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CAPÍTULO CATORCE.

PAF, PAF en la cara:

Durante la cena la TV se vuelve nuestra fuente de sonido, Cae y yo estamos callados, ambos miramos la comida que encargamos por delibery, ahora ya sin ganas de probarla y Meneredith está en la sala, la TV se oye cada vez más alta y me está sacando de quisio.

Intento probar un trocito de pizza, la muerdo y aunque sabe bien no tengo hambre así que la aparto. Cae la toma y la acerca a mi boca.

—No quiero— le hago a un lado con delicadeza la mano y lo mismo con el vaso en el que me sirve agua.

—¿Cuánto hace que no comes?— me pregunta y me encojo de hombros negándome a verle los ojos, simplemente no puedo.
—Mía, tienes que comer— insiste y deja la porción de pizza en la caja de cartón, toma una hamburguesa, le quita el envoltorio y la pone frente a mí. —Te vas a enfermar— dice para que entienda la gravedad de no comer y de mala gana comienzo a hacerlo, pero no es agradable tragar con el nudo en mi garganta, aunque el sabor de la comida sí me gusta.

Cuando voy por la mitad de la hamburguesa mis ojos se llenan de lágrimas y corro al cesto de la cocina a vomitar.

Mi estómago arde con cada arcada, las lágrimas se deslizan por mis mejillas y cuando siento el estómago vacío cierro la bolsa y prosigo a enjuagarme la boca en el fregadero.

—Lo siento— oigo detrás y no ayuda en nada, me duele y me asusta que pueda dejarme, aunque una parte de mí, aquella que caminó tomada de su mano hacia el registro civil, sabe que él nunca me abandonará.

—Estoy bien— asiento tratando de convencerme y regreso a la mesa del comedor para recoger todo, pero entonces siento unos brazos que me rodean, estos se sienten más grandes que lo normal y me quiero alejar, pero entonces él susurra en mi oído:

—Ahora faltas tú— me dice con su voz firme y me suelta, vuelvo a llorar en silencio y termino con mi tarea ignorando que Meneredith está detrás de mí, viéndome.

Cae regresa de la cocina un segundo después, tiene la bolsa de basura en su mano, camina viendo hacia el piso y sale de la casa para sacarla afuera.

—¿Pensaron en una solución?— pregunta Meneredith y no tengo idea sobre lo que me está hablando así que me giro y lo veo, él está tan perfecto como siempre, tiene una camiseta sencilla negra, unos pantalones para hacer ejercicio grices y en su mano tiene una lata de energizante. Su rostro se desfigura en amargura al ver mi cara y mis lágrimas.

—¿Una solución a qué?— pregunto cuando noto que se ve preocupado y está por abrir los labios para decir algo referente a mi apariencia.

Él se aclara la garganta y me señala, sus ojos se oscurecen y la preocupación que ví en su mirada cuando notó mis lágrimas, desaparece, como si la ocultara tras una máscara.

—A la cogida que le diste a Caetano y salió en la TV— me dice, molesto. —La prensa se reúne mañana y yo ya sé lo que voy a decir, pero depende de ustedes si tengo su colaboración o si me voy en contra, así que ¿Soluciones?— pregunta con arrogancia y no me le voy encima porque Caetano entra en la cocina y me aleja de Meneredith, me besa la boca para que me calme y se gira a verlo.

—Di lo que quieras, ambos abandonaremos esta casa mañana por noche— le cuenta y me lleva escaleras arriba, pero nos detenemos al oír pasos y un repiqueteo de pies.

—Entonces ¿A sus asesinos no les molestará que cuente la verdad, cierto?— se burla y me giro hacia la pared, hay cuadros en esta, arranco uno, doy media vuelta levantando el brazo por sobre el hombro de Caetano para no golpearlo y se lo arrojo a Meneredith.

Un suave y duro Ménage À TroisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora