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CAPÍTULO SESENTA Y CUATRO.

EL CLICK DE SU VOZ:

MÍA:

Mañana será un gran día— recuerdo que eso pensé antes de dejarme caer en la cama completamente exhausta. Y ahora sé que fue el placer lo que me hizo pensar tan ridículamente.

Ya es tarde, debería estar levantada hace media hora, si sigo en la cama por más tiempo no alcanzaré a ducharme ni a desayunar antes de ir a la empresa. Aunque por otro lado no me molestaría pasar el resto de mi vida en esta cama.

Anoche...eso se salió de control. No debí ir con ellos, no debí espiar a través de la puerta, mucho menos comenzar a tocarme. Dios, nunca hice algo como eso, jamás se me pasó por la cabeza espiar a alguien más teniendo sexo y sin embargo, de solo recordarlo, lo cual trato de evitar, mi estómago se retuerce con miles de mariposas.

No lo entiendo. Debería estar celosa o enojada, quizás hasta triste. Debería estar considerando marcharme como la primera vez que tras verlos darse un beso robé uno de los coches de Meneredith y me fui de la casa. Aunque esta vez es diferente, es mucho peor que un beso. Ellos tuvieron sexo, vi a otro hacerle a Cae lo que él me hace a mí y por alguna extraña razón no siento ninguna emoción negativa, de hecho no me molesta...pero una parte de mí se avergüenza.

No por ellos, sino por mí.

No sé como los veré a la cara y fingiré que no sé exactamente lo que sucedió en esa habitación, que los gemidos y sus palabras no me llevaron a excitarme al punto de acabar desnuda en el pasillo con las manos ocupadas...

Escondo la cabeza bajo la almohada e intento crear un plan, podría darme una ducha rápida e ir a la empresa, luego pasar el día tan ocupada que no tendría que ver a mis hombres.

Mis hombres.

Trago grueso ¿Realmente acabo de pensar en ellos de esa forma?

El pensamiento me supera, es más de lo que puedo procesar y abandono rápidamente la cama, recojo la ropa que necesito y atravieso la habitación. En mi camino al baño no me encuentro a nadie, tampoco oigo sonidos. Me siento ligera de repente, es obvio que están dormidos, con todo lo que hicieron anoche ni yo me despertaría...

—Deja de pensar en eso— pienso, pero las palabras salen de mi boca sin mi consentimiento y ya no me siento tan aliviada ni tan ligera.

Abro la puerta del baño y me adentro cerrando detrás de mí para recargarme en la puerta sin el peligro de que alguien me vea.

No estoy lista ni sé qué responderé si alguien me pregunta qué me pasa, pero definitivamente no será la verdad.

Respiro hondo y doy un paso adelante notando por primera vez el vapor en el aire.

—¿Hola? — llamo observando la bañera y luego la ducha encontrándome con una penetrante mirada azul que no deja de mirarme mientras el agua cae por su pecho deslizándose a su enjabonada... polla. —Meneredith.

Mi garganta se siente seca de repente, siento cosquillas en el estómago y los sucesos de la noche pasada me persiguen.

Eres malo...malo...malo— me muerdo el labio ante el recuerdo de mi esposo gimiendo y retorciéndose mientras nuestro jefe le hacía lo mismo que me hizo a mí.

—Buenos días— saluda trayéndome a la realidad, le asiento con la cabeza incapaz de hablar y me regreso por donde vine.

No pasa mucho hasta que la puerta se abre y alguien entra, siento sus pisadas tras mi espalda y agradezco no poder verlo, para entonces tampoco puedo dejar de caminar de un lado al otro y mucho menos dejar de pensar en lo que vi.

Un suave y duro Ménage À TroisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora