XXII

16 2 1
                                    

Al día siguiente un mensaje anónimo dio a conocer el paradero de Edward, Kay se ocupó de borrar la memoria del guardia antes de partir la noche anterior. No dejaron huellas en la oficina de Hoffman, se ocuparon de que pareciera un acto de brutal vandalismo. La universidad estuvo cerrada un par de días para reparar el ala oeste, reforzar la seguridad y en señal de luto al pobre Edward. Hoffman estuvo presente dando perfectas explicaciones sin mencionar a los autores lo cual ameritó un seco agradecimiento de los Taylor, la furia de Em y las constantes preguntas de los Kloster sobre su hijo.
- Pero asiste a clases, verdad.? –preguntó Sam.
- Sí, sigue su rutina habitual aunque lo noto más molesto y distante. Traté de mencionarlos pero esquiva el tema de inmediato. –respondió Hoffman.
- Y no tiene idea de dónde se aloja.?
- Quiere decir que huyó de su casa.? –inquirió sorprendido.
- No lo hemos vuelto a ver ni tenido contacto con él. –sollozó aferrando el brazo de Franz.
- Lamento escucharlo… Tenga la seguridad de que velaré personalmente por su bienestar.
- No es necesario, señor Hoffman, tiene padres que lo hagan. –afirmó Franz un tanto ofendido.
- Entiendo, no quise incomodarlo; es solo que debido a la situación actual…
- Agradecemos su ayuda y cualquier dato que nos pueda brindar. –interrumpió Sam.
- Señora, tenga por seguro que cada día le enviaré un mail personalmente comentándole su estado y nivel de estudios. –sentenció reclinándose en su asiento.- y me ocuparé de su seguridad hasta que regrese a ustedes.
- No es su seguridad la que me preocupa… -susurró Franz.
- Usted perdone.?
- Nada, Gabe es adulto: sabe defenderse perfectamente aunque a veces sea un poco…. exagerado.
- Ímpetus de la juventud, señor Kloster, se acordará de esos tiempos.
- Sí… perfectamente…
- Seguramente sea tan solo una etapa de Gabe debido al stress, nuevas responsabilidades y libertades, etc, etc. Pronto terminará y se transformará en lo que deba ser.
- Y eso es…
- Un hombre de bien, como usted.
- Ah… claro. Bien, le agradezco su tiempo y su silencio respecto a la otra noche. –saludo Franz estrechando su mano.
- No tiene por qué, estaré aquí si me necesitan.  Ah, una última pregunta… -dijo cuando Franz y Sam estaban saliendo- Esa chica… Emma… se encuentra bien.? Parecía bastante alterada y confundida…
- Sí, está mejor. Gracias por preguntar.
Kay aguardaba la llegada de sus padres sentada en la cama de su hermano. Intentaba entrar en su mente para ver qué diablos le pasaba por la cabeza pero era inútil, Gabe había cerrado herméticamente sus pensamientos.
- Emma tiene razón, este Hoffman esconde algo…. –afirmó Franz al tomar asiento en el sofá de su casa.
- No puedo creer que Gabe haya cambiado tanto, no es normal…
- Mamá: ninguno de nosotros es normal. –acotó Kay.
- Sabes a lo que me refiero.! –espetó.
- Perdón. –dijo cabizbaja al sentarse junto a Franz quien la abrazó.
- Lo siento, Kay. No es tu culpa…
- Em dijo que había descubierto cosas pero nadie escuchó la historia completa debido a las interrupciones de Gabe, la llamaré para que nos diga qué fue exactamente lo que descubrió.
- Y qué si este Hoffman realmente arrastró a Gabe a algo turbio.? –preguntó Kay.
- Entonces será mi turno de arrastrarlo a él. –sentenció al levantarse.
Bree se reunió con Cam un par de días después para contarle lo que había pasado y sobre todo para que estuviera atento respecto a Gabe.
- Qué.?! Te secuestraron y recién ahora me vengo a enterar.?! –exclamó enfurecido.
- Disculpa que no te haya llamado, pero en ese momento estaba inconciente y no tenía mi teléfono a mano.!
- Cualquiera pudo haberme avisado: Em, Kay, Jayden  hasta incluso Gabriel.! Pero no: me hicieron a un lado por no ser como ustedes.! Quién discrimina a quién, Bree.?! La gente a ustedes o ustedes a la gente.?
- Nadie nos discrimina porque nadie sabe respecto a nosotros, Cam.
- Excepto yo. Y me dejan de lado. –sentenció.
