Bree fue cada uno de los días que Cam estuvo detenido, los cuáles considerando el crimen del que fuera acusado, resultaron pocos. Los abogados de Anne habían desmenuzado el caso hasta dejarlo sin pruebas consistentes e irrefutables. “No existe el crimen perfecto, pero obtén una duda razonable y tendrás la defensa perfecta.”, recitó uno de ellos al darle la mano cuando quedó libre un par de semanas después.
Cam respiró profundamente al salir de su celda, aunque odiaba admitir que pocas veces se sintió tan seguro como al estar entre rejas. Los abogados se habían asegurado de que estuviera solo y fuese bien tratado y Bree lo visitaba todas las tardes. Fue más feliz ese par de semanas de lo que fuera buena parte de su vida y temía que las cosas cambiaran o volvieran a su tediosa normalidad al salir. Allí al menos tenía la seguridad de que ella vendría cada tarde a hacerle compañía y Jayden, Kay o Gabe lo harían por la mañana. Tuvo más visitas de las que recordaba haber tenido en su casa hasta el momento, porque en realidad jamás había tenido ninguna. El también había resultado ser tan buen actor como Jayden y Anne: su sonrisa y aire rebelde eran la fachada de una persona que había sufrido en silencio como pocas, la máscara perfecta tras la cual se escudaba para no ser herido. Lo llamaban pendenciero, pero nunca inició ninguna pelea; problemático porque buscaba llamar la atención de formas incorrectas aunque inocentes. Nunca nadie ahondó en su verdadero yo, jamás se abrió o tuvo amigos o familiares con los cuales se sintiera cómodo para conversar acerca de su hermano o su triste infancia. El peso y dolor que oprimía su corazón como una gigantesca prensa forjaron su personalidad como una coraza para que nadie advirtiera la verdadera persona que habitaba tras ella. Nadie excepto Bree. No podía ser así con ella, se sentía demasiado bien en su presencia, era un rayo de luz que llegó a la penumbra de sus días y su peor temor era que su pequeño sol un día ya no saliera. Ella lo había transformado, roto en mil pedazos su coraza haciendo aparecer al verdadero Cameron y exponiéndolo como una herida abierta sobre la cual vierten alcohol. Era doloroso, pero necesario.
Al igual que todas las tardes Bree fue a verlo, solo que esta vez acompañado de su familia y los Kloster pues era un momento especial: sería puesto en libertad. Caminó por el pasillo rumbo al hall dónde lo esperaba uno de los abogados el cual le entregó el documento otorgándole la libertad estrechando su mano. Cuando cruzó la puerta de la estación, la primera en saludarlo fue Bree con un gran abrazo que permanecería en su memoria para siempre. Cam adoraba el perfume de su cabello cuando la brisa lo agitaba en su dirección o ella lo besaba en la mejilla. Después fue el turno del resto de la comitiva que estaba allí para recibirlo en medio de aplausos y sonrisas. Los padres de Cam no aparecieron en ningún momento, ni al principio ni al final. Y él no los extrañó pues consideraba a estas personas un tanto locas pero inseparablemente unidas su nueva familia.
Lo llevaron hasta la casa de los Taylor donde otra sorpresa aún mayor lo esperaba al entrar: la sala de ellos estaba repleta de globos y serpentinas que se agitaban con un viento inexistente, las palabras “Feliz cumpleaños, Cam.!” flotaban en el aire escritas con pequeñas llamas amarillas. En medio de la gran mesa un enorme pastel con su nombre que ondeaba lentamente sobre la superficie lo esperaba. “Lo hizo Bree, es el primero que hace.”, le susurró Kay,
Franz carraspeó, chasqueó teatralmente los dedos y ridículos sombreritos de cumpleaños aparecieron en la cabeza de todos. Ethan realmente lucía desopilante con su expresión seria y sus ojos apuntando hacia arriba intentando ver su bonete color rosa flúo con serpentinas amarillas. Sin embargo Cam parecía abrumado por la situación, no decía nada, estaba catatónico. “Anímate, es una fiesta.!”, dijo sonriendo Ethan al soplar una cornetita. Era imposible no reaccionar ante eso. Cam estalló en carcajadas y Anne se aseguró de inmortalizar el momento en una foto que quedaría por siempre exhibida en su casa.
- Ten, feliz cumpleaños. –dijo Bree al entregarle un gran paquete.
- Yo… -titubeó emocionado- No puedo aceptar esto.!
- Claro que sí.! Y no solo lo aceptarás sino que lo disfrutarás y utilizarás ya mismo.
Cam contempló su nueva guitarra eléctrica, una con la que siempre había soñado pero jamás pudo comprar. En la tarjeta decía: “Que solo haya dulces melodías en tu vida y siempre pueda escucharlas. Te quiere, Bree.” Ese trozo de papel ahora era su tesoro más preciado y se aferraría a él como si fuera su alma.
- Un concejo, -sugirió Erik- no te deshagas de tu antigua guitarra. Es parte de tu historia, te recordará de dónde vienes y hacia dónde vas.
- No, señor. No lo haré.
- Y deja de decirnos “señor” o “señora”, tenemos nombres.
- De acuerdo, señ… Erik. Gracias. –respondió emocionado.
Los regalos continuaron uno por uno, desde ropa hasta un par de entradas para el concierto de una banda que a él y Gabe le gustaba; asientos de primera fila.
A la hora de soplar la estrafalaria vela con forma de nota musical que emergía del pastel y danzaba al ritmo de la música, después de apagarse arrojó diminutos fuegos artificiales en una sala que ahora parecía un lugar al aire libre en plena noche. Ayden había recreado un cielo estrellado en el techo de su propia casa al apagar la luz con un gesto de su mano.
- Pide otro deseo. –dijo al apuntar al cielo ficticio con su dedo y dibujar una brillante estrella fugaz que lo surcaba.
- No sé realmente qué más pedir…. –titubeó al ver la luz que surcaba la oscura noche en pleno día.
- Entonces guárdalo como un sueño en tu corazón hasta el momento en que se haga realidad.
- Gracias. Puede que suene increíble para ustedes pero esta es mi primer fiesta de cumpleaños, no tienen idea de lo que significa para mí. –afirmó emocionado.
Pese a que Kay insistió en saber sus tres deseos él no los dijo, y le advirtió que no valía meterse en su cabeza para adivinarlos. Ella sonrió.
Estrenó su guitarra nueva tocando con Erik, algo que también consideró increíble y, para completar, Franz y Gabe aparecieron el resto de los instrumentos para que todos se unieran en un recital exclusivo y único. “Into the Light y Untitled tocaron en mi cumpleaños.”, pensó al ver la gran foto que imprimió Jayden tras la cual firmaron todos como una enorme tarjeta de felicitación.
Cameron hubiera deseado que esa tarde jamás terminase, que perdurara por siempre como lo haría en la eternidad de sus recuerdos, pero el avión de Anne, Ethan y Emma partía al día siguiente y ellos, sobre todo Gabe y Em, tenían cosas que hacer.
Jayden le ayudó a colocar los regalos en una gran bolsa y enfundó su flamante guitarra. Erik lo llevó en auto hasta su casa.
- No quiero importunarte, pero… es extraño que tus padres no se presentaran nunca en la comisaría… –preguntó Erik al estacionar frente a la casa de Cam.
- Extraño sería si lo hubieran hecho. –suspiró contemplando la cárcel a la cual se enfrentaba ahora.
- Cualquier cosa que necesites, lo que sea, sabes dónde encontrarnos.
- Gracias, Erik. Realmente ha sido un día inolvidable.
- Gracias a ti por liberar a mi hija y guardar nuestro secreto.
Cam tendió la mano pero Erik lo abrazó. Por primera vez sintió cómo debería ser el cálido abrazo de un padre.
Observó cómo el auto se alejaba por la calle mientras sostenía la bolsa con obsequios en una mano, la guitarra en el hombro y con la otra mano en el bolsillo tanteaba el papel que le había dado la libertad.
No hubo recepción al abrir la puerta. Su casa estaba vacía, solitaria y lúgubre. Recordó su celda como un mejor lugar. Dejó las cosas sobre la cama en la cual no durmió por quince días. Nada había cambiado, era como si simplemente nadie hubiese existido durante ese tiempo.
Estaba examinando nuevamente los regalos cuando escuchó abrir la puerta. Sus padres habían llegado.
- Ah… apareciste. –bufó la madre.
- Sí, por qué.? Ya me habían dado por muerto.?
- Nah, llamaron de la comisaría para avisar que estabas allí. Pero ya eras mayor de edad así que te corresponde hacerte cargo de tus problemas. –afirmó el padre.
- Como siempre hice desde que era chico. –gruñó.
- Bah. Nos debes demasiado, a ver cómo te arreglas ahora para pagárnoslo.
- Eh.? Pagar qué.?! Años de constante tortura mental, miseria y maltrato.?!
- Te hemos dado techo, ropa y comida.! Aún después de lo que hiciste con nuestro hijo.!
- Su hijo es mi hermano, maldita sea.! –bramó levantándose- no le he hecho nada.!
- Está muerto por eso: porque no hiciste nada.!
- Ustedes tienen la culpa.! Entró a las pandillas porque ustedes no se ocuparon y murió tratando de evitar que yo entrase.! Ustedes lo mataron, no ellos ni yo.! Ustedes.!
- Vete y no vuelvas.! Jamás.! Me oyes.?! Jamás.! Nunca fuiste nuestros hijo y nunca lo serás.!
- Qué.?
- Que te vayas.!
- Lo que dijiste después… -pidió Cam en una tensa calma.
- Eras más idiota de lo que pensaba si no te diste cuenta hasta ahora: eres adoptado, Cameron.! Ni siquiera sabemos cuál es tu nombre y apellido real. –rió.
Cam avanzó hasta él y con una sola mano lo levantó del suelo y pegó a la pared con la fuerza de años de ira y maltrato. La madre se llevó las manos a la boca sorprendida, asustada, pero no emitió sonido alguno al ver a Cameron dirigir la vista en silencio a uno y otro mientras el padre se sofocaba. Finalmente lo dejó caer.
- Es un alivio saber que no heredaré nada de ustedes. No tengo padres, pero tuve un hermano y ustedes lo condenaron. Vivan con eso. Si pueden.
Cam lo dejó caer como una bolsa de trapos mientras tosía recuperando el aliento. Tomó un bolso, arrojó sus pocas pertenencias en él y el dinero que había ahorrado, tomó la bolsa y las guitarras y partió arrojándoles las llaves. “Hasta nunca.”, se despidió dando un portazo.
Solo, sin mucho dinero ni idea de qué hacer caminó hasta una casa de empeño y vendió su vieja guitarra para poder pagar un sitio donde vivir algún tiempo. “Es parte de mi historia, no necesito recordar de dónde vengo. Y no sé dónde iré.”, pensó al salir.
Pudo pagar un pequeño cuarto en una pensión algo distante. Se arrojó en la cama y observó el cielo estrellado a través de la ventana. El sol saldría al día siguiente mientras pudiera ver a Bree, era todo lo que necesitaba saber.
Tomó el documento de su bolsillo y lo arrojó en el bolso mientras se dormía en la tranquilidad de la noche recordando a Bree y pensando: “Ahora sí soy libre.”
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Penumbras
FantasyVarios siglos han pasado desde la batalla ancestral que tuviera lugar entre los tres clanes más poderosos de la Tierra y las fuerzas oscuras para mantener el frágil balance entre el bien y el mal. Sin embargo esa batalla no concluyó el día que inici...