Narrado en tercera persona.
La guardia de la noche era dura. Las horas pasaban lento y los enfermeros transitaban una guardia sin pacientes. El jefe de guardia se acercó a los tres enfermeros que se encontraban haciendo papeleo. Gabriel, Esteban y Benicio más que aburridos ya estaban cansados. Demasiadas horas de trabajo pasaba factura en algún momento y tuvieron que fingir mas energía cuando el doctor se paró en frente de ellos.
— Basta de eso. Iré a descansar unas horas... Ustedes hagan un último control de pacientes, manden a los familiares a sus casas, ya saben que a veces aprovechan que no nos damos cuentan y se quedan aquí. — El médico lanzó un suspiro, agobiado. — La gente no entiende que lo único que logran al quedarse aquí, es traernos problemas.
Los enfermeros dejaron el papeleo y subieron a controlar a los pacientes mientras el médico se dirigía a la sala de descanso. Estaban terminando de controlar el área de obstetricia cuando el doctor Bernal entró al pasillo con aire nervioso. Miró a los tres muchachos y respiro hondo antes de hablar.
— Que bueno que los encuentro. Necesito ayuda de uno de ustedes...
Los chicos se miraron uno a otro.
— Estamos haciendo control...
— No es una pregunta. Necesito un enfermero y es urgente. — Soltó el doctor Bernal levantando un poco la voz.
Gabriel asintió hacia sus compañeros.
— Ustedes sigan controlando los pacientes, yo voy con el doctor.
Benicio y Esteban estaban demasiado cansados como para protestar. Se dirigieron al ascensor que los llevaría hacia el área de neurología en el segundo piso.
— Esto es una perdida de tiempo. Neurología es como un cementerio... — Soltó Benicio mientras estiraba los brazos por encima de sus hombros.
— Que el doctor Sosa no te escuche. — Respondió Esteban riendo mientras tocaba el botón del ascensor.
Salieron en silencio y como siempre, los recibió un pasillo blanco y silencioso. Si prestaban demasiada atención solo se podría escuchar el sonido de las máquinas conectadas a los pacientes, que anunciaba la presencia de vida en las habitaciones.
Era aterrador.
— Hagamos esto rápido. — Dijo Benicio en voz baja.
Parecía una ley tener que hablar en voz baja en aquel lugar. Comenzaron a inspeccionar habitación por habitación. Cómo lo esperaban, no se encontraron la gran cosa. Los pacientes ni siquiera sentían el sonido de la puerta.
Esteban estaba revisando por encima de su hombro el interior de una habitación donde un hombre en coma inducido esperaba por ser despertado en los próximos días cuando Benicio gritó de tal forma que le dió la sensación que podría incluso despertar al paciente que tenía en frente. Salió de la habitación alarmado.
— ¡Mierda! ¡Mierda!
— ¿Que pasa? — Preguntó.
Benicio se agarraba la cabeza y miraba para todos lados.
— ¡La señorita Larson! ¡No está en su puta habitación!
— No puede ser... — Soltó Esteban sintiendo pánico.
— ¡Hay que encontrarla con una mierda! ¡Un paso en falso y esa chica está muerta!
Ambos corrieron por el largo pasillo buscando a Malena mientras avisaban por su Biper a todo el hospital que se encontraban con un Código Ámbar.
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Mi maravillosa creación
Romantik¿Que harías si tú vida, que está destinada a una enfermedad miserable, se ve interrumpida, avivada y corrompida por un extraño muchacho de ojos verdes? Malena ni siquiera quería averiguar quién era realmente él. Su principal objetivo, era convencer...