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CAPÍTULO CINCUENTA Y TRES.

El secreto de Mía.

Cae me envía mensaje una hora más tarde, está en camino hacia aquí y me dice lo que tanto temía.

Brenda no tiene antecedentes, es una enfermera altamente capacitada según los registros de sus trabajos anteriores, lo cual me hace dudar ¿Qué tal si lo flashé? ¿Si Cae tenía razón y el sedante me hizo delirar?

Mi cabeza duele de pensar, el recuerdo de ella pinchándome el brazo se repite y aun cuando me creo que no lo soñé  tengo mis dudas.

Desde el regreso de los Eyes todo ha sido demasiado estresante y estar sola en la mansión no ayuda, solo me estresa más, pero dudo que Meneredith me deje volver a la empresa, se veía muy decidido en darme estas estúpidas vacaciones y sé que tuvo intensiones buenas, pero ¿Por qué tuvo que hacerlo justo ahora? La aplicación está siendo lanzada, el trabajo aumentará y se necesitará toda la ayuda para manejar los servidores.

Estar aquí solo me hace sentir una inútil, debería estar con el equipo disfrutando de que mi aplicación, la que yo creé con tanto esfuerzo, pronto se convertirá en una de las más usadas en el mundo, pero estoy aquí y dudo que me dejen volver.

Bajo de la cama y observo los moretones antes de vestirme. Ya casi no están, tampoco duelen, ahora son recuerdos de lo que pudo ser una tragedia, pero pronto cuando se vayan no quedará nada y mi propio cuerpo dejará de recordarme que casi me matan.

Deslizo el dedo por el moretón más grande que se encuentra en mis muslos y presiono, pero no siento dolor alguno y hago lo mismo con la muñeca vendada, esta me da una leve punzada, aunque no lo suficientemente fuerte como para detenerme de usarla.

Dejo atrás mis moretones y me visto mientras una idea se cuela en mi cabeza, escojo ropa de gimnasia, recojo mi cabello en un coleta alta y cuando estoy lista salgo de la habitación lila rosada y bajo el tramo de escaleras hasta la planta baja. Observo por las ventanas, pero aunque lo busco, no encuentro a Tayler y decido salir. Los guardaespaldas me saludan con la cabeza al verme, les devuelvo el saludo y miro hacia todos lados buscando a la única persona que estoy segura me sacará de aquí.

Paseo por el patio hasta que finalmente lo encuentro en una de las esquinas a la izquierda de la casa, no está solo, hay otro guardaespaldas con él y ambos se quedan callados al verme.

—Hola ¿Podemos hablar? — le pregunto a Tayler y él asiente y se acerca, me saluda con un beso en la mejilla como es lo usual en Argentina y me sonríe.

—Ya estás mejor— comenta viéndome de arriba a bajo y apenas prestándole atención a los moretones de mi estómago el cual a causa del corpiño deportivo que traigo puesto está al descubierto.

—Sí, ya no duele nada— miento porque sé que si le digo que mi muñeca duele, probablemente no me dejará salir. —Y me preguntaba si podrías llevarme a correr— señalo las gigantescas rejas negras. Antes corría casi siempre y lo extraño. Correr me ayudaba a despejar la mente y por un rato al menos podía apreciar el mundo exterior sin pensar en los problemas.

—Mía, el jefe dijo que no te dejaramos salir ni a nadie entrar, es peligroso— me dice sacudiendo la cabeza. Considero la idea de insistirle, de pedirle que me saque en secreto, que nadie se enterará, pero es otra mentira. Los guardaespaldas tarde o temprano tendrán que dar su reporte y Tayler perderá el empleo por mi culpa cuando reporten que salímos de la mansión.

—Está bien, gracias— doy media vuelta y comienzo a regresar a la casa, pero Tayler me sigue y cuando estamos a punto de entrar me rodea con su brazo la cintura y se acerca a mi oído.

Un suave y duro Ménage À TroisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora