Me siento junto a Jesús en la mesa que está encima del escenario después de haber dicho unas palabritas a nuestras niñas y sobre todo recordando a todas aquellas que no han podido venir. Dios, qué ganas tenía de poder vivir todo esto con ellas.
Empiezan a hacer el sorteo para que ocho chicas puedan comer junto a nosotros y si por mi fuese comería con todas y cada una de ellas si pudiera, aunque la cena se alargase hasta el desayuno, me daría absolutamente igual.
Las afortunadas empiezan a subir y tanto mi hermano como yo nos levantamos para abrazarlas y darle dos besos a todas. Soy muy malo para los nombres pero creo recordar que la que está sentada justo a mi lado se llama Emma. Luego está Raquel, María -miro a Jesús al ver como sonríe al escuchar ese nombre y no puedo evitar sonreír yo también-, Ele, María José, Claudia, Violeta y Valme. Éste último no lo había oído en la vida pero es muy curioso. Nos sentamos todos de nuevo después de los abrazos que nos hemos dado, sonrío al ver lo nerviosas que están.
–Tengo un hambre que vamos –dice sonriendo Jesús– Voy a acabar mordiendo a alguna de vosotras –pronuncia y todas se ponen a reír.
–¿Hace mucho que habéis llegado al hotel? –pregunto mirando justo a la de mi lado, Emma.
–Unas horas –contesta feliz. Le coloco justo mi mano encima de la suya y me mira fijamente.
–Estáte tranquila –le digo y se sonroja– No mordemos –digo y todas se ríen– Bueno no puedo decir lo mismo de Jesús.
Mi hermano me da una pequeña colleja en la nuca y me paso la mano por ahí para calmar el golpe que acaba de darme.
–¿Y eso por qué? –le pregunto frunciendo el ceño.
–Por hablar mal de mi y por haber subido un vídeo a instagram sin tener en consideración a las demás princesitas –pronuncia y se escucha un "awwww" de todas las chicas de la mesa. Sonrío mirándolas, estoy feliz.
Las escucho hablar atentamente mientras nos explican un poco sobre ellas porque estoy seguro que de nosotros ya saben infinidad de cosas y que no hace falta que se las contemos. No borro la sonrisa de la cara al sentirlas tan cercanas a nosotros, si pudiera haría esto cada puto fin de semana. Nos traen los platos y no me corto, al igual que Jesús, en devorar el plato.
–Había hambre, eh –dice Valme entre risas y las demás le dan la razón.
–Un poco –responde Jesús y señala el plato de María– ¿Vas a comerte eso? – le pregunta a lo que ella niega y se lo da entre risas.
–Eres un bestia –le digo dándole un golpecito en el hombro.
–Eres un bestia –dice Jesús imitándome y todos nos reímos.
–Oye –las miro con una sonrisa en los labios– ¿Os podéis quedar con Jesús para dormir? –abren los ojos sorprendidas aún sabiendo que estoy de broma– Es un puto pesado que ronca por las noches y no hay quien duerma.