imperceptible quejido.
Los protagonistas de la película silente llegaron a las puertas de mi casa y ahí se detuvo, bajé porque pensaba que había venido a dejarme, pero para mi sorpresa también bajó, caminó a mi lado, me adelanté para abrir la puerta, pero él se giró y se sentó en las escaleras de la entrada.
– ¿No quieres.... no quieres entrar?
Silencio.
– Está comenzando a hacer frío, si quieres puedes entrar... – dije sin saber exactamente qué hacía, porque tenía razón, ya estaba empezando a caer la noche y la temperatura estaba bastante fresca.
– Ven – pronunció finalmente y me senté a su lado.
Miraba a cualquier lugar por tal de evitar entrar en contacto con sus ojos.
– ¿Por qué lo hiciste? – soltó y estaba claro a qué se refería, pero pensaba que había comprendido que era una equivocación, nada más.
– Lo siento – ¿qué otra cosa iba a decir?
– ¿Por qué fuiste a buscarme? – ah, así que era eso.
– Porque Ellinor me dijo todo lo de la fiesta, y me sentí fatal por haberte tratado tan mal durante toda la noche, quería disculparme y...
–¿Y?
– Quería verte...
– Pero me confundiste.
– Lo siento.
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TRES ©
Ficção AdolescenteCARDINALES #1 El mundo de Kiera y Valerio da un cambio radical cuando descubren que un "príncipe" danés se mudará a su pueblo. ¿será verdad? Llenos de intriga deciden comprobarlo para, sin saberlo, descubrir un peligroso secreto del que no habrá vue...