Somos un cuadro

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Marzo, 2022

-Miriam, di algo, por favor.

Había pasado casi una hora, una hora en la que Miriam no había hecho ni el más mínimo movimiento. Y Mimi en el fondo, sintió el alivio de soltar lo que llevaba tanto callando, lo que le impedía estar con Miriam como debía, como quería. Lo único que tenía claro es que no quería perderla, pero es que lo había hecho de pena. No quería decírselo en ese momento, ni allí, ni así. Pero el hecho de que Miriam se presentara en su casa era el más claro indicativo de que tenía que soltarlo de una vez.

¿Cómo le decía aquello por teléfono? No pudo, ¿cómo podía tener la cara dura de actuar como siempre con ella después de lo que había hecho? No se lo merecía. Era consciente de que su actitud había sido la de una hija de puta, pero no supo hacerlo mejor, no sabía cómo se debía actuar después de haber cometido semejante error. Un error que ni siquiera recordaba.

-Miriam... No sé, insúltame o grita, pero di algo -la instó asustada.

-No... n-balbuceó con la mirada perdida. -Mejor me voy a casa -dijo levantándose del sofá ausente.

Mimi se quedó atónita, no era la reacción que esperaba, no podía dejar que se fuera así sin ofrecerle disculpas, sin mostrarle cuánto se arrepentía. Sin esperar a que la menor avanzara demasiado, la sujetó del brazo haciendo que la gallega se girara con ímpetu y la mirara con los ojos inyectados en sangre. Detonante para que Mimi se rompiera por dentro como un cristal que se sabe herido, que sabe que el más mínimo roce hará que la herida se abra de forma insostenible, la grieta amenazaba con hacer estallar el cristal en mil pedazos. Un cristal fuerte, que habían construido juntas, que no se arañaba fácilmente, pero al que cualquier caída con la suficiente fuerza podía hacer dividirse en minúsculos trozos que dejaban de tener sentido juntos.

-¡No me toques! -se soltó con rabia dejando las lágrimas caer sin control.

-Lo siento muchísimo, Miriam, de verdad que no sé por qué lo hice. Me gustaría decirte que fue el alcohol, que se me lanzó encima... pero es que eso no me excusa, la culpa es mía.

-Sí, desde luego que la culpa es tuya, eso ni lo dudes -rio sarcástica entre hipidos -y yo como una gilipollas pensando en qué podía haber hecho mal... -se puso las manos sobre la cabeza con desesperación.

-Lo siento, se me fue la puta cabeza. Te juro que fue solo sexo -empezó a explicar sin aguantar el llanto.

<<Creo>> le faltó añadir.

-Graaacias, me quedo más aliviada. ¿Cuántas veces? -preguntó mirándola con asco.

-Miriam, una vez, te lo juro por mi madre, y desde entonces no sabes cuánto me he arrepentío porque sé que te he fallao. Y a mí también, porque te amo con locura y he cometido el error más grande de mi vida.

-Eso tenlo claro. ¡Que no te acerques te dije! -gritó deshaciéndose de las manos de la granadina que intentaban retenerla, acercarla, sentirla. -Solo contéstame una cosa, ¿el bailecito que vio todo el mundo fue antes o después?

-Antes -respondió sin entender por qué preguntaba eso de repente, si eso lo habían hablado al momento.

-Joder... -la gallega retrocedió sin creérselo. -Te llamé y me viste como una mierda, y justo después, te tiras a otra... ¿eso es lo que me querías? Si me quisiste y no fue una puta mentira todo, claro...

-Ni insinúes eso porque no es verdad. Se me fue la cabeza, Miriam. Me agobié y se me fue la puta olla, la cagué y no me lo voy a perdonar nunca. Pero ni se te ocurra pensar que no te quiero porque te quiero más que a mí.

KILLA / Miriam²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora