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¡Maratón especial 10K!!

CAPÍTULO CUARENTA Y SEIS:

El AHHH del encierro.

Me encuentro sola en la casa, Meneredith y Caetano fueron a trabajar y yo no sé que hacer. Ya lavé nuestra ropa, ví una serie de ocho capítulos en Netflix, también desayuné y almorcé, pero es como si nada me llenara.

En casa si me aburría iba a correr, no obstante no puedo hacerlo, mi cuerpo arde de solo pensar en estirar, no quiero imaginar lo que será si intento correr. También leía, pero aunque los libros de Meneredith están camuflados para esconder lo que le gusta leer y que me puedo encontrar cien dólares en cada uno, las tramas son muy malas.

Pésimas de hecho y quizás esa es otra de las razones por las que no puedo concentrarme si tomo uno.

En ocasiones jugaba con la Play Station vieja de Caetano. Pero aquí no hay nada como eso, Meneredith es el ser humano más aburrido de la historia.

Camino por los pasillos y me detengo en el vestíbulo, las estatuas de personas desnudas tienen expresiones de placer en sus ojos, labios entreabiertos como si gemidos silenciosos escaparan de ellos. Pero todas están tan alejadas unas de las otras ¿Sus gemidos serán de tristeza? ¿El calor de las estatuas a un metro de distancia será una tentación que no pueden tener?

—Esa es la favorita del presidente— dice Mili desde el pasillo que divide el vestíbulo de la cocina.

Observo la estatua frente a mí y me sorprendo. La estatua aunque fría, se ve cálida, sus propios brazos están rodeándole las caderas, sus ojos están cerrados, sus labios al igual que el de las otras, entreabiertos y su cabello cae en una cascada despeinada y a la vez delicada sobre sus hombros y pechos, como si alguien invisible la estuviera abrazando, dándole su calor luego de una noche de pasión.

—¿Por qué?— quiero saber, no me interesa la razón en absoluto, pero estoy aburrida.

—Él no comparte esas cosas conmigo— puedo sentir la amargura en su voz. —Pero si le preguntas y te dice, luego me dirás.

Yo sabía. Algo venía a cambio de esta pequeña información.

—No, gracias— simulo una sonrisa y me paro frente a la siguiente estatua. —No me interesa en lo más mínimo esto, sólo quiero pasar el rato.

El silencio siguiente dura poco y extraño estar sola y aburrida, al menos antes no tenía que soportar su presencia.

—Tengo que hacer unas compras ¿Vienes?— Mili se pasea a mi alrededor con una llave en su mano. —Te dejaré conducir.

Ni en pedo.

—No, gracias— repito y me alejo, no la quiero cerca, andá a saber, por ahí me descuido y me roba otro beso.

—Como quieras— se va hacia la puerta, pero se detiene. —Oh y las cámaras de seguridad dejaron de funcionar hace media hora, no vayas al piso tres a revisarlas que cuando el presidente venga en seis horas las va a arreglar.

Espero a que se vaya y subo las escaleras.

Si las cámaras de verdad dejaron de funcionar algo debe estar mal con el sistema y no voy a esperar a Meneredith cuando puedo hacer esto por mis propios medios.

El piso tres tiene tantas habitaciones como el uno, entro en todas buscando una habitación de vigilancia, pero no la hayo y finalmente me dejo caer en la única cama con colchón que encuentro.

La luz del sol entra por la ventana, me da en los ojos y estoy tan aburrida que empiezo a dormirme, pero la puerta que dejé abierta me despierta al estrellarse y cerrarse.

Un suave y duro Ménage À TroisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora