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CAPÍTULO CUARENTA.

Él ¡MIAU! De Cae:

Por la noche duermo mucho y hoy despierto temprano, las horas de la madrugada pasan, el sol sale y para distraerme me quedo viendo el techo mientras pienso en los libros que leí hasta el día de hoy.

Las ocho de la mañana se tardan mucho en llegar, pero cuando por fin están cerca con un minuto entre las siete, la puerta se abre, Cae entra cargando una mesita de luz y me hago la dormida, pero mantengo los ojos entreabiertos para ver lo que hace.

Él está vestido con un traje sin abotonar, no trae la corbata puesta, su cabello está limpio, pero desalineado y cuando se acerca deja la mesita de luz a un lado de la cama y sale.

Abro los ojos para verla y es de color lila rosado como las paredes de la habitación.

La puerta se vuelve a abrir y cierro los ojos, Cae regresa, lo oigo dejar algo sobre la mesita de luz y camina hacia alguna parte. Me mantengo oyendo, pero hay silencio, voy a abrir los ojos y la cama se unde a mi lado.

—Dame una M— dice y aprieto las manos por debajo de las sábanas tratando de quedarme quieta.
—Dame una I— susurra en mi oído y contengo la risotada.
—Dame una A— besa mi mejilla. —Dame una U— acaricia mis pestañas con sus labios. —¿Qué se forma?— pregunta y suelto la carcajada
—¡Miau!— grita riendo y estamos tan cerca que no resisto a la tentación de besarlo y lo hago.

Sus labios son cálidos, suaves, se nota que no fueron besados durantes días, me gusta, los extrañaba.

Lamo su labio superior y él sonríe sin dejar de besarme. Aprovecha para acariciarme con sus manos los brazos, luego el cuello y baja a los dos montículos en mi pecho, pero no se detiene allí y continúa por mi vientre y más abajo en mis piernas.

—No— separo nuestras bocas y atrapo su mano antes de que me toque entre las piernas.

Él no se molesta, al contrario, deja un dulce beso en mis labios cargado de sentimientos y recarga su cabeza en mis pechos.

—Te extraño— dice oyendo el tamborileo de mi corazón y toma mi mano izquierda, traza las líneas de mis venas y se detiene donde debería estar mi anillo de casamiento. —No dejas dormir contigo, pero ¿Puedo comprarte un anillos nuevo?— pregunta con timidez como si estuviera pensando en lo mismo que yo.

Alzo la mano para verla mejor, mis dedos se sienten muy solos sin ese pequeño adorno, no me gusta.

—Costará mucho— susurro apenada, arrepintiéndome de haberlo quitado.

Él se acurruca abrazándose con cuidado a mis pechos y alza la cabeza viéndome con una sonrisa traviesa.

—¿Recuerdas lo ahorros para las vacaciones?— mueve las cejas con diversión y se lleva mis dedos a la boca, los besa. —Dudo que vayamos a algún lado este año, así que ¿Señora Heese, quiere un anillo nuevo?— sonríe, la ilusión y el brillo están en sus ojos y asiento muy lentamente con la cabeza siendo hipnotizada por su tierna mirada.
—Entonces... ¿También aceptarías renovar nuestros votos? Hay algunas cosas que necesitamos agregar a nuestra promesa— propone viendo con atención mi reacción.

¿Renovar los votos?

—Cae no— decido y aparto mi mano de su boca. —No puedo...

—Mía— se incorpora y amolda mi rostro entre sus manos con delicadeza. —Ya no le hablo, no me acerco, ni siquiera lo miro ¿Qué tengo que hacer para que me perdones?— pregunta con tristeza y no sé qué decirle, si lo ama no hay nada que pueda hacer para anular esos sentimientos y la distancia solo lo hará añorarlo.

Un suave y duro Ménage À TroisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora