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CAPÍTULO DIECIOCHO.

Los OH de placer:

Es un nuevo día, ayer le conté a Cae lo que sucedió, él me consoló, pero en la noche con la llegada de Meneredith, el progreso que mi amor había hecho conmigo, se esfumó y quise conseguir una pincita de depilar.

Busqué por la casa, no la encontré y luego corrí a la casa de los vecinos para pedir una prestada, no estaban. Cae me detuvo antes de que fuera a la siguiente mansión, él me hizo regresar y se peleó con Meneredith, ninguno salió lastimado, pero se dijeron cosas horribles.

Ahora Meneredith no me habla, por un lado es bueno, no lo tengo que soportar, pero por el otro temo las consecuencias de su enojo. Él podría echarnos, demandarnos y en el peor de los casos localizar a los Eyes y decirles donde estamos para deshacerse de nosotros.

Después de todo, solo le hemos traído problemas.

-Buen día, Caetano- oigo a mis espaldas, Meneredith pasa junto a mí y no me depara, al menos hacerlo enojar tiene una ventaja.

Cae no le responde y aprieta suavemente mi mano, se la lleva a los labios y le da un beso, me sonríe y yo a él.

-¿Estás bien?-me susurra y asiento. -¿Quieres una pincita?- duda y yo misma me hago esa pregunta. La respuesta es sí, necesito desahogarme.

-No- miento y le sonrío, ambos continuamos bebiendo nuestros cafés.

-Hoy viajaremos.- anuncia Meneredith. -A las afueras del país vive un amigo mío, él es excelente con las computadoras y necesitamos alguien que de el ejemplo, hay mucha gente inconpetente trabajando para mí.- dice obviamente refiriéndose a mí y yo me levanto y subo las escaleras, ya sin soportar estar cerca suyo.

La nueva búsqueda comienza, pero así como ayer no encontré una pinza de depilar, hoy tampoco.

Me dejo caer sobre la cama, rendida, miro el techo y procedo a descargar todas estas emociones malas de mi cuerpo, desnudándome.

Cierro los ojos y me imagino el cuerpo de Cae, el deseo en sus ojos, el hambre de su mirada.
Sonrío y bajo una de mis manos, recorro mis pechos tocando lo sensibles y endurecidos que están por la excitación, la deslizo por mis costillas, mi piel arde con la caricia y encuentro mi ombligo un poco más abajo.

Recuerdo los besos de Cae sobre la piel sensible de mi cuello, sus palabras dulces, los oh de placer, mis gemidos...la imagen es tan suave que no logra excitarme.

Abro los ojos y veo la habitación de Meneredith, observo las paredes e inconsciéntemente y con nuevas ganas encuentro el triángulo de cabellitos rojizos en mi entrepierna, los acaricio sintiendo lo finos que son y me deslizo hacia abajo. Mi perla arde cuando el recuerdo de mi boca sobre la del jefe aparece, gimo dejándome llevar por la lujuria del momento y arqueo la espalda cuando el recuerdo de su intensa mirada me llega.

No logro quitarlo de mi mente, tengo que apretar los labios conteniendo los gemidos para no gritar, mis dedos juegan con mi clítoris y torturan la perla como me imagino que lo haría la mano de él. Dejo en paz mi clítoris, necesito algo más intenso e introduzco uno de mis dedos, el placer es mucho más grande.

Me imagino a Meneredith desnudándose sin quitarme los ojos de encima, ordenándome con la mirada que me ponga en cuatro mientras que en su mano de Dom un látigo se mueve con elegancia.

No contengo los gemidos, ya no puedo, el calor sube, estoy apunto de venirme, sé que no falta mucho y mi mente sigue viajando hacia lo prohibido.

Meneredith me azota, no es delicado, me gusta pues él es totalmente...duro.

Un suave y duro Ménage À TroisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora