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CAPÍTULO SETENTA Y OCHO:

Caetano:

Lo volví a hacer.

Yo.

No Mía.

Yo.

Y ahora no quiero salir del baño. He luchado toda la mañana para ocultar el collar, Mía dijo que lo usara en el departamento y que ella me ordenaría cuando debía ponérmelo, pero también lo ajustó alrededor de mi cuello hace dos días y desde entonces no me pidió que me lo quitara.

Creo que olvidó que lo traigo y lo peor es que es incómodo para dormir, fallo al intentar no mojarlo en la ducha y ahora está lleno del semen de Meneredith y encima me lo quité y se lo dejé en el escritorio.

Mía se va a molestar si sabe que me lo quité.

No lo notó cuando la encontré en el ascensor, pero solo porque la distraje por casi diez minutos con besos y felicitaciones.

En dos ocasiones quiso envolver sus manos alrededor de mi cuello y solo se me ocurrió sujetarle las manos, ponerlas sobre su cabeza y comenzar a desnudarnos.

Para cuando permití que el ascensor siguiera su rumbo tenía los labios hinchados, mis pantalones se sentían húmedos y Mía no dejaba de besarme el cuello.

Ni siquiera sé como no lo notó.

Lo único bueno de ese encuentro fue la sonrisa de Mía, el sexo y el hecho de que había safado del castigo que probablemente recibiría si ella hubiera notado la ausencia del collar.

El resto fue todo malo. Los empleados me miraron mal cuando las puertas por fin se abrieron, por supuesto a ninguno se le pasó por alto mi camisa arrugada, el labial en mis labios y el desorden de mi pelo.

Y para colmo cuando vengo a ver a Meneredith para disculparme por llamarlo panqueque, traidor, rata, forro, zorete mal cagado y cabeza de tacho, me castiga y pone unas esposas en el collar para tirar de mí mientras se la chupo.

No sé que es más humillante, que todos me hayan visto con labial en la cara y sintiendo las replicas de un orgasmo o que el semen de Meneredith casi me entra en el ojo.

Ambas son igual de malas y humillantes.

Aunque creo que ninguna es tan mala como el hecho de que quiero repetirlo y tenerlos a ambos para mí. Sin embargo, no estoy seguro de poder soportarlo.

Hoy apenas fue una pizca, con Mía fue a las apresuradas adentro del ascensor y con Meneredith solo tuve que usar mi boca, pero dudo que pueda utilizar mi pene con ambos en tan poco tiempo.

Ni siquiera sé como le gusta a Meneredith y Mía ya dejó claro que no la satisfago del todo... Quedaré frito si tengo que ocuparme de los dos.

-Caetano, se enfría el café- llama Meneredith desde el otro lado de la puerta y me miro al espejo frente a mí.

Tengo que salir.

Ya es hora.

Abro la puerta y me deslizo fuera del baño. Doy pequeños pasos hacia el escritorio, no levanto la cabeza, me enfoco en mis pies como si fueran lo más interesante de la oficina.

Como puedo tomo asiento frente a Meneredith, bebo un sorbo de café y luego me abrocho el collar ocultándolo debajo de la camisa.

-¿Cómo te sientes? - Meneredith estira su mano y acaricia la mía.

-Bien.

Lleno de inseguridades y preguntas que no me atrevo a decir en voz alta.

-¿Te molestó?

Un suave y duro Ménage À TroisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora