83

267 21 1
                                    


CAPÍTULO OCHENTA Y TRES:

CAETANO:

Estoy enojado cuando atravieso la puerta del antiguo dormitorio de Meneredith.

No me creo que Mía me haya ocultado las acusaciones de Tayler. Tampoco me siento capaz de dejar pasar que fue besada y tocada por él.

Saber que alguien más que Meneredith o yo mismo puso sus manos sobre ella me llena de una ira irrasonable.

Regreso a hace unos años, cuando aún estábamos en la universidad y tan lejos de aquí que ni siquiera sabíamos que este país existía.

Las mariposas me recorren el estómago al recordar la primera vez que la vi. Me quedé paralizado como un bobo a mitad del pasillo. Ella ni siquiera me notó, iba sonriendo, abrazando sus libros al pecho.

Acababa de aprobar una de las seis materias que le quedaban, luego se graduaría y nuestras carreras nos llevarían por caminos diferentes.

Nunca antes había querido algo solo para mí, no hasta ella y no podía dejar que se marchara sin conocerme.

Tracé un plan. Una "Guía para enamorarla" y lo seguí al pie de la letra.

Primero me encargué de las diez materias que aún me quedaban pendientes, dejando una última para tener una excusa para seguir yendo a la universidad a verla.

Continuamos cruzandonos, Mía seguía sin notarme. Llegué a sentirme mal por verla desde lo lejos, como si fuera un acosador yendo tras su siguiente presa. Aunque yo no quería hacerle ningún mal.

Quería darle una buena vida. Solo lo mejor para mi reina. Amor, cuidados, seguridad y la certeza de que siempre estaría ahí para ella.

Ella quería lo mismo, pero no me imaginaba a mí cuando pensaba en ello.

Ni siquiera me conocía ¿Cómo podría hacerlo?

Y luego vi a los otros.

Estaba tan perdido en sus miradas, contemplando su rizado y oscuro cabello, fantaseando con su aroma, que recién a tan solo tres meses de recibirnos noté que yo no era el único interesado en la belleza de sonrisa brillante.

Parecían estar por tadas partes. Alumnos de diferentes carreras, algunos muchísimo más grandes que ella. Siempre a su lado, siempre acompañándola a clases, siempre hablándole, haciéndola sonreír.

Fastidiando en mi plan.

Tuve que arriesgarme.

Me anoté en una capacitación que no tenía nada que ver con mi carrera ni con la última materia que aún me quedaba por aprobar. Era sobre cyberseguridad y fueron las horas más aburridas de todas, excepto que podía estar cerca de ella.

Hasta entonces no me consideraba un tipo malvado, jamás había peleado, discutido ni amenazado a alguien.

Una tarde lo hice.

Uno de nuestros compañeros se le acercó demasiado. Su mano estaba en su cintura. Ni siquiera debía estar cerca de ella, mucho menos tocarla ¿Cómo se le ocurría?

Tal vez por eso ahora estaba tan furioso con Tayler.

Me regresaba a esa primer amenaza que hice, esa primer advertencia de que no se volvieran a acercar a ella.

No recuerdo a cuantos hombres amenacé, pero me aseguré de que ninguno de ellos volviera acercársele y cuando al fin nos conocimos y comenzamos a salir, lo seguí haciendo.

Y aún lo haría. Solo debía encontrar a Tayler. Darle una paliza, dejarle en claro que si Mía lo quisiera solo tendría que decírmelo y se lo consedería. Permitiría que tuviera cuantos amantes quisiera, siempre y cuando aún fuera mía, pero ella no lo quería.

Un suave y duro Ménage À TroisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora