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CAPÍTULO CUARENTA Y TRES.

El Zzz de Mía:


Meneredith dijo que ya subía, que iría por un libro y nos acompañaría en la cama, pero se está tardando y Cae no deja de caminar de un lado al otro jugando con las cortinas, encendiendo y apagando las luces probando así cual queda mejor para el ambiente y al mismo tiempo poniéndome nerviosa.

Cuando pasa delante de mí le tomo la mano y lo atraigo, queriendo que se detenga, que deje de dar vueltas y me abrace.

Él sube a la cama colocando sus piernas a cada lado de las mías y se sienta en mi regazo con la intención de darme un beso, pero jadeo sintiendo mis piernas doler y él se apresura a sentarse a mi lado.

—¿Estás bien?— pregunta y me levanta cuidadosamente, nos pone en la misma posición de antes, pero esta vez yo estoy sobre él.

—Bien— repito y lo abrazo aferrándome a él. Dejo un beso en sus labios y acaricio su barba con mis uñas.

—¿No piensas afeitarte?— sonrío juguetonamente y él atrapa mi mano y se la lleva a los labios.

—Lo haré si te cortas estas garras— se ríe y deja un beso en mi frente. —Mi espalda dolerá esta noche, bombón— bromea y me acerca para que lo bese, sin embargo nuestro beso no va más allá de un pico.

“Mi espalda dolerá esta noche”, la frase se repite y tiemblo al darme cuenta de lo que significa. En otro momento reiría y adelantaría el encuentro, pero se supone que esta noche no seremos solo nosotros dos en la cama.

—Deben esperarme— dice Meneredith al entrar como si hubiera sido convocado por mis pensamientos.

Lo observo y no trae camiseta, sostiene un libro en su mano derecha y la izquierda la tiene dentro del bolsillo de su pantalón.

Desvío la mirada al piso y permito que Cae con delicadeza me lleve al centro de la cama donde Meneredith se nos une para leernos como habíamos acordado en la cena. Él nos dice el nombre y nos enseña la portada, no nos lee la sinopsis para evitar llevarnos algún spoiler y creo que es lo mejor ya que no pude enfocarme en el título y mucho menos lo habría hecho con la sinopsis.

El jefe se aclara la garganta y comienza a leernos, Cae recarga su cabeza en mi hombro y ambos lo vemos deslizar sus ojos por las palabras con su voz sensual, pero a diferencia de Cae, no puedo enfocarme en lo que Meneredith relata, en su lugar me paso la siguiente hora viéndolo, preguntándome cómo será tener sexo con ambos al mismo tiempo.

¿Me gustará o lo odiaré?¿Mi cuerpo adolorido lo soportará?¿Será diferente a cuando lo hicimos en la sala?

Meneredith chasquea sus dedos frente a mis ojos y siento a Cae darme dos besos en el hombro.

—Bombón— susurra en mi oído llamando mi atención y volteo a verlo. —Ya terminó, mañana leeremos el resto— se ríe y me besa. Siento a Meneredith que también se nos une dejando besos en mi hombro para reemplazar la boca de Cae y me apresuro a alejarme de ambos, finjo un bostezo y abro la cama.

—¿Apagan la luz? Tengo sueño— miento y ambos se miran, pero asienten y suspiro aliviada.

Meneredith se baja y Cae se mete en la cama conmigo, nos acomoda recargando su cabeza en mis pechos y toma mis manos para que le acaricie el pelo.

—Te amo— me dice y deja un beso sobre mi pezón, me río por ese para nada romántico beso y obsevo a Meneredith que luego de apagar la luz se nos une y me hace recargar la cabeza en su pecho.

—Los amo— nos dice y Cae suelta una risita.

—Yo sabía que eras un romántico— se burla y siento las manos de nuestro jefe meterse dentro de mi pantalón.

—¿Dónde está tu pene?— se queja luego de unos segundos y le golpeo la mano.

—¡Ese es mi pantalón!— me quejo y Cae vuelve a reír, pero se queda callado cuando suelta un gas.

—Lo siento— dice arrepentido y cierro mis ojos acariciando su cabello hasta que me quede dormida.

—Los traigo a mi cama y se pedorrean ¿Quieren que los eche?— se queja el sorete y me río.

Cae debe estar rojo.

—Cuando estás en una relación aceptas a tu pareja con pedos y todo ¿O no bombón?— me dice Cae y suelto una gran carcajada.

—Sí, bombón.

—¿Entendiste Meneredith?— insiste mi amor y Meneredith suelta un ronquido que nos hace reír aún más.

—¿Te quedó claro, Caetano? Cero pedos en mi cama, tus excusas solo me hacen ddormir— declara el jefe y Cae se ríe y lo siento trepar hasta darme un beso y luego uno a Meneredith.

—¿Y ahora?— se ríe.

—Duérmete.

—Pero...

—Duérmanse— intervengo y cierro los ojos hasta que una vez más siento una mano escabuyéndose entre mis piernas.
—Ese sigue siendo mi pantalón— me quejo, pero la mano no se aleja como creí que haría.

—Lo sé, Bombón.

.     .     .

Despierto con besos y caricias por todo mi cuerpo, abro los ojos y me paralizo al ver a ambos hombres besándome las piernas y con sus dedos acariciándome dentro y fuera de mi núcleo.

—¿Por qué?— gimo y me sostienen las piernas evitando que por accidente los patee.

—¿Por qué no?— dice Cae y Meneredith se hace un lado dejándole el camino libre hasta mi entrepierna la cual expone ante sus ojos como si fuera una exhibición y se inclina para...

Oh.

No me esperaba esto.

—Si gimes haré que se detenga— me advierte el jefe y lo atraigo hacia mí, le beso los brazos duros y músculosos, también la garganta y los labios de forma dulce y cariñosa. Él se extremese y por un segundo nuestras miradas se cruzan rebelando la confusión de sus ojos, pero entonces gimo demasiado alto, demasiado delicioso con el dedo de Cae que se adentra en mí y Meneredith da la orden para que pare.

—¡No!— refunfuño y ambos se bajan al mismo tiempo de la cama.

—Estamos a mano— me dice el sorete y abandona la habitación.

Miro a Cae y él me sonríe.

—Por lo de anoche— explica con el rubor por los cielos y me lanza un beso. —Te espero para desayunar, te amo.









Un suave y duro Ménage À TroisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora