XVIII

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Como bien había dicho Ethan acerca de su hija, cuando se le metía una idea en la cabeza no había forma de detenerla; era tan testaruda y tozuda como él.
Comenzó a investigar al tal Hoffman y su beca poco después de que Gabe la aceptara. El pasaba ahora mucho más tiempo encerrado en su casa y la universidad con los proyectos que le exigía esta beca. Lo que más le llamaba la atención a Emma era los tiempos imposibles en los cuales debía entregarlos, para una persona sin las habilidades de Gabe hubiera sido imposible. Debido a la presión estaba huraño y de mal carácter, consideraba un auténtico mentor a Hoffman y lo seguía donde fuera a conferencias, charlas y reuniones. Hablar mal de él era el camino ideal para una discusión con Gabe. En solo unos meses cambió por completo dejándola casi de lado, Franz y Sam no podían llegar a él y su preocupación era creciente. Pensaron que su hijo había cedido al asumir tantos compromisos y el fantasma de la droga había hecho su aparición, pero por fortuna descubrieron que no fue así. Gabe simplemente había cambiado volviéndose otra persona, una ensimismada y opuesta a quién era.
Solicitaron varias reuniones con Hoffman obteniendo finalmente una por cortesía, pues Gabe era ya adulto y los padres no tenían cabida en la universidad.
- Gracias por recibirnos. –dijo Sam al tomar asiento.- Estamos preocupados por Gabriel.
- Es un excelente muchacho, muy aplicado y de mente brillante. –afirmó Hoffman.
- Sí, lo sabemos. Pero el ha cambiado mucho desde que aceptó esta beca, se ha… transformado en alguien diferente.
- Quizás le haya presionado demasiado y el stress lo esté afectando. Hablaré con él para bajar sus exigencias.
- Se lo agradeceríamos.
- Podría contarnos de qué trata este proyecto exactamente.? Porque él no nos ha dicho nada concreto. –preguntó Franz.
- Es un proyecto que busca construir un mundo mejor y más equilibrado. Gabe es una importante pieza en el desarrollo de nuevas tecnologías.
- Un mundo mejor y más equilibrado…
- Así es. No nota usted que por momentos estamos sumidos en medio del caos y la barbarie, en completa oscuridad.? Buscamos arrojar algo de luz a esta sociedad que nos sorprende cada vez que leemos o vemos las noticias.
- Y usted cree que hay alguna tecnología capaz de lograr esto.?
- Me temo que aún no, pero con la ayuda de Gabe descubriremos algo o al menos el camino a ella.
- Las maquetas que él hace parecen ser de intrincados edificios con máquinas alrededor… -comentó Sam.
- Sí, les mostraré. –dijo al levantarse y mostrar una de las maquetas de Gabe.- Este es un edificio inteligente y a la vez ecológico, produce su propia energía calórica y eléctrica y recicla los desperdicios de sus habitantes.
- Muy interesante… y por qué las rejas en las ventanas.? –inquirió Franz.
- Es un mundo utópico pero no estúpido, señor Kloster. Me temo que la seguridad es lo que más tiempo llevará corregir.
- Entiendo. Gracias por su tiempo, señor Hoffman. –agradeció Franz estrechando su mano.
- Qué te pareció.? –preguntó Sam saliendo del edificio.
- Un chiflado peligroso. Su sádica sonrisa me recuerda a la de Soren, solo que este tipo me da escalofríos con sus bellos ideales y la forma en que te mira. Pudiste averiguar algo.?
- No, es extraño… su mente estaba en blanco como si presintiera lo que intentaba hacer. Qué haremos con Gabe.?
- Esperar y ver. El no es idiota, sabrá si algo va mal y nos lo dirá. Además Em también lo está investigando y esa chica es una auténtica detective: si hay algo podrido, lo hallará.
 Anne creía que se había equivocado de carrera, Emma debería haber sido periodista. Adoraba las tramas intrincadas y los rompecabezas; cuanto más difícil se tornaba un enigma, más le agradaba. Y ahora estaba ante uno enorme.
Se inscribió en el taller del periódico de la universidad de Gabe para tener la tapadera perfecta: sus preguntas no llamarían tanto la atención y podría investigar aludiendo que estaba escribiendo un artículo. Siendo un periódico escolar, nadie en la redacción prestaba demasiado interés a las notas mientras llenaran las páginas y cobraran los anuncios. Sin embargo cuando mencionó a Seth Hoffman su editor tomó distancia.
- Wow.! –exclamó- Yo que tú empezaría con alguien más bajo.
- Por qué.? Qué tiene de particular él.?
- Seth Hoffman no tiene nada de particular, eso es lo que lo hace particular.
- No entiendo…
- Seth trabaja aquí desde hace varios años con sus proyectos y becas estrafalarios. Nunca asiste a reuniones estudiantiles, eventos ni da entrevistas o hace comentarios. Solo va charlas y conferencias que él mismo dicta las cuales, a mi parecer, son un lavadero de cerebro para tarados.
- Por qué dices eso.?
- Siempre habla de un mundo más verde, más balanceado, ordenado, equilibrio entre luz y oscuridad, bla, bla, bla.
- Espera, dijiste equilibrio entre luz y oscuridad.? –interrumpió Em.
- Sí, el tipo cree en esas cosas. Siempre toma algún fenómeno para sus proyectos como si buscara algo en ellos y luego los descarta dejándolos al borde de una crisis de nervios. Este último es que más ha durado, aunque parece igual de chiflado que él.
- Gabriel Kloster.?
- Exacto.! Lo conoces.?
- … solo de nombre. –mintió bajando la vista.
- Hoffman parece complacido con él, quizás finalmente hallase alguien con quien compartir sus delirios. Ese Kloster tiene pinta de ser un auténtico caso de cuidado…
- No tienes idea…  -susurró al levantarse.
Por más que Em buscó en los archivos no encontró nada acerca de las becas ni os proyectos de Hoffman, el nombre “Némesis” no aparecía en ningún lado. Era demasiado extraño, como si lo hubiesen borrado; nada desaparece del todo de todos lados. Sus compañeros no hablaban demasiado de Hoffman, para ellos era tan solo un profesor más con la firme intención de arruinarles la vida o matarlos de aburrimiento. Sus colegas tampoco emitían opiniones de él, hasta parecían tomar distancia como lo hiciera su editor. “Acaso le temen.?”, se preguntó al recibir la quinta evasiva.
La seguridad por las noches no era precisamente abundante, y para alguien como Em evadirla sería sencillo. Se escabulló entre las sombras aprovechando su capacidad de ver perfectamente en la oscuridad y de algunos saltos llegó a la terraza del ala oeste, lugar donde se hallaba la oficina de Hoffman.
Las luces estaban apagadas y la ventana cerrada, utilizó su tarjeta de acceso para forzar el pestillo y acceder.
Las maquetas de Gabe, sus dibujos y diseños se encontraban en un pequeño cuarto contiguo amontonados descuidadamente. Si tan importante eran para él, por qué los guardaba de esta forma.? Sobre el escritorio había muchos trabajos de alumnos con sus notas escritas en rojo. En verdad era exigente o ellos no entendían nada: la mayoría eran aplazados, algunos regulares, solo un par aprobados y un único sobresaliente: Gabriel Kloster. Observó que en el examen había diminutas correcciones que hubieran restado un par de puntos, estaban prolijamente hechas con la misma tinta pero no la misma letra. Em conocía perfectamente la letra de Gabe y sabía que era muchas cosas, entre ellas bastante desprolijo. Esas correcciones fueron hechas por Hoffman, pudo comprobarlo al tomar la birome que estaba en el escritorio y ver que era el mismo color y trazo. Los números se parecían más a los de él que a los de Gabe. Por qué haría esto.? El de por sí era un alumno excelente, esto solo lo volvía infalible. Buscaba aumentar su ego, llenarlo de gloria para que se mantuviera en el proyecto y tener también una excusa para que solo él estuviera asignado.? “Las aguas se tornan demasiado turbias…”, pensó, “Más bien oscuras.”
Ruido de pasos en el pasillo la pusieron en alerta obligándola a salir por donde entró pero permaneciendo cerca de la ventana.
Escuchó a una persona sentarse en el asiento detrás del escritorio y tras unos momentos marcar un número en su teléfono. “Todo en marcha, como fue planeado… Sí, tiene que ser él... Estuvieron conmigo hoy, no creo que hayan quedado del todo conformes…. Para fin de año, no hay opción… Bien, lo tendré en cuenta… adiós.” Tenía que ser Hoffman hablando con alguien, tal vez de Gabe y la visita de los Kloster.
Cuando se levantó del sillón y salió, ella volvió a entrar. Había una nota con un nombre escrito y subrayado varias veces: Emma Bentley Hawkins.
Debía apresurarse para resolver el misterio, solo tenía hasta fin de año y debía convencer a Gabe de que algo raro sucedía.
El enigma ahora no solo se volvía más difícil, sino también peligroso. 

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