La miro como se ríe y no puedo evitar imitarla hasta el punto de acabar llorando de la risa.
-Eso no es verdad -dice aún riéndose.
-Claro que lo es -le digo y me da un golpe en el hombro como queriendo decir que deje de tomarle el pelo, veo como llora incluso de la risa- ¡JESÚUUS! -le chillo ya que está en un poco más apartado de nosotros- ¿Verdad que en una firma me tropecé al subir al pequeño escenario y me caí de morros?
-Sí, tío -dice desde donde está- Qué pena que nadie lo grabase, fue taaaaaan buena la caída -dice mi hermano y mira a Sara- Cualquier día te la imito para que puedas reírte incluso más -la miro a ella y veo como asiente.
Vuelvo la mirada a Jesús, sé que le he interrumpido lo que quiera que estuviese hablando con María. Él está sentado en una silla y ella enfrente suya con otra. Está sentada de tal manera que también tiene apoyados los pies y se rodea las piernas mientras escucha a mi hermano antentamente. Vuelvo la vista a Sara que sigue riéndose.
-No es tan gracioso -digo intentando no reírme al verla.
-Lo es -dice y se seca una lágrima- Es imaginarlo y no puedo -vuelve a reírse y ésta vez le doy yo un toquecito en el hombro. Me muerdo el labio y no dejo de mirarla. Al final se calma y deja de reírse- Gracias por la pizza -suelta y asiento- No tenías por qué.
-Claro que tenía por qué -le digo y me giro en el sofá para poder mirarla de frente, ella me imita- Además -la miro seriamente-, me lo he pasado muy bien.
-Oh vamos -dice ella con una sonrisa- qué te creías -sonrío-, estoy aquí, cómo no ibas a pasarlo bien, ¿eh?
-Creída -digo yo esta vez y ambos sonreímos.
Apoyo uno de mis brazos en el respaldo del sofá quedando así muy cerca del suyo.
-¿Puedo preguntarte algo? -me mira y asiento- ¿Alguna vez has hecho algo así? -dice y no logro entenderla.
-¿Algo así como qué? -pregunto y sonríe.
-Hablar con alguien por dm, darle el teléfono y al final estar de tan bueno rollo como estamos ahora? -la miro y me hago esperar. Rueda los ojos impaciente y no puedo evitar reírme- Cuando quieras, eh.
Mi mano está cerca de la suya encima del respaldo y no sé por qué, la acerco más y juego con sus dedos. A ella se le va la vista a ellos y no puedo evitar sonreír.
-No lo he hecho nunca -digo y me mira fijamente y, por curioso que parezca no aparta su mano de la mía- Pero es que tampoco me ha pasado nunca que tenga que correr una maratón en el centro comercial -digo recordando sus palabras- Y nunca en la vida he conocido a nadie que si le pregunto su nombre en un ascensor me sale con la típica conversación de qué buen día hace y mucho menos me compra unos pantalones así de la nada sin ni siquiera saber mi nombre -se ríe- Pero sobre todo -le digo- Desde que empezó todo esto nunca he podido bajar la guardia con ninguna persona y contigo esos minutos lo hice y -le sonrío- sentí que me había divertido como hace mucho tiempo no lo hacía, me divertí sin miedo.
Se acerca a mí y me abraza de imprevisto, al principio no sigo el abrazo pero segundos después le rodeo la cintura.
-Vaya -susurro- Parece que te ha gustado la respuesta.
Se separa de riendo y la imito.
-Sí -admite- Pero no te emociones porque si alguien me pregunta lo negaré de por vida.
Nos miramos fijamente y en silencio pero no dura mucho porque las voces de Jesús y María nos cortan ese preciado silencio. Están discutiendo, ¿qué les pasa? Vuelvo mi vista a Sara y ella se levanta para coger una silla y sentarse al lado de ellos, tardo en seguirla pero acabo haciendo lo mismo.