Romper las normas

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Segunda prueba: el reloj.

Compartía dos similitudes con el juego de la galleta. La primera similitud era que todos volverían a reunirse en círculo. La segunda similitud, que volverían a pajearse en ese círculo.

A partir de ahí, todo se intensificaba.

Para empezar, esa vez las posiciones en el círculo tendrían importancia y, para asignarlas, se realizaría un sorteo. Además, no habría galleta, ni vaso, ni nada en el medio. Porque el objetivo no sería correrse sobre nada, sino los uno sobre los otros.

Una vez se asignaran las posiciones en el círculo, cada uno recibiría también de manera aleatoria la instrucción de correrse sobre una parte concreta del cuerpo de la persona que tenga a su izquierda, siguiendo el sentido del reloj.

A partir de ahí, el juego se jugaría por rondas, también llamada horas.

La primera hora será un minuto. Por turnos, cada jugador tendrá un minuto para masturbarse sobre la parte del cuerpo de la persona de su izquierda e intentar conseguir correrse sobre ella antes de que acabe el minuto. Si lo consigue, gana la ronda, se retira del círculo y los demás jugadores seguirían jugando si él en el circulo.

Los jugadores que no se corran en ese minuto pasaran a la siguiente hora. Entonces no tendrán un minuto para correrse, sino dos. De nuevo, si se corren sobre la persona que esté ahora en su izquierda —que puede haber variado por anteriores eliminaciones de jugadores—, abandonarán el círculo habiendo ganado.

Cada vez que una persona se corra sobre otra, la persona sobre la que se corren pierde un punto en el Juego de Chicos, por lo que el objetivo es correrse sobre alguien lo antes posible y abandonar el círculo para que así nadie pueda hacer lo mismo contigo.

Además, nadie tiene permitido limpiarse hasta que no abandona el círculo, por lo que si un jugador recibe la corrida de otro, tendrá que continuar jugando sin poder limpiarse.

Nick no había oído hablar nunca del juego. Su hermano Gabriel decía no haberlo jugado nunca tampoco, aunque sí que vio un vídeo una vez sobre una partida. La idea era buena, en realidad. Era una manera inteligente se intensificar las cosas, sin ir aún demasiado lejos.

Sin embargo, Nick tenía que reconocer que tenía miedo. ¿Y si le tocaba estar en el círculo junto a su hermano? ¿Cómo iba a correrse sobre su hermano? Probablemente no sería capaz de hacerlo ni con toda la concentración del mundo... Tendría que soportar que los chicos de su derecha se fueran corriendo sobre él uno a uno. La idea le repugnaba.

Si quería ganar el juego, iba a tener que hacer algo al respecto. Es más, si quería disfrutarlo, tenía que hacer algo al respecto.

Esa tarde, unas horas antes de jugar, mientras él y su hermano estudiaban en la habitación, Nick le habló a Gabriel.

—Gab —le dijo—, ¿recuerdas cuando éramos pequeño y trucabas sorteos para que te tocaran siempre las mejores tareas del hogar? ¿Cómo lo hacías?

Gabriel dejó lo que estaba haciendo y miró a su hermano.

—Me escondía papeles en el reloj de muñeca y los sacaba con cuidado de que no se notara... —Sonrió—. ¿Por qué preguntas?

Nick se miró las manos. Estaba a punto de incumplir las normas del Juego de Chicos. Al menos, de proponer romperlas. ¿Lo comprendería su hermano? Sí, tendría que hacerlo. ¿No?

—¿Podrías hacerlo para esta noche? —Susurró—. Para el Juego de Chicos.

Gabriel se acercó a él con su silla de oficina, sorprendido.

—¿Quieres hacer trampas?

Nick rodó sus ojos.

—¿Acaso no te preocupa que nos toque juntos? ¿Y si te toca correrte en mi cara qué? ¿Piensas hacerlo sin más?

Gabriel guardó silencio unos segundos.

—Teóricamente aceptamos ese riesgo al entrar al juego.

—Sí, pero que lo aceptara no quiere decir que me muera por tomar el riesgo. Además, el juego lo has propuesto tú, por lo que si haces tú el sorteo nadie se extrañaría. Ya asumiremos el riesgo en futuras rondas.

Gabriel se encogió de hombros.

—¿Y sobre el resto de chicos sí que te hace ilusión correrte o qué?

Nick se rio.

—No, joder. Claro que no. Los demás chicos me dan más igual. Algunos más que otros, pero...

—¿Algunos más que otros? —Gabriel susurró aquello con entusiasmo en su voz—. Nick, está mañana has dicho que eras hetero.

—Ya sé lo que he dicho, ¿vale? Y lo sigo siendo. O sea, lo soy. Creo. No sé. Quiero asegurarme.

—¿Asegurarte? ¿Quieres que truque el sorteo para ayudarte a asegurarte?

Nick se mordió los labios.

—¿Lo harías o no? ¿Lo trucarías si te pidiese que pusieras a mi izquierda a un chico en concreto?

Gabriel hizo una mueca, visiblemente divertido.

—¿A quién?

Nick pronunció el nombre del chico al que no paró de mirar en toda la partida de la galleta.

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Se admiten apuestas: ¿quién es el chico que Nick quiere tener a su lado? ¿Quién acabará perdiendo en El Reloj?

Juego de Chicos (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora