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CAPÍTULO TREINTA Y DOS.

Maratón P1:

Cuando abandonamos Argentina, nos despedimos de los asados del domingo, de las reuniones con las hermanas y tía de Cae, del bullicio que esas cinco mujeres provocaban haciendo parecer que no éramos siete en una mesa, sino cien.

Y ahora aquí estoy, sentada en una gran mesa de madera tallada, acompañando a una numerosa familia que, aunque es bulliciosa, no me hace sentir como en casa, quizás se debe a que tengo a Meneredith frente a mí viéndome a cada nada, o tal vez porque quiero hablar con Cae que está sentado junto a mí, pero no puedo porque no es el momento y tampoco sabría que decirle.

Él charla con todos, demuestra sus conocimientos en el área de contabilidad y cuenta como con los nuevos avances tecnológicos que hemos ido desarrollando la empresa se está preparando para el siglo XXII.

Yo por mi parte muevo el tenedor para mariscos sobre la comida, ya que Meneredith logró quitarme el apetito con lo que dijo hace rato.

—¿No es de tu preferencia?— habla una voz cálida muy cerca de mí. Sonrío y veo al abuelo de Meneredith, que está sentado a mi izquierda.

En una situación diferente, yo, al igual que hizo mi esposo, le estaría contando cómo avanzó la compañía, la forma en que la tecnología a ido progresando con los años, no obstante, esta no es esa situación y en su lugar digo:

—No es eso, señor, no quise insultarlo al menospreciar su comida, es que no tengo
apetito.— explico siendo tan respetuosa como puedo.

—Si estás triste porque mi nieto no está tocando tu pie por debajo de la mesa, déjame decirte que lleva diez minutos pateando el mío creyendo que soy tú.

—¡¿Qué?!¡¿Y por qué no me dijiste?!— exclama Meneredith hablando lo suficientemente bajo para que solo nosotros lo escuchemos y el señor suelta la carcajada más contagiosa que oí en mi vida.

—¿Creíste que ella te daría un pisotón? Dith, no subestimes a este viejo, aunque tengo ochenta y siete sé cuando estás enamorado, esos lentes de contacto no esconden el brillo de tus ojos.

¿Lentes de contacto?

—Abuelo, ya basta— se frustra el jefe conteniendo su mal humor y yo me apresuro a aclarar que sea lo que sienta Meneredith no tiene nada que ver con lo que yo siento.

—Señor, su nieto y yo no tenemos una relación extraprofecional.— digo todo tan rapidito que le cuesta entenderme y para no repetirlo sigo adelante, pero con normalidad. —Soy una empleada más en su empresa, de hecho me encargo del sector de computación y actualmente estoy desarrollando el modelo para una nueva aplicación que saldrá al mercado el próximo mes— le explico y me llevo un pedacito de marisco a la boca, Meneredith me ve enojado y se marcha rápido y dando zancadas.

Su abuelo lo sigue con los ojos y se lleva su copa llena de vino a los labios.

—¿Y tú lo crees?— alza la ceja.

—¿Qué cosa, señor?— le pregunto sintiéndome algo perdida y él toma mi mano y me enseña mi anillo.

—Vas a ser su esposa, eso es extraprofecional, que no lo quieran contar está bien, pero deberían esconder mejor el secreto— mueve sus cejas con diversión y pasa sus dedos por mi anillo.

¿Yo?¿Casarme con él?

—Señor, yo ya estoy casada— señalo a Cae junto a mí y la diversión en sus ojos se va. Observa a mi esposo, luego al asiento vacío frente a mí y se levanta.

—Si me disculpas, debo excusarme unos minutos— besa mi mano, toma su bastón y se retira del gran comedor lo más rápido que puede.

—¿Qué pasó allí? No se veía muy feliz— me susurra Cae terminando de comer y asiento.

Creo que arruiné la cena familiar.

—Ya deberíamos irnos— le digo para no causar más problemas y él está de acuerdo. —Buen provecho— agradezco la comida al resto de la familia y me levanto, acomodo la silla y salgo esperando que Cae me siga.

Él tarda en despedirse varios minutos y yo aprovecho para ir en busca de Meneredith porque dudo que alguna de las camionetas se mueva si él no da la orden.

Avanzo por los pasillos y me detengo al verlo a él y a su abuelo bajo la pintura de San Pedro del techo en plena discusión.

—No le doy explicaciones a nadie— es lo único que dice Meneredith y lo repite una y otra vez negándose a escuchar a su abuelo.

—Nunca tuve problemas con tu sexualidad, no es algo que me incumba, pero cuando me dijiste que traerías a dos amigos con los que te acuestas pensé que eran amantes de los que van y vienen, debiste contame que están casados...

—¿Y por qué?— lo corta Meneredith viéndolo con enojo. —¿Me habrías prohibido entrar?— se ríe y su abuelo golpea el bastón contra el piso.

—¡Por supuesto que sí!¡Tus hermanos y hermanas vinieron a festejar el nacimiento de tu sobrina, maleducado!— se enoja y Meneredith rueda los ojos.

—¿Y? A ninguno de ellos les interesa Andrea ni su hija, además te veías feliz hablando con Caetano para dejarme a solas con Mía.

¿Qué?

—¡Por que ví el anillo en su dedo!¡No puedes culparme por desear que mi único nieto de sangre siente cabeza y continúe con el legado Rey!— le grita su abuelo y se lleva una mano al pecho, Meneredith no se da cuenta de eso y se vuelve a reír.

—¿Casarme?— lo dice con horror. —Abuelo, lo que menos quiero es sentar cabeza— se acomoda el moño de su traje. —Y si eso es todo, ya vine, ya presumí, me vieron y me quiero ir.

Su abuelo se lo queda viendo y no dice nada, camina hacia el final del pasillo y abre una puerta.

—Haz lo que quieras Meneredith, siempre haces eso— se gira para atravesar la puerta y me saluda con la mano antes de desaparecer. —¡Fue un placer conocerte, Mía!¡Regresa pronto!— azota la puerta.

Bueno...

—¿Y tú qué ves?

La cara de culo que tenés.

—Te espero en la camioneta, jefe— le digo y me voy de allí antes de que se la agarre conmigo.

Holaaa!!

¿Como están?

¿Qué les pareció el capítulo? No se vayan que hay dos más 😘

Hasta...el próximo capítulo 😂

Atte: MicaelaEP ❤️








Un suave y duro Ménage À TroisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora