26.

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Juancho: Jefa necesito ir a buscar a mi hija que va a hacer unas diligencias ¿me daría permiso?
Ro: ¿Ana Lucía? – ruego por dentro que sea Julieth –
Juancho: - sonríe – No señorita, Julieth, así que – ve un reloj que tiene en la muñeca – debo irme ahorita
Ro: - asentí tranquila aunque por dentro estaba feliz – vamos, lo acompaño – él sonríe –
Juancho: ¡Vamos!

Agarré mi abrigo y mi celular, caminamos hacía el carro, me senté en el copiloto con el señor Juancho y empezamos a charlar, mientras sonaba alguna canción en la radio. Allan me llamó avisándome que el imbécil de Samuel O’valley quiere una reunión para dentro de una hora, suspiré pesadamente y desgraciadamente acepté la reunión, más cuando llegamos al orfanato se me olvidó el mundo exterior, metí mi celular en el abrigo y caminé junto con Juancho hacía la entrada de aquel lugar donde nos reciben Jordana y Catherine les saludamos sonrientes y llegó Victoria quien por primera vez me saludó sonriente, fue raro, pero agradable.

Jul: Papá perdón el atra… - se quedó muda al alzar la mirada – atraso – susurró y trago saliva – Hola padre – lo saludó y lo abrazó – Hola Rocío – me sonrió y me dejó un beso en la mejilla –
Juancho: Bueno ya vamos que la señorita Rocío tiene una reunión importante – rodé los ojos y suspiré –
Vic: Hasta luego señor Juan – se despidieron –

Caminamos hasta el coche y le abrí la puerta trasera donde entré junto con ella y Juancho fue al asiento del piloto. Íbamos entretenidos hablando Juancho y yo, más Julieth siempre se mantuvo callada a pesar que yo la veía, no estaba distante era más bien que no estaba aquí.

Juan: ¿Señorita la dejo en el restaurante? – suspiro –
Ro: ¿Quisieras venir conmigo Julieth?
Jul: - volteó a verme – yo – se quedó pensativa – que sea buena la comida, por favor – me reí y asentí –
Ro: Aunque odio al dueño de ese lugar y no me gusta venir, admito que la comida es exquisita – asintió y nos bajamos –

Caminamos hasta el señor que nos diría de la reservación de Samuel, nos acompañó y nos dejó frente a aquel hombre que tanto me repugna, él alzó la mirada con una sonrisa que de inmediato se esfumó al ver a Julieth, volteé a verla y ella estaba aún más pálida que él, Samuel se levantó de la mesa y lentamente se acercó a ella, esto no me agradaba para nada.

Sam: Julieth – susurró tocando su rostro –
Jul: Suéltame – murmuró tan bajo que creí que no la escuchó –
Sam: Jul yo te he buscado hasta por debajo de las piedras ¿Dónde has estado todos estos años? – Julieth estaba muda y yo me sentía una cosa mal puesta entre ellos dos –
Jul: Dónde esté no es tu problema Samuel O’valley – se volteó para verme – sácame de aquí, por favor – me susurró y sus ojos apunto de romperse en llanto me partió el alma –
Ro: Vámonos – agarré su mano para salir pero Samuel agarró mi brazo –
Sam: Nuestra reunión ¿qué? – lo miré con ganas de matarlo –
Ro: Búscate otro abogado porque primero, todavía soy aprendiz y contigo no quiero hacerlo, segundo no quiero nada con los O'valley, menos contigo – me deshice de su agarre – Hasta luego O'valley

Caminé junto con una Julieth apunto de romperse y me di cuenta que Samuel era aquel amor por el cual ella se colocó el hábito y que ahora por mi culpa lo volvió a ver, respiré hondo al cerrar la puerta trasera derecha del carro y me subí del lado izquierdo, la miraba y hasta Juancho estaba preocupado.

Ro: Juancho llévanos al mirador que te conté una vez, por favor – él asintió –
Jul: Yo debería de ir a hacer mis diligencias – murmuró –
Ro: Vamos a ir cuando te calmes, yo te acompañaré – volteó a verme y negó más no dijo más nada –

Entrelace nuestras manos y en todo el camino ella estaba en otro planeta mientras yo me tomaba el trabajo de admirarla, detallarla y amarla más, Juancho me sacó de mis pensamientos al avisarnos que llegamos, le pedí que nos esperase y asintió tranquilo, salimos del coche y caminamos hasta el mirador que tanta paz me causa, Julieth no habló en ningún momento y yo tampoco le pregunté nada, más siempre se mantuvo apoyada en mi hombro mientras sus lágrimas se desbordaban, sabía que lo necesitaba, por esa razón ni me quise mover, nuestras manos estaban entrelazadas.

Una hora más tarde ella se había calmado, incluso su respiración ya estaba más pausada, más tranquila y volteé a verla, ella alzó la mirada y le sonreí de lado, es tan hermosa, sus ojos, nariz y mejillas estaban rojos de haber llorado, borré algunas lágrimas que aún le quedaban en las mejillas, suspiré profundamente y la abracé, ya era hora de irnos si quería hacer sus diligencias, le di un beso en la frente, aunque me moría por besarla, pero no era el momento, no para ella. Fuimos hasta el coche y salimos de aquel mirador para hacer sus diligencias, la acompañé a todos los papeleos que necesitó hacer, comimos y ya Julieth para el final del día había vuelto a ser ella, a sonreír y brillarle esos ojos cafés como me encanta.

Juan: ¿Le gusta mi hija? – lo miré sorprendida – no la conozco de años señorita, pero usted con su novia no es ni la quinta parte que como con mi hija – suspiré y sonreí embobada –
Ro: Me enamoré de su hija señor Juancho y sé que no esta bien porque es una monja pero es que mire – alcé la mirada para verlo – cuando esos ojos cafés brillan mis pulsaciones se aceleran, cuando sonríe y se forman esos hoyuelos hermosos mi corazón late tan rápido que a veces siento que me dará un ataque cardíaco – él se ríe – jamás quise tanto a una mujer como para estar detrás de ella, entenderla y esperarla, con ella – miro por la ventana – con ella me iría hasta el fin del mundo y la esperaría toda la vida – susurré –
Juan: ¿Y su novia? – respiré hondo y miré al señor Juancho –
Ro: No la he visto pero con ella voy a terminar señor Juancho, se lo prometo – él asintió mientras sonreía –
Juan: Llegamos señorita Rocío – asentí –

Bajé del coche feliz de haberlo aceptado en voz alta, y sorprendida que fue al padre de la mujer que me tiene así, Sandra estaba en la entrada de mi casa, cruzada de brazos y roja, sabía que estaba molesta y seguro Allan estaría peor, suspiré y entré a la mansión, ella entró detrás de mí y cerro la puerta para agarrar mis hombros y guiarme hasta la sala principal, me senté y ella preparó dos tragos.

San: Yo quiero que tú me expliques que sucedió con Samuel y porque mi padre esta súper molesto – se sentó en el sillón frente a mí y cruzó sus piernas –
Ro: Odio a Samuel O’valley y ahora más porque sé que ese imbécil fue el culpable de que Julieth sea monja
San: ¿Y por que eso te molesta? – preguntó en voz neutra y bajé mi mirada al trago que tenía en mis manos –
Ro: - me lo tomé de fondo blanco y me levanté del sofá – porque me gusta esa monja y después de saber la historia y que ese imbécil sea el culpable de su sufrimiento no quiero saber nada de los O'valley, porque incluso terminaré con Cinthya – me miró sorprendida – se acabó el tema Sandra y si tu padre me va a correr por seguir mis ideales pues lo siento, que me avise mediante a ti, que tengas buenas noches cuñada – me volteé y salí de la sala principal camino a mi cuarto –

No quiero imaginarme si ese imbécil volviese a buscar a Julieth, ya sabe que es monja, ya la volvió a ver, me quité el abrigo y me senté frente a mi escritorio, suspiré y cerré los ojos, mi celular sonó y me levanté para saber quien sería, era un mensaje, sonreí al ver el remitente, era Julieth Ponce.

Julieth Ponce: “Gracias por estar conmigo hoy en todo el día y quiero disculparme por lo que presenciaste, jamás imaginé volverlo a ver, no quiero que pienses que sentí algo por él, fue sólo la impresión y los 15 años donde pensé que jamás volvería a verlo" – respiré hondo y sonreí anchamente al leer el mensaje –

Ro: “Tranquila Julieth, yo te entiendo muchísimo pero quiero que sepas que siempre estaré contigo y si necesitas hablar estoy para ti, la hora que sea, descansa ahora y nos vemos otro día”

Bloquee el celular y me iba quitando los botones de la camisa para ir a echarme una ducha. Al regresar una hora después revisé mi celular y tenía un mensaje de Cinthya pidiéndome explicaciones sobre su tío, era el momento, le pedí que viniera a la mansión que debemos hablar y me dijo que estaba en 5 minutos aquí, era el momento para terminar lo que jamás debió volver a pasar, y menos ahora que sé lo que siento, acepté lo que tengo, acepté que me enamoré y aunque nunca tendremos nada, siento que no esta bien hacer esto, me acosté un rato en la cama. Cuando mi nana me avisó que Cinthya estaba abajo, respiré hondo, abrí los ojos y salí de mi cuarto camino a la sala principal donde estaba ella, mi madre y Mónica, rodé los ojos y les pedí que nos dejarán a solas, Cinthya está molesta y yo solo quería acabar con esto.

Ella, mi salvación... Yo, su perdición Donde viven las historias. Descúbrelo ahora