A pesar de todo II

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-Bueno, ahora sí, me las piro -se despidió bajando del coche al tiempo que susurraba un gracias de nuevo y agitaba la mano.

Ya en la calle, se resguardó rápida bajo el portal de su casa mientras buscaba sus llaves. Miriam había tenido la consideración de no salir pitando de inmediato y seguía con el coche en marcha sin despegar la vista de ella. Un bolsillo, otro, se miró sus dos manos por si era tan tonta de tenerlas en la mano, vuelta a los bolsillos, lanzó una mirada al coche por si Miriam las había encontrado en el asiento y era por eso que no se había movido pero solo encontró una mirada de extrañeza. Resoplando contrariada, se acercó corriendo de vuelta al coche.

-¿Qué pasa?

-Illa, no se me habrán caído las llaves por aquí, ¿no? -preguntó nerviosa empezando a palpar todos los recovecos de la zona en la que había estado sentada.

-No, creo que no -respondió poniendo el freno de mano mientras ayudaba a buscar a la granadina que estaba empezando a mover las manos de un sitio a otro sin parar. -Vale, calma, Mimi -dijo posando sus manos sobre las de la granadina, aunque se arrepintió al instante por la maraña de sentimientos que le provocó el contacto. -Deja que aparque en un sitio mejor.

Y así, sin mediar más palabras, aparcó un poco más adelante en la puerta de una cochera que esperaba no se abriera en los próximos minutos. Permanecieron unos minutos más bsucando hasta que dieron por perdidas las llaves, habían mirado cada rincón del coche y nada.

-Pfff, nada -se quejó sentándose al fin cobre el asiento agotada de estar agachada.

-Se te debieron caer con tanto aspaviento -pensó lo más lógico Miriam. -Cierra esa puerta, anda.

Mimi cerró la puerta y recostó la cabeza mientras resoplaba agobiada.

-Madre mía, a saber dónde están.

-Bueno, vamos de vuelta a donde te encontré y listo, deben estar allí y si no te las habrás dejado en el local -intentó tranquilizarla volviendo a incorporarse a la calle.

-Y a saber en manos de quién están -continuó en bucle.

-No creo que pongan "aquí vive Lola Índigo", chica, aunque las encontrase alguien no va a ir a cada puerta de Madrid a ver cuál se abre -resolvió tranquila echando un vistazo al espejo retrovisor.

<<Al menos ha servido para que se duerman>> pensó al ver a los dos rubios dormiditos en sus sillitas.

-Encima te estoy dando la noche.

La gallega la ignoró y siguió conduciendo hasta llegar a la esquina donde se había encontrado a Mimi hacía ya casi una hora. Corretearon la calle de arriba abajo, y de haber sido por Mimi hubieran seguido allí pero a Miriam empezaba a darle muy mala espina el movimiento que comenzaba a residir en la zona y subieron de vuelta al coche.

-No hagas más drama, llamas a un cerrajero y listo, nos ha pasado a todo el mundo alguna vez.

-Supongo -admitió resignada. -¿Te importa si voy llamando? -preguntó impaciente por solventar el problema cuanto antes. -Vaya manera de joderte la noche.

-Llama tranquila. Y no pasa nada, ya te lo dije -sonrió calmada.

Mimi tenía un objetivo y un plan establecido para superar todos los sentimientos que le provocaba tenerla cerca, pero todo aquello no contribuía en nada. ¿Por qué tenía que portarse tan bien con ella? Después de todo, no se debían nada.

Se mantuvieron un tiempo en silencio mientras Mimi llamaba por teléfono a todos los servicios 24 horas de cerrajería en Madrid que encontró en Google. Uno por uno, se disculparon diciendo que con el aviso de la comunidad por la tormenta eléctrica no estaban realizando ningún servicio.

-Ni un puto cerrajero en Madrid, esto tiene que ser una coña más de la vida -colgó enfurecida tras más de veinte intentos.

-Bueno, tranquila, pensamos en algo.

Se hizo de nuevo el silencio mientras las dos cabezas no dejaban de maquinar qué podían hacer para solucionar el problema, qué podían hacer que fuera adecuado y no invadiera demasiado la extraña relación que mantenían.

-Te podrías venir a casa -ofreció la gallega.

-¡¿Qué?! Ni de coña, Miriam -respondió escandalizada.

Tal vez había sonado desagradecido y maleducado, pero es que era tan descabellado que no pudo evitar la expresión.

-Quiero decir, que te lo agradezco mucho -se corrigió deprisa. -Pero creo que lo mejor es que me busque un hotel o algo así para pasar la noche, o llamo a alguna de las chicas -dijo mirando el reloj del móvil. -Si no te importa dejarme en mi calle y ya ahí llamo yo a alguien.

Pasaban las doce cuando llegaron al portal por segunda vez aquella noche y para entonces Matías había decidido que era buena idea ponerse a berrear. Eran muy bueno para dormir, pero estaban muy cansados y tenía que reconocer que con aquel ajetreo era imposible. La gallega no había vuelto a abrir la boca desde la negativa de la granadina, tenía que reconocer que le había costado hacerle la propuesta y le había dolido de más el rechazo. Ni se lo había pensado.

-Miriam.

-Ya llegamos.

Segunda parte del capítulo subida cumpliendo los plazos prometidos.

Gracias por seguir aquí. 

¿Qué harías si fuerais Miriam o Mimi ahora mismo? Me intriga saber qué pensáis, contadme.

Os leo.

KILLA / Miriam²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora