-María apaga el maldito teléfono si no quieres que te lo estampe en toda la cara -le digo mientras escondo mi cabeza debajo de la almohada.
-Pero si es el tuyo cacho de idiota -dice con la voz ronca- Dile a quién sea que te llame que no son horas.
Abro los ojos, muy a mi pesar, y me incorporo en la cama buscando a tientas el teléfono encima de mi mesita. Puñetera resaca, no voy a beber nunca más me prometo. Desbloqueo el móvil como puedo y miro quién es. Frunzo el ceño, ¿qué quiere a las doce del medio día sabiendo que salía de fiesta? Abro la conversación.
"Qué mala novia que no vienes a recogerme al aeropuerto." -me escribe y abro sorprendida los ojos. Mierda, no nos pusimos el despertador al llegar de fiesta. Mierda, mierda. Le doy unos golpes a María para que se despierte.
-María -le digo alzando la voz- ¡MARÍIAAA! -le repito.
-No me chilles, joder -dice quejándose- ¿Qué te pasa a ti ahora?
-Que no hemos ido al aeropuerto -le digo seriamente.
-¿Y qué quieres ir a hacer? ¿Ver salir aviones así sin más? -me pregunta escondiéndose bajo la sábana. Me río ante su comentario pero me río aún más al ver como se destapa porque se ha dado cuenta de lo que eso significa- Mierda -me mira seria- ¿Se habrán enfadado?
-No lo sé -respondo mirando mi teléfono.
"¿Te has enfadado?" -escribo a Dani y veo que segundos después está en línea y me está escribiendo.
"Que va, tonta" -me responde y sonrío- "Baja anda, que tu chico te está echando de menos y Jesús es un maldito pesado que se muere de ganas de ver a María."
"¿Y tú no te mueres de ganas?" -le pregunto ilusionada.
"Habíamos quedado que las ganas las traerías tú, nena."
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Se escuchan unos pies descalzos por el piso de arriba y sonrío, qué ganas de verla.
-Esa debe de ser Sara -me dice su madre mientras sigue limpiando- Siempre va descalza -me explica. Me levanto del sofá para acercarme a la entrada y Jesús me imita y me sigue. Decido no subir y la espero justo abajo, no puedo evitar tener esa sonrisa de tonto. Me muerdo el labio impaciente y segundos después la veo aparecer descalza con el vestido que se puso ayer cosa que hace que sonría aún más. Lleva unos pelos de loca tremendos y la pintura de los ojos un poco corrida. Baja sin pensárselo dos veces y se lanza a mis brazos cuando está a dos escalones de distancia de mi. Enreda sus piernas en mi cintura y la cojo por los muslos mientras que ella rodea mi cuello con sus brazos. Cómo la había echado de menos, pienso. Miro a Jesús de reojo y me guiña el ojo, sabe que soy la mar de feliz justo en estos instantes.
-Estás preciosa -le susurro y se ríe a dos centímetros de mi oreja.