La calma antes de la tormenta

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Septiembre, 2018

-Lola, ¿tienes hambre? -preguntó a la gata que estaba apoyada sobre su pecho. -¿Sí? -volvió a preguntar cuando su gatita maulló. -Vamos a por un poquito de leche -le dijo.

La gallega no había soltado a su nueva amiga desde que la encontró en su puerta la noche anterior. Después de arreglar la casa esa misma mañana y pensar el menú que serviría a sus amigos, había pasado toda la tarde jugando con su compañera y subiendo stories a Instagram. Era su forma de que Mimi viera que la estaba cuidando sin hablarle directamente. Se había olvidado de comer con tanta atención a su amiga, pero poco le importó. Sin nada más que hacer, pues ya había hecho las maletas, se dirigió al sofá para dormir un ratito.

Lola tampoco se despegaba de su dueña, la seguía a todas partes aprovechando para pasear entre las piernas de la gallega ronroneando a su paso. Un dúo inseparable.

Casi tan inseparable como la granadina y su teléfono, que estaban atentos a cualquier novedad de la gallega en Instagram.

<<Ya le ha gustao, la sube hasta a la normal>> pensaba divertida la granadina por la cantidad de cosas que estaba subiendo Miriam de su gata. Es que no paraba, llevaba así todo el día, y en mejores amigos aún más. Enternecida, reaccionó a uno de los stories.

...

Cuando la gallega se fue de su casa la noche anterior, Mimi se quedó muy preocupada por dejarla sola. Sabía lo que eran ese tipo de miedos, que están ahí desde que eres pequeña y no puedes evitar, y aunque a mucha gente le parezca absurdo o una niñería, era muy real. Tan real que a la granadina se le vino una idea muy loca a la cabeza. Descartada la posibilidad de ofrecerle su compañía directamente, cayó en las veces que la gallega le había hablado de los gatos de Pablo López, de las ganas que tenía ella de tener una mascota, pero que por falta de tiempo aún no había podido buscar algún gatito que estuviera en adopción. Así que ella, chubasquero en mano, fue al único sitio en el que podrían ofrecerle un cachorrillo a esas horas.

-Illa,-llamó a quien acababa de responder a través de su teléfono con un vitoreo- ¿tu primo sigue teniendo los cachorros esos que me dijiste?

No hacía mucho más de un mes, que Mónica le había contado que un primo suyo tenía una gata a punto de parir y no sabían qué hacer con la camada; vivían en un piso muy pequeño y con un bebé, no podían tener más mascotas. Así que le pidió a Mimi que hiciera correr la voz, justo para cuando la gallega y ella no se hablaban; aquello se le olvidó a la granadina por completo, pero ahora rezaba porque su plan saliera bien.

-¡Qué va! Los ha regalado en el pueblo este verano, ¿por? -respondió su amiga para desilusión de la granadina que ya se había montado en un taxi.

-Joooooder, coño, ¡qué mala pata tengo! -se lamentó -Na, que me he acordao de alguien que quería adoptar un cachorrillo, pero no pasa na.

-¿Quién? -preguntó la otra curiosa.

-Miriam.

Mónica permaneció unos segundos en silencio al otro lado de la línea.

-Mimi, ¿tú me tienes que contar algún bombazo? -le preguntó. La granadina podía imaginar la parada teatral que habría hecho su amiga, así como la cara de impresión que estaría poniendo.

-No -respondió sin ganas de inventar más excusas.

-Si me lo cuentas, yo te consigo un gato -chantajeó la otra.

-Illa, ¿no me has dicho que no tenías?

-He dicho que te lo consigo, no que lo tenga. Vente pa' mi casa -le dijo colgando el teléfono.

KILLA / Miriam²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora