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CAPÍTULO SESENTA Y DOS.

Mía:

No podía retrazarlo más, sabía que Cae esperaría hasta que me durmiera, pero el sueño decidió no acompañarme esta noche y es por eso que fingí dormir pues no quería arruinar sus planes, aunque estos me ponían muy nerviosa.

El solo pensar en Meneredith tocándolo, haciéndole muchas cosas más, me inquietaba al punto que di vuelta tras vuelta en la cama.

El departamento se encontraba en silencio, era bueno en cierto punto, quizás solo durmieron, aunque a la vez podría significar que tienen las bocas tan ocupadas que no pueden hacer ni un sonido.

Meto la cabeza bajo la almohada y me obligo a intentar dormir, me digo a mí misma que él está bien, pero al mismo tiempo los recuerdos de esta tarde ne atacan.

Meneredith y yo tuvimos sexo, solo él y yo. Y aunque para nada me abstuve de gritar cuanto me gustó, Cae no interfirió en ningún momento. Mi amor hasta nos preparó el almuerzo, entonces ¿Por qué no puedo hacer lo mismo? ¿Por qué no puedo cerrar los ojos y dormir? Sé que ellos estarán bien, debería poder dejarlos tranquilos esta noche.

Y sin embargo, todo en mí me pide que vaya a la cocina y tome un vaso de agua y quizás de imprevisto captar algo...

Refunfuño y sostengo con fuerza la almohada, hay tantas excusas que se me están ocurriendo.

Me dio hambre así que fui por algo de comer y ups...los escuché.

Escuché un ruido así que quise revisar para que todos estemos a salvo y ups...los escuché.

Quería ir y ver si a Ester le gustaría acompañarme mañana a la empresa y ups...los escuché.

Finalmente el sentido común gana y me obligo a cerrar los ojos, no voy a molestar a mi esposo...eso sí mañana le voy a hinchar las bolas para que me cuente todo.

Cierro los ojos, acomodo la almohada debajo de mi cabeza y me cubro con las mantas.

Estoy lista para dormir...

—¡Meneredith, ahh!

¡Esto tiene que ser una maldita broma!

Bien, bien, solo lo ignoraré e intentaré dormir...

—¡Duele!

¡¿Qué?!

Salgo rápido de la cama, las medias en mis pies impiden que haga ruido al caminar y me dirijo rápidamente al pasillo, atravieso la cocina, la sala y me dirijo al lugar donde los gemidos salen.

Estoy a punto de abrir la puerta para proteger a mi esposo cuando oigo "Dame más de eso" y no parece un gemido de sufrimiento.

Apoyo la cabeza en la puerta e intento escuchar, los segundos pasan, no capto gran cosa, hasta parece que la habitación se ha quedado en silencio.

—¿Listo? — escucho de repente a Meneredith y frunzo el ceño.

¿Listo para qué?

Acerco mi ojito al agujero de la cerradura y agradeciendo que la luz está encendida observo quedando pasmada cuando Meneredith dirije su miembro a las piernas de mi esposo mientras se besan con pasión.

Siento una punzada de celos, mi respiración se acelera, sé que debería irme, esto es entre ellos, este momento les pertenece y yo no debería estar haciendo nada aquí. Cae incluso me abrazó hasta que creyó que estuve dormida, él siempre es lindo conmigo...aunque no puedo dejar de mirar y pronto siento calor, como si alguien hubiera encendido una estufa.

Me quito la camiseta quedando solo en corpiño y la arrojo a un lado. Nadie podría dormir vestido esta noche, hace demasiado calor ¿Treinta grados quizás? Se siente como un infierno.

Recargo la frente en la puerta para estar más cómoda y espío viendo como la espalda de mi amor se arquea y sus labios se abren dejando escapar un suspiro.

Inconscientemente me llevo una mano al pecho descubriendo mi pezón duro y sensible, lo acaricio trazando círculo a su alrededor, mi respiración se acelera aún más y pronto jugar con uno de mis pechos no es suficiente.

Desabrocho el corpiño y los dejo caer a mi lado, la hebilla hace ruído al golpear el suelo, me paralizo y aparto rápido la cabeza de la puerta.

¿Y si me oyeron?

Permanezco callada por largos segundos hasta que la curiosidad me gana y vuelvo a asomar mi ojito descubriendo porqué ninguno de los dos se levantó a ver qué fue ese ruido en el pasillo. Meneredith...él...lo está embistiendo.

El calor se vuelve insoportable y comienzo a deabrocharme los shorts, mis manos rozan un instante mis muslos, pero es suficiente para notar lo mojada que estoy.

Deslizo más adentro la mano, estoy empapada entre mis bragas y solo puedo hacer una cosa y no es irme precisamente.

Mis dedos se mueven apartando la tela ya mojada, me acaricio sin dejar de ver lo que sucede en esa habitación.  No puedo explicar porqué lo hago ni cómo me siento, aunque a la vez no puedo apartar la mirada.



Un suave y duro Ménage À TroisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora