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Mi estómago se retuerce de la emoción, Cae pareció leer mis pensamientos de cuando estábamos saliendo del departamento y ahora tendré un anillo nuevo.

Estoy tan feliz que la sonrisa no se me quita, el chófer me mira cada tanto por el espejo retrovisor como si se asegurara de que aún no me volví loca, pero quizás estoy a punto de hacerlo.

Me negué a entrar a la tienda con Cae, él es el esposo y él debe comprar el anillo para mí, no obstante, ya no soporto la espera. Quiero entrar a esa tienda, quiero probarme el anillo y ver cuál elije mi esposo, quiero dar saltitos y luego besar sus labios como si no hubiera un mañana.

Lo cual es raro.

Cuando nos casamos insistí en que no necesitaba un anillo, que sería feliz solamente uniéndonos para siempre, que un círculo no representaría nuestro amor, eso lo harían nuestros ojos, nuestras sonrisas y que a pesar de alguna pelea o ante cualquier suceso seguiríamos juntos. Fue una linda sorpresa que el día de nuestra boda pusiera un anillo en mi mano, realmente no lo esperaba, era de oro y tenía un pequeño diamante tan brillante y hermoso que comencé a llorar.

El maquillaje se arruinó, Cae se esforzó por contener mis lágrimas y cuando vio que era una causa perdida besó una por una hasta que dejé de llorar.

Una semana después seguía viendo ese anillo sin creermelo, me encantaba, se había vuelto todo para mí y me dije a mí misma que era afortunada, que jamás encontraría a otro como Cae y hasta el día de hoy sé que es cierto.

La puerta tintinea al abrirse y giro rápido, Cae tiene algunos anillos en su mano, son lizos y de un material que parece plástico, frunzo el ceño y él se ríe al ver mi cara.

—Necesito saber tu medida, bombón— explica y mis mejillas arden.

—Oh, claro— suelto una risita nerviosa y extiendo mi mano, él desliza tres anillos en mi dedo anular antes de encontrar la medida correcta, me roba un beso y sale de la camioneta dejándome más impaciente ahora.

No dijo nada sobre si ya eligió, ni sobre el diseño o de qué material será.

Hago puchero ante eso, el chófer suelta una risita y la disimula con una tos, lo observó a través del espejo retrovisor y lo identifico con el hombre que hablaba con Tayler el día de ayer antes de que acordaramos salir a correr.

—¿Sabes dónde está Tayler? — le pregunto y adopta una mirada sería, sus ojos casi me fulminan por un instante y luego desvía la mirada.

—Lo despidieron.

Sus palabras impactan en mi, las repito de nuevo en mi cabeza asegurándome de haber escuchado bien. El dolor se asienta en mi estómago y la emoción que sentí hace un segundo se desvanece.

—¿Quién? ¿Por qué nadie me dijo? — me acerco asomando la cabeza entre los asientos delanteros y él refunfuña asi que retrocedo, pero no dejo de verlo.

—¿Quién más? Meneredith nos advirtió que no nos acercaramos a ustedes, pero tú no dejabas de perseguirlo. El chico tendrá suerte si consigue empleo luego de esto.

Tayler, mierda, mierda.

—¿Sabes dónde vive? — le pregunto. Necesito saber si está bien, fue despedido por mi culpa y no es justo, él solo trataba de cuidarme.

—Con todo respeto señora, deje al pobre chico en paz, ya es suficiente malo que no obtenga ninguna recomendación luego de un mes entero de buen trabajo.

Mi estómago se retuerce, Diagonal Mar es difícil al comienzo y sin recomendaciones de trabajos anteriores es casi imposible. Cae y yo tuvimos suerte de entrar a R.C pero los trabajos Freelance como lo es ser guardaespaldas son complicados, nadie pondrá su vida a tu disposición sin una recomendación anterior.

Me adentro en mis pensamientos por los próximos minutos y para cuando Cae abre la puerta y entra en la camioneta ya he tomado una decisión. Hablaré con Meneredith y le pediré que lo recontrate y si no lo hace al menos insistiré en que Tayler pueda obtener una recomendación suya, es lo menos que puedo hacer.

—¿No estás emocionada? Prometo que no es de plástico — dice mi amor probablemente al ver el brillo faltante en mis ojos y que mi sonrisa ya no es tan grande.

—Claro que estoy emocionada, ya quiero verlo, dame— estiro la mano y él se inclina hacia adelante, su nariz tocando la mía.

—¿Tu...eh...Mí...Mía, que...querés ca-casarte, co...co...conmigo? — sus ojitos brillan y mi corazón estalla.

Esa fue su propuesta, lleno de nervios, tartamudeando a más no poder, a punto de salir huyendo y años después él...

—Lo recuerdas— no puedo evitar llorar, las emociones me aprietan en la boca del estómago.

—Sí, es uno de esos momentos especiales que siempre voy a recordar, bombón ¿Me permites? — toma mi mano y solo luego de que le doy el sí con un leve asentimiento de cabeza saca el anillo y lo coloca en mi dedo. —Hasta que la muerte nos separe mi hermosa señora Heese.

—Hasta que la muerte nos separe mi dulce señor Heese.

Un suave y duro Ménage À TroisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora