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CAPÍTULO SESENTA Y SEIS:

La revelación de Meneredith.

Mis ojos se entrecierran, estoy más que aburrida, tengo hambre y desde hace algunos minutos estoy cabeceando, si no fuera por mis manos que sostienen mi cabeza ya me habría golpeado.

Alzo la cabeza intentando no dormirme y miro a mi alrededor, desde hace un hora el personal de la empresa está buscando algo y no sé qué es, pero se ven muy graciosos caminando de un lado para el otro con caras aterradas y confundidas.

Bostezo y miro a los guardias que ignoran el kilombo a su alrededor y a mí.

Los empleados dejaron de entrar hace horas, probablemente ya es de mediodía y sigo preguntándome cómo es que Meneredith no notó que su mejor técnico no asistió a la reunión.

¿Fueron solo palabras? Lo mataré si lo dijo solo para llevarme a la cama...aunque ahora que lo pienso es posible. Un segundo me decía que no tenía permiso para renunciar y al siguiente me estaba clavando contra la cama.

Ahora todo tiene más sentido, ya sé porqué mi mente le ordenó a mis labios que le dijeran amo, incluso le aplaudiría si no fuera porque los dos guardias me echarían por completo. Gran nivel de manipulación tiene...y lo sabe usar, mierda.

Sacudo la cabeza apartando ese último pensamiento y bostezo, ya es como la quinta o sexta vez que lo hago, en cualquier momento me voy a dormir y solo pasaré más vergüenza.

Busco a mi alrededor algo en lo que enfocarme, alguna distracción o lugar donde poner mis ojitos para que no se cierren.

Podría ver a la recepcionista que sigue caminando de acá para allá como loca o ver a los asistentes que suben y bajan por los ascensores buscando quién sabe qué, se me ocurre que podría ayudarlos si tan solo supiera qué buscan y si estuviera adentro, sería divertido hacer una especie de búsqueda del tesoro, el edificio es uno de los más grandes, el juego sería mortal, Cae estaría encantando.

Mi estómago se revuelve al pensar en mi esposo ¿Estará bien?¿Habrá almorzado? Espero que Meneredith haya puesto a alguien a vigilar las cámaras.

Me paso la mano por los ojos en un intento de despejarme y saco un caramelo viejo y de quién sabe qué año del interior de mi bolso, no lo como, pero sí juego con la envoltura haciendo un ruido que molesta a los guardias.

Suelto una risita y hago más ruido. De reojo los veo observarme y sigo jugando apretando y deslizando el papel entre mis manos.

Oigo un murmullo, quizás una maldición y encojo los hombros indicándole que me importa un huevo.

La envoltura se me rompe en una esquina y el guardia a mi lado, el único que se dispuso a hablarme en el ascensor suelta una risita y lo fulmino con mis ojos, el efecto es tanto que sus ojos se abren como platos y la risa se extingue.

—¿Ya no eres tan valiente, he? — suelto una risita y miro al otro guardia, que por alguna razón también tiene sus ojos abiertos. —¿Qué? — pregunto.

—¿Qué haces en el piso, Mía? — Advierto de la presencia de Meneredith y alzo la cabeza, él está a tres metros de mí, más allás de los scanners.

Le sonrío y me lavanto.

Estiro las manos y con movimientos que se podrían considerar danzantes señalo a los hombres a cada lado de mí.

—No me dejan entrar, dicen que no trabajo aquí, me echaron sacándome a las rastras y me ignoraron cuando en incontables veces les dije que te llamaran— sí, no me guardo nada y aún tengo más —También me tomaron por un principiante indicándome que vaya a las entrevistas en el piso dos, se burlaron de mí y se rieron cuando me empecé a dormir, guillotina como mínimo, jefe— le pido y avanzo hacia él, pero una vez más el scanner me lo impide.

Un suave y duro Ménage À TroisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora