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UNA $%@& QUE VIBRA.


CAETANO:

Camino fuera de la oficina de Meneredith, su asistente no deja de verme, lo sé porque siento sus ojos clavados en mi espalda. Probablemente piensa que soy un loco por esperar aquí afuera en vez de ir a trabajar y luego volver cuando él esté libre, pero no puedo hacer eso. Sé que si me voy ahora luego no conseguiré convencerme de regresar y realmente necesito esto.

Me detengo cuando la puerta de la oficina de Meneredith se abre y dos hombres vestidos de negro y con maletines salen. Meneredith tiene la puerta abierta para ellos, lo que significa que son personas importantes, de lo contrario él no se molestaría con esa cortesía, no obstante, cuando lo miro a la cara noto que está tenso y que quizás eso se debe a que algo no salió bien en esa reunión.

Saludo con la cabeza a los hombres cuando pasan por mi lado y avanzo hacia la oficina, Meneredith aún tiene la puerta abierta y la cierra luego de que estoy dentro.

-¿Por qué estás aquí? - me pregunta y sé que está molesto, pero al mismo tiempo está confundido de verme. Y lo entiendo, yo tampoco me esperaba venir aquí. Esto no es algo que se deba hablar en la empresa, pero no quiero romper mi matrimonio así que aquí estoy.

Decido no responder y tomo asiento frente a su escritorio, él ocupa su lugar frente a mí y guarda algunos papeles antes de alzar la cabeza y verme.

-¿Y bien?

-¿Quiénes eran ellos? - le pregunto intentando hacer tiempo para convencerme de que esto es lo correcto.

-Inversores.

-¿Algo salió mal? Pareces enojado- le digo viendo como aprieta sus manos en puños. De inmediato las relaja.

-No, todo está bien ¿Qué quieres? Tengo otra reunión en diez minutos.

Me muerdo el labio y desvío la mirada a mis zapatos. Los lustré rápido antes de venir, pero quizás debería volver a hacerlo...

-Caetano ¿Qué sucede? - insiste, su tono de voz relajándose, volviéndose el sonido tierno que utiliza conmigo.

-Me prometiste algo- murmuro tan bajo que en cuanto lo digo me arrepiento porque ahora tendré que repetirlo para que lo escuche y decirlo una vez ya es muy malo. Me aclaro la garganta y lleno mis pulmones -Quiero que cumplas con la promesa que me hiciste.

Esta vez sí me oye, pero tiemblo tanto que estoy seguro de que su ceño se ha fruncido.

-¿Qué promesa?

¿Cómo que qué promesa?

Mantengo la cabeza baja viéndome los pies, sin atreverme a mirarlo, pero en voz lo suficientemente alta como para no tener que repetirlo le digo:

-Ya sabes cual.

Y sé que sabe, es imposible que se haya olvidado de algo tan importante.

-Si me das más detalles quizás lo recuerde. De lo contrario necesito seguir trabajando- de reojo lo veo levantarse y caminar hacia la puerta.

Él la abre para mí, pero no me muevo.

-Dijiste que me enseñarías a complacer a Mía- le recuerdo, esperando que su asistente que está del otro lado no pueda oirlo.

Él cierra la puerta y regresa, pero en vez de volver a su asiento, se acerca a mí y se para a mi lado.

-¿Y cómo se supone que te ayude si ni siquiera puedes verme a los ojos? - espeta y sé que tiene razón, así que me obligo al alzar la cabeza y mirarlo.

Un suave y duro Ménage À TroisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora