18.

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No cabía de la felicidad, por fin llegó el día en que el castigo acabó, Blanca apareció en mi cuarto en la mañana avisándome que ya no estaba castigada y en cuanto yo, se me fue hasta el sueño, saltaba de la emoción, me bañé en tiempo récords, me arreglé en tiempo récords y llamé a Rubí para esta noche celebrar mi libertad. Le pedí a Tom que me trajera mi moto, y a eso de las 12 del mediodía me la trajo. Mi corazón quería salirse de mi pecho al volver a ver mi bebé preciosa, mi hija, mi único amor, mi Harley Davidson, mi moto.

Mon: ¿Y esa felicidad hermanita? – se sentó en el sofá individual frente al que yo estaba –
Ro: ya no estoy castigada, ni andaré por ahí como modelo de Victoria secret’s regalando sonrisas – ruedo los ojos y mi hermana se ríe –
Mon: felicidades hermanita, te libraste de esa tortura, ahora pórtate bien por favor – me apuntaba con el dedo índice y me reí –
Ro: me portare bien – alcé una mano en señal de promesa y Mon asentía –

Rubí llegó y nos fuimos a tomar unos trago, lo sé son las 2 de la tarde, pero estoy tan feliz que lo necesito, a eso de las 4;15 de la tarde llegaron el resto de los chicos y decidimos hacer nuestra propia fiesta en casa de Santiago Ortiz, fiesta eso es lo que necesito para dejar de pensar en Julieth y sus malditos ojos cafés, sonrisa preciosa y hoyuelos perfectos, no puedo más me voy a volver loca.

Rub: hey ¿todo bien? – asentí eufórica –
Ro: obvio que todo bien ¡SOY LIBRE! – grité lo último y todos gritaron al unísono, pero sabía que Rubí no hablaba de eso –

Cuando me iba a responder llegó una chica y me tapo los ojos, digo chica por sus delgados y delicados dedos, me mordió el lóbulo de la oreja y eso sólo lo hacía una persona Samantha Stuart aquella rubia piernas largas que tenía a sus pies todo el estado, más no era mi tipo, aunque admito algo, es muy buena en la cama.

Sam: pero miren a quien tenemos aquí, a la mismísima Rocío Fuentes –  sonríe con picardía y yo sonrío de lado –
Ro: Hola Samantha Stuart, siempre es un gusto verte
Sam: Hola Rubí ¿Qué tal? – mi amiga asintió y sonrió falsamente – ¿podemos vernos más tarde en mi departamento o me vas a volver a rechazar? – lo pensé y me di cuenta que necesitaba apagar este fuego que siento por dentro, que no sé en que momento se encendió para ser sincera –
Ro: ¿Qué harás ahorita? – negó - vámonos – Rubí se cruzó de brazo, más no le sorprendió mi respuesta, en cuanto a Samantha me sonrió sensual –

Salí de aquel lugar con aquella rubia y nos montamos en su Mercedes Benz, en cuestión de minutos llegamos a su pent-house, como aquella vez no me puse a detallar aquel lugar fuimos al acto, las ropas volaban y cuando me separé de aquella rubia para verle los ojos, que eran marrones, la vi a ella, pero en vez de alejarme la besé con más fiereza como si no existiera un mañana, y volví a su sexo, para escuchar sus gemidos que luego se volvían gritos, hasta que subí y con dos dedos la penetre, al principio iba lento, para luego elevar mis movimientos e ir más rápido hasta que explotó con un grito y sus uñas se enterraban en mi espalda, Samantha había llegado al clímax, lo hicimos un par de veces más hasta que cayó dormida y me levanté lentamente para vestirme e irme a casa, después de estar lista volteé a ver a aquella rubia esbelta que estaba dormida boca abajo, suspiré pesadamente, y salí de aquel departamento, al llegar a la entrada del edificio, salí y busqué un taxi.

Antes de ir a casa le pedí al taxista que me llevará a un café, necesitaba urgentemente uno y bien cargado, al llegar le pedí que me esperará unos minutos, cuando entré a aquel café una chica me atendió, le pagué y espero por el café, volteé, grave error, venían las madres Catherine, Sonya, Kenya, la madre superiora Victoria y ella, Julieth Ponce, y recordé lo que hice hace poco con Samantha al ver sus ojos que los confundí con los de Julieth, tragué saliva y la chica que me atendió me chasqueo los dedos para avisarme que ya estaba mi café listo, rogué internamente que no me reconocieran y cerré los ojos fuertemente.

Cath: señorita Fuentes que placer verla por aquí – suspiré y sonreí al voltear –
Vic: hola señorita Rocío – la madre superiora siempre tan seria –
Ro: madres que gusto verlas, hola a todas – Julieth estaba seria y no dejaba de mirar mi cuello –
Son: bueno creo que la señorita quiere irse ¿cierto? – sonreí y asentí –
Ken: espero vuelva a ir pronto con su madre al orfanato, los niños siempre preguntan por usted
Ro: prometo ir pronto – asintieron y sonreí, cada una se acercó y se despidió de mí con un beso en la mejilla menos la madre superiora lo cual estrechamos las mano –
Jul: tan bella y se deja marcar el cuello – me besó la mejilla después de decirme aquello en un susurro y cerré los ojos fuertemente, salí de aquel café, maldiciendo –
Ro: maldición Samantha hoy tenías que dejarme marcas en el cuello, hoy tenía que encontrarme a Julieth, maldición – me subí en el taxi y me llevó a casa –

Al llegar le pagué y le agradecí el traerme, entré a casa y respiré hondo, cuando abrí los ojos vi una Rubí sin emociones, pero si cruzada de brazos, sabía que significaba eso, quería explicaciones lo sabía, y se las tenía que dar o nunca iba a salir de mi casa, subí a mi cuarto y ella caminaba detrás de mí pero no decía ni una palabra, al entrar al cuarto le conté todo y sus únicas palabras me dejaron paralizada.

Rub: ¿te gusta la monja? – ¿me gustaba? No, claro que no –
Ro: no – susurré –
Rub: ¿segura? – alcé la mirada y prosiguió a hablar – por favor Rocío Aimee ¿no te viste cuando bailabas con ella en esa fiesta de gala? – rodé los ojos y me crucé de brazos, negando lentamente – te brillaban los ojos, te conozco desde el colegio y ¿sabes algo?
Ro: instrúyeme Rubí – suspiró –
Rub: jamás te vi con ninguna mujer así, ¿tu maldecir porque te vieron una marca en el cuello? – se ríe – jamás y no me vengas que te dio pena porque es monja porque eres atea te recuerdo, Rocío te fascina esa monja y ese es tu shock, no lo quieres admitir porque uno. Te mataría Blanca, dos. Es monja, tres. Tienes novia, aunque esta última no te importa un carajo – suspiré pesadamente –
Ro: basta Rubí, no me gusta Julieth, punto final, voy a ducharme, necesito quitarme estas ganas de matar a Stuart – mi pelirroja se reía y salió de mi habitación dejándome sola con mis estúpidos pensamientos –

Me quité toda la ropa y al ver la tina llena, entré en ella, mis músculos lentamente se relajaban, y volvían mis tormentosos pensamientos, en donde ella era la protagonista ¿me gustaba una monja?

Ro: NO ROCÍO NO TE GUSTA, RUBÍ ESTÁ LOCA – me grité en voz alta y suspiré fuertemente –

Luego de un largo baño, me sequé y me puse un albornoz para buscar que ponerme, al ver el reloj eran las 11 de la noche así que decidí pijama, bajé y estaban mis padres y Mónica esperándome para cenar, después de tanto tiempo cenábamos solo nosotros cuatro como una verdadera familia, Blanca volvió a hablarle a Mónica esa noche y todo volvía a la normalidad, me sentía feliz por ello.

Ella, mi salvación... Yo, su perdición Donde viven las historias. Descúbrelo ahora