- No había nada que pudieras hacer y podrías haber resultado herido.
- Cómo lo sabes si ni siquiera me dan la oportunidad.? Yo decido sobre mi vida y por quién la arriesgo, y con gusto la hubiera arriesgado por ti.
- Lo sé... Podemos discutir eternamente sobre esto o centrarnos en el problema principal: Gabe.
- Se le zafó un tornillo, era cuestión de tiempo. Ya se le pasará. –sonrió sin darle demasiada importancia.
- Cameron: no es cualquier tornillo. Las ideas que este Hoffman metió en su cabeza son demasiado… drásticas.
- Y qué hicieron los Kloster.?
- Hablaron con Hoffman pero tiene coartada para todo, Em es la única que está segura de que busca apoderarse de Gabe y sus habilidades. Además saben que ponerse en contra de Hoffman es ponerse en contra de Gabe y alejarlo aún más.
- Entiendo… lo que necesitan es a alguien completamente ajeno a él y este nuevo desastre, alguien de quien ni Gabe ni Hoffman puedan desconfiar; o sea yo.
- Tú.?! Y qué harás.?!
- Ya veré, algo se me ocurrirá… Evité que fueran a la cárcel, no.? –sonrió.
- Sacrificándote, no me agrada esa idea.
- Lo ves.? Te preocupas por mí.
- …claro que lo hago.
- Averiguaré algo más sobre este Hoffman y su influencia en Gabe. No puedo creer que haya cedido ante ese chiflado, Gabe es extraño pero no idiota.
- Ten cuidado. Promételo. –exigió Bree.
- Lo tendré.
La mañana siguiente Cam aludió estar enfermo para faltar tanto a clases como a su empleo, en lugar de eso se dedicó a seguir a Gabe y observar a este Hoffman que tanto lo intrigaba.
Era verdad lo que Bree decía: Gabe parecía otra persona completamente distinta, estaba taciturno, osco, antisocial y con un aire de grandeza que nunca vio en él. Parecía sentir desprecio por determinadas personas que se cruzaba, éstas no serían lo mejor de la humanidad pero nunca observó a nadie mirarlas como el lo hacía; estaba seguro que de ser posible las hubiera eliminado ahí mismo. Y lo que más le preocupaba, era que para Gabe era perfectamente posible.
Entró al edificio  escudándose detrás de otros estudiantes sin perderlo de vista. Esperó en los pasillos clase tras clase hasta que al final del día se dirigió al ala oeste. La puerta que cruzó tenía un letrero que decía “Prof. Seth Hoffman”.
Esperó largamente hasta que ambos salieron y tomaron caminos separados. La universidad cerraría pronto y debido a los últimos incidentes la seguridad era ahora más estrecha, si se quedaba no podría salir.  Y así lo hizo.
Aprovechando la oscuridad y el largo paseo que debían dar los guardias, salió del armario donde se escondía con un extenso palo que utilizaban para limpiar los techos, corrió una mesa debajo del tragaluz de la puerta y entró a través de ella. Una vez dentro corrió otro mueble y nuevamente bajo el tragaluz utilizó el palo para correr la mesa a una posición menos sospechosa, luego cerró el tragaluz.
El olor a madera nueva era evidente, el ventanal aún tenía marcas de haber sido colocado recientemente. Tenía algunos cuadros muy pomposos, estandartes y adornos antiguos que el otorgaban cierto aire de grandeza, el mismo que exhibía Gabe. La habitación entera le daba la impresión de ser rechazado, de ser demasiado para cualquiera excepto para unos pocos elegidos.
El escritorio estaba neuróticamente ordenado, parecía que hasta las motas de polvo habían sido clasificadas en orden alfabético. Los  cajones del escritorio estaban cerrados con llave excepto uno que se encontraba entreabierto. Sobre una mesita pudo ver una jarra con dos vasos. Abrió el cajón que contenía papeles de todo tipo, tan variados e inconexos que llamaron su atención: debían ser de relleno, una forma de despistar y hacer perder el interés de inmediato. Quitó los papeles y revisó el cajón hasta el fondo. Nada. Cuando los volvió a colocar notó que la profundidad del cajón parecía menor a la que exhibía desde fuera. Extrajo nuevamente los papeles y aprovechando una pequeña muesca levantó el fondo falso. Debajo encontró una centena de pequeños sobres con extrañas siglas en ellos, parecían sobres de edulcorante pero nunca antes los había visto. Tomó un par y volvió a colocar la tapa y los papeles. Al acercarse a la mesita con los vasos distinguió un resto color blanco en uno de ellos. “Por qué solo uno tenía ese resto.?”, se preguntó, “Si la bebida tenía el edulcorante estaría en los dos vasos… excepto que solo uno de ellos lo tomase… Acaso están drogando a Gabe.?!” Ruido de pasos en el pasillo lo puso en alerta. Las pisadas se aproximaban acompañadas de un par de voces cada vez más cercanas. No tenía lugar donde esconderse excepto el pequeño cuarto lleno de maquetas, así que entró y se escondió debajo de una de las mesas cubriéndose con bolsas y papeles que halló bajo ella. 
- Casi lo olvido. –dijo una voz grave- No puedo arriesgarme a que esa chica siga merodeando.
Escuchó a alguien sentarse en el sillón y luego un ligero “clic”. Había puesto llave al cajón abierto.
- Qué haremos con ella.? –preguntó otra voz, esta tenía un tono familiar.- Eliminarla.?
- Aún no, ella será el gatillo que detone a Gabe. Ella o Bree, no estoy seguro.
- Estás seguro de poder manejarlo.?
- La droga que me diste funciona de maravilla, jamás hubiera podido lavarle el cerebro a Gabe sin ella. Es una marioneta que solo yo controlo, además cada día que pasa sus emociones se revierten. Está convencido de que su novia, amigos y familia están en su contra y yo a favor. Pronto podremos disponer de él.
- Qué tan pronto.? Algunos meses.?
- Una semana máximo. Mis charlas han acrecentado su odio a tal punto que ya habla de tomar acciones directas. En breve exhibirá sus poderes y ya no habrá marcha atrás.
- Excelente, Hoffman. Excelente. –rió complacido.
Cam esperó un buen rato después que salieran para abandonar su escondite. Repitió a la inversa su técnica para entrar y aguardó en el armario hasta que la actividad en el pasillo le permitiera camuflarse con el resto y salir de su escondite. Todavía restaba una cosa más: seguir a Gabe hasta su actual casa.
Mientras esperaba que el tiempo pasara fue a la biblioteca e investigó por Internet las siglas en el sobrecito que había encontrado.
Tras una larga búsqueda logró hallar las mismas siglas en la página de un laboratorio con sede en varios países. Su casa central estaba en Alemania pero el edificio fue destruido debido a una explosión de gas muchos años atrás. Tomó un papel y escribió el nombre del laboratorio: “Egmont”.
Gabe caminó con paso rápido hasta su casa, tomando vueltas y atajos como si no quisiera ser seguido. Afortunadamente Cam no lo perdió de vista ni fue descubierto dando finalmente con un edificio algo destartalado al cual Gabe ingresó. Anotó la dirección y partió de inmediato rumbo a la casa de las chicas tras anunciar a Bree que tenía nueva información y pedirle que llamara a los Kloster.
- Estás seguro.? –preguntó Franz al terminar de escucharlo.
- Por completo, y mi historia se enlaza perfectamente con la de Em. –aseguró Cam.
- Egmont… no puedo creerlo… -titubeó Sam.
- Lo conocen.?
- Es una larga historia. Y qué contenía ese sobrecito exactamente.?
- Una droga psicotrópica experimental que se utiliza para modificar el comportamiento. Creo que Hoffman se la ha estado dando a Gabe.
- Lo sabía.! Sabía que no podía cambiar tanto así porque así.! –exclamó Franz.
- Me alegro que se alegre, señor Kloster, pero hay un problema…
- Cuál.? Si deja de tomar la droga se acabará el problema.
- No precisamente… la droga altera y modifica el comportamiento, cosa que ya hizo. Quitársela no hará demasiado salvo crearle síndrome de abstinencia, lo cual sería en extremo peligroso para un tipo como Gabe, y no me refiero a peligroso para él. Es necesario que cambie su actual forma de ser por sí mismo.
- Y qué se supone que haga.?! Dejarlo vagar por ahí con este demente para luego juntar los destrozos.?!
- Me temo que cualquiera que se enfrente a él en este momento no resultará ileso. Y eso los incluye a todos ustedes.
- Si debo dar la vida por mi hijo lo haré.
- Aunque sea él quién se la quite.?
- Debo hablar con Erik. –dijo al levantarse. Su mirada respondió claramente la pregunta de Cam.
La postura de él no varió de la primera vez: si Gabe debía ser detenido se haría lo necesario. Franz tampoco modificó la suya. Esa conversación sería la última que mantuvieran en un largo tiempo.
Cam fue con Bree y Em a la casa de Gabe, esperaron en la puerta que llegase para afrontarlo ignorando el peligro que corrían.
- Gabe.! Aguarda un momento.! –llamó Bree.
- Qué haces aquí.? –sentenció asombrado.
- Hemos venido a hablar contigo sobre Hoffman y tu forma de actuar. Estamos preocupados por ti.
- Pues no lo estén y déjenme en paz.
- Gabe, por favor… -dijo Em.
- Tú fuiste la culpable de todo esto.! Pusiste a mis padres en mi contra con tus locas ideas sobre Hoffman.!
- Yo…
- Cálmate, viejo. Ella no tiene la culpa. –pidió Cam dando un paso al frente.
- Ya veo… ahora tú las proteges… Pues bien por mí.! Buena suerte.! Y háganme un favor: olviden que existo.
- Gabe, espera.! -insistió Bree.
Gabriel se dio vuelta repentinamente con ojos brillantes, Cam adivinó su intención y se arrojó frente a ella recibiendo el ataque destinado a Bree. Voló por el aire y pegó fuertemente contra un poste para finalmente caer al suelo. Gabe no quiso emplear tanta fuerza aunque sabía que Bree podría eludirlo fácilmente, pero no contó conque Cam se interpondría. A pesar de todo, entró al edificio sin siquiera mirar atrás.
- Cam.! Estás bien.? –preguntó Bree arrodillada junto a él con Em.
- Psé … -dijo adolorido- Algunos huesos rotos pero me sentí supermán por unos segundos.
- Por eso no quiero que te entrometas.! Prometiste cuidarte y mira lo que pasó.!
- No lo prometí… solo lo afirmé. –sonrió con un hilo de sangre en su boca. –Te importaría curarme o llevarme a un hospital.? Porque creo que me estoy muriendo…
- Cállate, te pondrás bien ahora mismo. –susurró acariciando su maltrecho rostro sin dejar de mirarlo a los ojos.
- Lo sé…. eres mi ángel guardián.
Las manos de Bree brillaron sanando las heridas de Cam, poco después estaba en pie aún adolorido pero ya sin heridas. “Tu mente tarda más que tu cuerpo en olvidar el dolor.”, explicó Em.
Esa sería la última noche que verían a Gabe. Al día siguiente ya no estaría y Hoffman habría renunciado a su puesto inesperadamente. Hoffman lo había colocado como líder mundial del proyecto Némesis y viajaba de un lado a otro siendo imposible rastrearlo. Franz y Sam de tanto en tanto escuchaban extrañas noticias que ponían en evidencia a su hijo, pero por más que lo buscaran Gabe siempre partía antes que llegasen. Los Kloster atravesaban una de las etapas más tristes de sus vidas y, para colmo, los clanes estaban distanciados debilitando su poder. El balance entre luz y oscuridad era extremadamente delicado y cambiante y se vieron forzados a relegar en parte la búsqueda de Gabe para emprender nuevas cacerías.
Ahora la oscuridad tenía un nuevo cabecilla, frío y temible, que movía los hilos con astucia y resultaba imposible de encontrar. Año tras año, aprovechando las vacaciones se reunían todos para rendir cuentas de los descubrimientos, noticias de Gabe e intentar hallar a esta persona que parecía aún más peligrosa que Eldrich, su anterior peor enemigo.
Con sus familias ya grandes y establecidas, redoblaron esfuerzos viajando más frecuentemente y más lejos. Pequeñas partes del rompecabezas finalmente comenzaban a aparecer y tomar forma. Por qué nunca los atacaban directamente.? Por qué los evadían al instante y evitaban la confrontación.? Algo cambió, su estrategia era impecable y efectiva.
La última vez que viajaron para visitar a los padres de Emma en Francia, Franz recibió un llamado de Owen. Finalmente sus esfuerzos dieron frutos, fue él quien terminó de hilar la maraña de pistas y llegar a una conclusión que solo comunicó a Franz. Por increíble que fuera, tenía sentido. “Ninguna maldición debe ser tomada a la ligera, no tienen fecha de vencimiento.”, dijo Karen hace muchos años. Ahora Franz lo entendía.
Sentados en la oficina central de una de las fundaciones, Franz comunicó el hallazgo de Owen y que ya tenían el nombre y rostro del nuevo líder. No entendían por qué Sam lloraba en silencio junto a Ayden y Erik, hasta que Franz arrojó en la mesa la foto de su próxima presa diciendo: “Su nombre es Gabriel Kloster. Es mi hijo.”

PenumbrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora