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CAPÍTULO SESENTA:


El silencio de él.

Caetano:

Me pongo nervioso cuando la camioneta se detiene frente al hotel, Mía baja inmediatamente con las bolsas de ropa nueva que me compró en las manos, el resto las tengo yo, pero demoro más en poner un pie en la acera.

No estoy seguro de entrar, mis manos sudan mientras imagino la reacción de ambos y es que no solo le compré el anillo a Mía y luego fuimos a diferentes tiendas para agrandar mi guardarropa, sino que en secreto compré algo para Meneredith.

Cuando lo compré creí que sería una idea genial, lo imaginé sonreír con sus lindos dientes y sus ojos brillando, sus labios moviéndose para contarme cuanto le gustó, pero ahora que lo pienso me siento como un tonto. Meneredith tiene cada objeto que quiere, no necesita más y no recibe obsequios de nadie.

Lo sé porque cada año en su cumpleaños él se deshace de los regalos que llegan a su oficina y me temo que este en pocos minutos será uno de ellos.

—¿Cae, estás bien? — Mía regresa y abre la puerta para mí, detrás de ella veo al conductor y guardaespaldas cargando con sus bolsas mientras no aparta los ojos de ella. —¿Pasa algo, bombón? — me pregunta viéndose muy preocupada.

Le beso los labios y bajo de la camioneta tomando su mano mientras la llevo dentro del hotel. No quiero exponerla al peligro, jamás me lo perdonaría si algo le pasa.

—Solo me quedé pensando un segundo— le explico y la guío al ascensor,  ella se cuelga de mi brazo y recarga su cabeza en mi hombro.  —¿Te gustó el anillo? — le pregunto, no ha dicho mucho desde que se lo dí, eso también me preocupa, quería que fuera especial, que supiera cuanto la amo, pero al igual que yo ella parecía estar sumida en sus pensamientos.

—No, no me gustó...me encantó — mi corazón se detiene y luego se acelera cuando ella sonríe, casi me da tremendo susto.

Le sonrío de regreso y le beso la cabeza.

—Me alegra, cuando cumplamos diez años agrandaré la piedra y haré lo mismo cada año luego de ese— le prometo, me hace ilusión pasar el resto de mis días junto a ella y es que Mía es increíble, me enamoré a primera vista de ella y cuando me habló por primera vez...mi corazón se detuvo y me prometí a mí mismo que ella sería mi amor eterno, aún lo es.

—Para cuando cumplamos diez años tendremos hijos que alimentar— se ríe y cierro los ojos mientras las puertas del ascensor se cierran tras nosotros para imaginarme ese futuro.

Ella, yo, niños, muchos niños y... Meneredith.

¿Él querrá niños? Nunca se me ha ocurrido preguntarle, aunque también me pregunto si los niños serían solo míos o también suyos ¿Mía querrá hijos de él?¿Aceptaría tener hijos de los dos?

Mi estómago se revuelve, hay tanto que no sé, tantas cosas que día a día me preocupan y la mayoría son respecto a nosotros. No puedo leer mentes así que no sé lo que piensan o cuales son sus deseos, pero me gustaría, así sabría como complacerlos. A ella en la cama y a él alcanzando su corazón.

Espero algún día saberlo.

—Ya llegamos— Mía me saca en cuanto las puertas se abren y me guía hacia el departamento de Meneredith. La sigo en silencio, el guardaespaldas viene detrás de nosotros y deja las bolsas junto a la puerta antes de irse, las recojo y sigo a mi esposa dentro del departamento.

Lo primero que veo es a Mili limpiando el techo con un secador de piso y un trapo.

Tanto Mía como yo nos la quedamos viendo. La mujer da saltitos para estirar al máximo su brazo y alcanzar el techo, pero apenas lo logra. Oculto la risita tras una mirada seria y nos dirijo a la habitación.

Un suave y duro Ménage À TroisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora