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Capítulo setenta y cuatro: 

Maratón parte 1:

CAETANO:

Me escabullo al dormitorio apenas llegamos al departamento.

Estoy alucinando con lo que sucedió hace unos minutos en la mansión. De repente siento que tengo muchas opciones y ese número acrecienta cuando pienso en lo que tanto Mía como Meneredith, juntos, podrían ofrecerme.

Me quito los zapatos y me dejo caer en la cama. A lo lejos oigo a Mía caminar, se ha quedado en la sala y ha estado caminando de un lado para otro desde entonces.

Sé que debería ir con ella, quizás está tan abrumada como yo, es decir ¿Me azotó, verdad? Eso debió afectarle ¿Estará pensando tanto como yo? ¿Me necesitará a su lado?¿O querrá un poco de espacio?

No lo pienso mucho y aunque no he salido de este raro estado de shock voy tras ella, pero me encuentro con que está utilizando su teléfono mientrascamina.

Al escuchar que me acerco, se gira y me sonríe, pero rápidamente vuelve a ver la pantalla y toma asiento en el sofá.

-¿Estás bien? - Le pregunto, aún recuerdo su sonrisa en el auto y cómo no me soltó la mano en todo el camino aquí, también su respiraciòn agitada que temí nunca fuera a tranquilizarse.

-Ajá...¿Cómo describirías mi desempeño en la empresa? - murmura y se lleva la mano a boca para morderse las uñas.

Le atrapo los dedos antes de que se haga daño y sentándome a su lado me la llevo a la boca dándole un beso.

-Extraordinariamente seductor...— respondo y sé que debería darle una respuesta seria, su mirada firme me indica que es una pregunta importante para ella, pero si está tan distraída como para intentar morderse las uñas, entonces no es nada bueno y decido obtat por bromear, por ponerla de buen humor. —...En especial en ciertas tardes cuando las cámaras de la empresa dejan de funcionar...¡Auch!

-Hablo en serio- murmura tras darme un golpesito en el estómago. Le sonrío y sé que se va a molestar, pero no puedo resistirme a guiñarle un ojo.

-Y yo.

-¡Caetano! - Intenta darme otro golpesito, pero esta vez le atrapo la mano. Sus ojos se abren como platos, definitivamente no se esperaba eso, ni mucho menos el beso que le doy tras inclinarme sobre ella. Está jadeando un momento después, su mano se engancha en mi pelo, su lengua me tienta cuando la empuja un poquito entre mis labios.
Quiere que la deje entrar.

Tira de mi pelo y me atrae más cerca. Siento su otra mano meterse bajo mi camiseta, sus uñas se clavan en mi estómago.

Mi esposa me desea, pero me resisto impidiendo que esto vaya más allá que dulces piquitos.

-Caetano- se queja. Se aparta de mí, poniendo unos escasos centímetros entre nosotros. Aún podría besarme. Aún tiene su mano fuertemente aferrada a mi pelo. Sus uñas dejan de clavarse en la piel de mi estómago, pero no deja de tocarme.

-Hoy dijiste que no- le explico. No quiero que crea que no la deseo, pero se sintió horrible entender que para ella no soy como Meneredith y que ante sus ojos traté de forzarla. -No quiero presionarte.

Su mano se desliza de mi pelo y cae sobre su rodilla, la otra baja mi camiseta y tras acomodarla también es retirada.

-Lo siento, soy yo ahora la que intenta forzarte- me da una sonrisa triste y se concentra de nuevo en su teléfono. Una vez más intenta morderse las uñas y yo la detengo, pero no parece notarlo.

Un suave y duro Ménage À TroisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora