18 - Sentimientos Rojos

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K.

Y vivieron felices por siempre…

¿No te jode?

Claro está que no podía ser tan fácil ¿qué gracia tendría eso? y aunque lo sabía, sabía que las cosas con él no serían tan sencillas, una parte de mí lo deseaba, una que sin dudas se quebró al día siguiente y al siguiente y a todos los que vinieron luego; Anders volvió a ser el indiferente de siempre.

Pero ¿qué pensabas? ¿que un beso en un momento de tristeza iba a cambiar algo? – – ilusa.

Aún permanecíamos “asistiendo” a los hermanos Reisen, pero siendo sinceros solo Valerio lo hacía, yo me limitaba a estar junto a él día tras día, viviendo una vida de ricos, cabe aclarar, pero todo me resultaba un tanto desconcertante; Valerio permanecía mucho tiempo con Fjor, y yo – la tercera en discordia – casualmente los acompañaba, hasta que la situación se volvía incómoda, y entonces comenzaba a vagar por el lugar, incluso algún que otro día lo pasé junto a Hans – raro, lo sé, pero me aburría de la distancia que me ponía Anders y sin Valerio disponible, ya imaginas lo que resta – que a pesar de sus constantes indirectas y risas resultaba hasta cierto punto relajante, y es que dejando todo esto de lado, verlo, pasar el tiempo con él, te hacía descubrir a un Hans que jamás pensarías que era – irónico porque tampoco pensarías que era capaz de matar sin remordimientos – el chico era todo un ejecutivo, se pasaba horas y horas revisando y leyendo papeles, firmando contratos y en videollamadas con otras personas – no sabía quiénes, ni entendía nada de su idioma – de hecho era capaz de jurar que sin él, los demás no tendrían una vida tan organizada, era claramente el hermano mayor.

Suele ser divertido pelear contigo, smuk, pero últimamente no me pones ninguna resistencia – dijo captando mi atención, que permanecía distraída pensando en todo.

¿Eh? – solté como boba.

¿Pasó algo con Anders? – preguntó serio.

¿Por qué tendría que pasar algo con él? – solté molesta.

Suposiciones mías, de igual forma me alegra escucharlo – se puso de pie y me entregó una caja bastante grande y al hacerlo se recostó de su escritorio mientras me miraba con cautela.

¿Qué es esto?

Un regalo… – sonrió con malicia, haciendo que recordara el último regalo que me hizo, lo que me molestó bastante.

Si es otra de tus estupideces haré que la vistas tu mismo – dije molesta, pero al imaginarlo con la tanga puesta la risa me ganó – aunque pensándolo bien…

Ni se te ocurra – soltó alzando su mano – venga ábrelo.

Lo hice, y ¡sorpresa! dentro había esta vez otro deslumbrante vestido, rojo obviamente, lo miré y luego a él, asombrada y confundida.

¿Qué es… qué es esto? – balbuceé.

Un Versace – pronunció frunciendo el ceño.

No – reformulé – o sea ¿por qué me das esto?

Para que lo uses, claro está – bufó.

¿Y qué ganarías tú con eso? ¿tiene alguna especie de bomba que me hará volar por los aires como árabe suicida? – inquirí entornando los ojos, mientras él respondió con una carcajada.

¿Por qué piensas tan mal de mí, smuk?

Oh, perdona, no es como que te hayas esforzado en hacer que cambie de parecer, después de lo que vi…ups.

TRES ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora