No me llames amor

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Octubre, 2018

No hacía ni media hora que se había separado de Miriam, y Mimi no podía parar de pensar en cómo estaría. No le apetecía nada dejarla sola aquella noche, pero tampoco podía presentarse en su hotel sin más. No porque no quisiera hacerlo, si no porque Miriam se lo había dejado muy claro. Cuando salieron del bar parecía que ya se encontraba mejor, así que llegados al punto de bifurcación de sendas parejas, y muy a su pesar, le había dado un abrazo a la gallega y cada una se había marchado a su hotel. Brays se había ido a seguir la parranda y aseguró que dormía con alguien, así que habían dejado ir la oportunidad de pasar la noche juntas, pero al menos tenía tarjeta para entrar al cuarto.

Se había metido al jacuzzi nada más llegar a la habitación esperando relajarse un poco, porque estaba muy preocupada. No quería ni pensar en que la ansiedad volviera a Miriam, solo esperaba no estar contribuyendo a eso y que solo hubiera sido un sueño raro. Ella solo quería cuidarla, si eso significaba parar, iba a hacerlo. Pero lo que tuvo que parar fue el grifo cuando le pareció escuchar la puerta.

Nada, sería la de al lado. Con diligencia, sacó una de sus bombas de baño y la dejó caer sobre el agua del jacuzzi. Con cuidado por si se había pasado con el agua caliente, se metió en él. Perfecto. Subió el volumen del altavoz y se permitió cerrar los ojos y relajarse mientras el agua le rozaba la piel. Pero no solo se la rozó el agua.

De pronto sintió algo zambullirse con ella, y al abrir los ojos ¡ZAS!

-¡COÑO! ¡Que me va a dar algo aquí mismo! -se sentó de un bote con los ojos como platos.

-Shhh, no grites que no son horas -la regañó riendo.

Miriam había salido del hotel en cuanto el malagueño se fue a su habitación. Con el máximo sigilo, había entrado a la habitación de la granadina con la tarjeta con la que había salido esa tarde. La música y el sonido el grifo le dieron una pista del plan de la mayor, así que, desnudándose, había entrado a hurtadillas al baño, mirándola unos segundos, tan relajada, tan bonita... que sin dudarlo se metió allí con ella.

-¡HOSTIAS! ¡¿QUE NO GRITE?! Miriam, que me has dao un susto que te cagas -le dijo agitada. -No esperaba a nadie.

-Sorpresa -le dijo con suavidad sentándose por completo. -¿Puedo? -le preguntó mirando su torso.

La granadina tenía la espalda y la cabeza recostada en uno de los laterales y la gallega sentada en la mitad del jacuzzi medio en cuclillas, sin acomodarse. Porque ya había encontrado un sitio mejor para acomodarse.

-Joder, me río por no llorar. ¡Qué susto! Ven aquí -la acurrucó de forma que la espalda de la gallega quedó sobre su pecho y su vientre.

-Mimi, haz hueco.

-¿Más? Encima que está en mi jacuzzi y no la echo se queja... -dijo burlona.

Sabía a qué hueco se refería, pero no era plan de ponerse cachonda con algo tan simple, no quería que Miriam tuviera la impresión de que siempre pensaba en lo mismo. Aunque un poco cachonda, ya estaba. Si es que tenía una piel tan suave... y la tenía sobre su pecho, piel con piel; allí desnuda con ella. Y era tan irresistiblemente guapa, y estaba tan, pero tan...

-Venga, anda. Que tan arriba no me cubre el agua y hace frío -le pidió tratando de separarle las rodillas.

Y Mimi obedeció porque tenía toda la lógica del mundo, pobrecilla si es que se iba a quedar helada. Miriam, aprovechó para dejar caer la cabeza sobre el hombro izquierdo de la mayor. Tanto se acomodó que, inconscientemente, encajó su culo justo en la entrepierna de la granadina.

<<Me cago en la puta. Mimi, contrólate. Imagina que no estás con un pibón en un jacuzzi, y que ese pibón no te vuelve loca, ni te la quieres comer a besos, ni hacerle el... Pfff>>.

KILLA / Miriam²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora