10.

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Al entrar habían miles de niños corriendo, aunque al ver a mi madre todos salieron corriendo hacía ella y la abrazaron, me dio celos ellos tenían más amor de ella que yo de pequeña, sin embargo, me crucé de brazos para ver la escena y sonreí tiernamente al verla siendo ella con esos niños.

Bla: niños ¿Qué les parece si le muestran el edificio a mi hija Rocío? – todos voltearon a verme y corrieron hacia mí, un niño rubio ojos oscuros fue quién me preguntó -
Louis: ¿eres cómo la señora Blanca?  - lo miré sin entender -
Ro: ¿ y cómo es la señora Blanca? – me bajé hasta su altura para preguntarle -
Louis: buena gente y sonriente – sonreí y asentí -
Ro: sí, así soy yo también - asintió y me abrazó -

Nunca he sido de estar cerca de niños, sin embargo, en ese momento me nació ir con todos ellos hasta donde me llevasen, y así fue. Caminamos todo el edificio, cada sección, me enseñaron cada cuarto, el que vendría siendo el cafetín, muchos lugares, jugamos, corrimos, reímos, me sentí tan bien junto a ellos, por segundos veía a Blanca con una monja, pero no les presté mucha atención.

Bla: Hija ven – me pidió mi madre, me levanté y fui con ella -
Ro: si madre, ¿Qué sucede?
Bla: te presento a la madre superiora Victoria  Patrick – estrechamos las mano -
Vict: ¡Mucho gusto, Victoria Patrick!
Ro: ¡Rocío Fuentes! Es un placer – sonreí aunque ella se mantuvo seria en todo momento -
Bla: te presentaría a las demás madres pero no han llegado – miró su reloj - y en un rato nos vamos
David: Rocío – volteé para ver al pequeño moreno - ¿puedes contarnos un cuento? - sonreí -
Ro: claro que sí pequeño – alzó sus brazos y miré a mi madre -
Bla: que lo cargues hija – ella sonreía orgullosa -

Cargué a David, un pequeño moreno ojos claros precioso, ¿Qué madre podría abandonar a un pequeño tan hermoso? No entiendo la verdad, es un niño tan inteligente, tan capaz, tan hermoso, de hecho todos aquí son unos niños preciosos, ni contar de las niñas que son tan pilas, tan increíbles, tan perspicaces, cada niño es tan único.

Ro: Y el dragón llegó con su gran bola de fuego para querer acabar con el castillo, pero el príncipe luchó contra el y lo mató – todos los niños estaban casi dormidos -
David: ¿y la princesa? - sonreí -
Ro: la princesa al ver lo que hizo el príncipe, lo abrazó y le agradeció para luego darle el beso del verdadero amor y se casaron un tiempo después, fin. – cerré el libro de cuentos mientras noté que David se le cerraban los ojitos - Feliz noche pequeño príncipe
David: feliz noche bella princesa - susurró y se durmió - 

Caminé hacía mi madre mientras veía mi hora y me asombre al ver que eran las 9:10 de la noche, que rápido pasa el tiempo, cuando llegué hacía Blanca me presentó con las madres Daniela, Jordana, Kenya, Catherine, Sonya, a todas las saludé y me presenté con todo el respeto del mundo. Todo iba tranquilo, hasta que volteé y la vi llegar con una sonrisa preciosa, lo cual formaba unos hoyuelos perfectos y unos ojos marrones que enamorarían hasta al más pecador, suspiré.

Bla: Hasta que llegaste Julieth, te presento a mi hija Rocío - salí del trance al oír mi nombre y ella sonreía -
Jul: es un gusto ¡Julieth Ponce! – me dio la mano y las estrechamos -
Ro: Rocío Fuentes – dije como pude entre mi tartamudeo -
Jul: es un placer conocerte Rocío y Blanca espero la traigas otro día, me contaron que ella durmió a los niños – mi madre sonreía orgullosa -
Bla: claro que sí, ella va a volver conmigo – bajé la mirada y un altivo de sonrisa salió en mi rostro - Bueno nos vamos, hasta luego madres – nos despedimos de todas – Hasta luego Julieth – ella sonreía -
Jul: hasta Luego Blanca y hasta luego Rocío - me dio un beso en la mejilla y mis piernas por un segundo me fallaron -
Ro: hasta luego madre Julieth
Ju: solo dime Julieth, cariño – asentí y salí con mi madre -

Nunca sentí tanto con una mirada, mi corazón esta latiendo como si estuviera en una carrera de motos, maldición no, es una monja Rocío Aimee ¿Qué te sucede? No puedes estar pensando así de una monja, iba camino a casa sólo pensando en esos ojos marrones llenos de tanto brillo, de tanta vida y esa sonrisa con los hoyuelos más perfectos del mundo, no puedo volver hasta allí. Llegamos a casa y me despedí de Blanca para irme a acostar, entré a mi cuarto, me duche, me vestí con una pijama de seda y me acosté, cuando unos ojos marrones pasaron por mi mente, suspiré pesadamente, pensando que estaba loca sí seguía así, y en cuestión de segundos me quedé dormida.

Ella, mi salvación... Yo, su perdición Donde viven las historias. Descúbrelo ahora