Abrazo fuertemente a María sabiendo que es hora de irse y que la voy a echar de menos. Escucho como solloza en mi oreja y la separo de mi. La miro fijamente e intenta sonreír pero no le sale; acerco mis manos a su rostro para secar con mis pulgares las lágrimas.
-Eh -le digo e intento sonreír- En un par de días ya verás como no me echas de menos.
-No seas tonto Jesús -me dice sonriendo- No te has ido y ya siento que te estoy echando de menos -confiesa y sonrío sin poder evitarlo.
Me acerco a ella y apoyo mi frente en la suya, sonreímos cómo siempre hacemos cuando estamos así de cerca y una parte de mi siente que no quiere irse, siente que si lo hago algo -tarde o temprano- algo cambiará.
-Yo también te estoy echando de menos -admito y le doy un pequeño beso en la nariz- Te llamaré todos los días.
-¿Lo prometes? -me pregunta insegura.
-Claro que te lo prometo, nena -sonríe y me acerco a sus labios para besarlos una última vez. La beso con ternura sabiendo que eso es lo único que necesitamos y diciéndole en ese beso que nos quedan muchas cosas pendientes. Noto sus manos en mi pecho y me separo lentamente de ella. La miro con una sonrisa en los labios y me imita, ¿por qué es tan preciosa?- En el próximo viaje te llevo conmigo -le digo y sonríe aún más, como si eso fuera posible- No puedes hacerte necesitar tanto -le digo y me mira fijamente, tiene la mirada brillante. María me rodea la cintura con sus brazos y me abraza apoyando su mejilla en mi pecho. Sonrío sin que me vea; parece tan débil y frágil cuando se trata de nosotros, cómo si no le tuviese miedo a nada menos a lo nuestro.
-Te necesito -susurra y cierro los ojos- Así que más te vale volver de una pieza -sonrío intentando no llorar. No puedo, me lo prohíbo- Y espero que me traigas muchos regalitos -dice y se separa de mi con una sonrisa.
-Solo me quieres por eso -digo retándola- Por mi dinero -se ríe y yo acabo haciendo lo mismo.
-Si eso fuera así me habría ido con otro -dice mirándome divertida.
-Eso me ha dolido -digo acercando una de mis manos a mi pecho, a la zona del corazón.
-Eres un cuentista -dice riéndose. La miro fijamente mordiéndome el labio y rodeo su cintura con mis brazos.
-Te encanta este cuentista -le digo mientras noto como me rodea con sus brazos mi cuello.
-Puede -me susurra y veo como se sonroja lentamente. Me acerco a besar una de sus mejillas y me quedo ahí perdido más tiempo de lo normal. Me quedo ahí sintiendo que ese es mi sitio, sintiendo que por mucho que pasen los meses, siempre querré volver a él.
Y nos quedamos ahí, abrazados sin tener ganas de separarnos sabiendo que a cada minuto que pasa es uno menos para que yo me vaya.
************************
Miro fijamente como Jesús y María se despiden y, joder, parece que duele.
Una parte de mi quería pensar que las cosas podían ser diferentes, que no todo tenía por qué acabar mal y quería creer que hoy Sara estaría aquí para decirme adiós. Que vendría y me diría que me quiere, que me abrazaría deseando que pasaran rápido esos treinta días para poder volver a vernos. Y en cambio aquí me tenéis; sentado en uno de los asientos del aeropuerto, solo, sin ganas de irme y sin ganas de nada -para qué os voy a mentir- y sigo echándola de menos y sé que eso seguirá siendo así.
Ayer le hablé por whatsapp y solo tuvo valor de decirme:
"Que te vaya genial el viaje Dani."