7 - El Café más Caro de la Historia

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Val.

Hacía frío, aún era temprano pero aún así la tarde estaba fresca, caminé con calma y sin el mínimo deseo de llegar a casa, ya sabía lo que me esperaba ahí, y bueno digamos que no es lo mejor, día tras día debo asegurarme de cumplir bien mi papel, y con los años me he dado cuenta que no es solo por el hecho de temerle a lo que pueda hacerme mi padre, después de presenciar la escena con Ed, cualquiera le tendría miedo, pero ya me daba igual eso, digo en qué empeoraría mi vida con el rostro ensangrentado, no podía ser peor, todo es una mentira, casi todo, Kiera y el amor por mi madre son las dos cosas que me mantienen aquí, firme e impiden que me derrumbe, de más está decir porqué mi mejor amiga – mi hermana – es uno de mis motivos, pero mi madre, que aunque no me acepte no deja de serlo, ella está mal, tal vez ahora mismo no, pero luego de la partida de mi hermano, cambió tanto, tanto como si él hubiera muerto, y no fue hasta su regreso y la pelea que la muerte se le hizo más evidente, mamá sufrió un infarto.

Ya estoy en casa – anuncié al cerrar la puerta a mis espaldas y como de costumbre, nadie me respondió.

Seguí el largo pasillo hasta llegar a la sala de estar, donde Albert estaba sentado con una cerveza en la mano, viendo su habitual fútbol, mientras que mamá leía – como de costumbre – su adorada biblia.

Hola – solté disimulando mi desánimo.

Hola hijo ¿cómo te fue anoche en la casa de Lilith? – dijo mi madre con el leve rastro de una sonrisa.

Bien, la señora Harper se encontraba de viaje y …

Esa ingrata – bufó mi padre sin siquiera dirigirme la mirada – tanto dinero que tienen y no se dignan a pagarles ni siquiera la pensión de todo el tiempo que vivieron aquí… - motivo número uno por el que no me gusta que Kiera venga a mi casa cuando él está.

Albert siempre estuvo en contra de dejar vivir en nuestra casa a las Harper cuando no tenían donde dormir, por suerte para ellas y para mí, en aquellos tiempos él no mandaba en nada, y todo lo que decía el abuelo Sebas, era la ley ¿por qué tuviste que morir tú abue?

Desde entonces, cada vez que llega a casa, y yo casualmente evito recibirlo quedándome con Kiera, cuando regreso esta es la típica bienvenida, una pelea acerca de porqué mi madre no le cobra el alquiler de nuestra casa a la señora Lilith, cuando el techo que le brindamos fue un gesto solidario y por sobre todo desinteresado, algo que él jamás podría comprender.

Te lo he dicho, la señora Harper se brindó a pagarme todos mis estudios a la par de los de Kiera, y eso es más que suficiente – contesté conteniendo mi rabia.

Es cierto, los chicos irán a una buena universidad y nosotros no tendríamos como pagarle eso a Vale – me apoyó mi madre.

No es suficiente – masculló mirándome finalmente – deberías olvidar esas flojeras de ir a la universidad y pedirle el dinero para comprarte un camión como el mío, y comenzar a manejar como yo, a tu edad ya hacía mis primeros viajes y no estaba tan flacucho y afeminado – respira Valerio, respira, me giré para salir rumbo a mi cuarto – oye, espera – me detuve de espaldas sin mirarlo – está comenzando a hacer frío y quizás no lo sabes porque vives como rico en la casa de tus amigas, pero aquí no hay calefacción, sal y corta algo de leña para la chimenea.

No respondí, suspiré profundamente y salí al patio – y sí, el quizás delicado Valerio sabe como coger un hacha y cortar leña, soy el puto leñador de Blancanieves – si Kiera me viera, se moriría de la risa, pero esto es, una de las tantas cosas que le oculto, sé que de inmediato convencería a su madre para pagarnos eso, y cuando estuvieran aquí Albert comenzaría con sus indirectas e insultos, y no quiero eso.

TRES ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora