Me suelto de su agarre de manera brusca.
— No te entiendo, me confundes.
— Si pudiera, te lo diría todo.
— Pero no lo harás. Entonces prefiero no preguntar más nada. — Finalizo.
Intento levantarme de su regazo pero él me rodea de la cintura con fuerza.
— Está bien. Si no quieres preguntar nada más, no lo hagas pero... ¿Puedo preguntar yo sobre tí?
Levanto las cejas perpleja. Supongo que no tengo problema en decirle nada, pero tengo que volver a mí cama antes de que vallan a revisarme a las 6 de la mañana. Finalmente le sonrío.
— Preguntame lo que quieras.
Comienza a preguntarme que me gusta, cuál es mi color favorito, que música es de mi agrado o incluso cual es mi comida favorita.
— Sé que suena un poco común pero amo con toda mi alma los tacos con salsa barbacoa que venden en el restaurante mexicano que está fuera del shopping del centro del pueblo.
Se ríe y levanta las cejas.
— ¡Yo también amo esos tacos!
Me río.
— Aunque yo prefiero los de cheddar — Finaliza.
— Si, son deliciosos. Siempre que tengo que venir al hospital, mamá me lleva a comer ahí cuando tenemos que volver a casa. Es como una forma de relajarme porque sabe que me preocupa venir aquí. Tengo muchos recuerdos malos en este lugar.
Asiente y se queda en silencio unos segundos.
— Me gustaría invitarte a una cita y llevarte a cenar ahí.
Acaricio su rostro y parece sincero.
— ¿Pero nunca lo harás verdad? — Adivino.
Se me queda mirando un momento.
— No puedo prometer nada, pero intentaré hacerlo lo antes posible.
Suspiro mientras me acomodo en su regazo y apoyo mi cabeza en su cuello. Él comienza a acariciar la cicatriz que se formó en mi cabeza por el reciente golpe. Cierro los ojos. Se siente bien.
— ¿Y si no salgo viva del quirófano?
— No me gusta pensar en la posibilidad de que pase eso porque sé que eres fuerte.
— Las probabilidades están en mi contra, pero al menos moriré intentando recuperar la vida que nunca tuve por esta enfermedad.
Me besa en la cabeza.
— Eres tan maravillosa y valiente.
Sonrío y me incorporo para besarlo. Sus labios se mueven sobre los mios y su rostro es suave bajo mis manos. Interrumpe nuestro beso y me quedo con ganas de más.
— ¿Puedo preguntar cómo te lo diagnosticaron? — Pregunta con cautela.
Asiento.
— Tenía 12. Era una niña normal, iba a la escuela, tenía amigas, mi cabello era larguísimo y me divertía. Un día estaba en clase y sentía que mi vista estaba fallando. Fui al baño a lavarme la cara pero entonces tuve un mareo y es todo lo que recuerdo de ese momento.
— ¿Que sucedió? — Pregunta.
— Me desmayé y me encontraron 10 minutos después. Mientras estábamos en el hospital días después, haciendo estudios, mis síntomas empeoraron. Cuando llegaron los resultados de los análisis y las tomografías, fue muy duro. El tumor era del tamaño de una frutilla para ese entonces.
Cierra los ojos y me doy cuenta que le entristece lo que le cuento.
— Con el pasar de los años pasé por distintos tipos de tratamientos, quimioterapia, radioterapia, tomoterapia e incluso tuve dos cirugías para reducir su tamaño.
— ¿Y la escuela?
— Hice la secundaria en casa con tutores privados y por internet por supuesto.
Suspira.
— Ese tumor te aisló por completo.
Asiento.
— Por eso estoy tan segura de esa cirugía. Todos sabemos que intentar con otra cosa sería como una perdida de tiempo ya que solo me quedan 6 meses y sinceramente yo prefiero morir que seguir viviendo así.
Se esfuerza por sonreír. Creo que ya se dió cuenta lo jodida que estoy.
— Además confío en mi doctor ¡El doctor Sosa es el mejor! — Le cuento.
Abre los ojos como platos y tensa la mandíbula.
— ¿El doctor Sosa? — Pregunta de golpe.
Frunzo el entrecejo, perpleja.
— ¿Conoces a mi doctor?
Traga saliva y niega con la cabeza.
— No, no... yo... recordé a alguien con el mismo apellido.
Frunzo los labios al sentir molestia. Es obvio que lo conoce pero no voy a molestarme en preguntar. Sé que no dirá nada. Decido cambiar de tema.
— ¿Qué hora sera? Perdí la noción del tiempo...
— Ya deben ser más de las 4... — Contesta mientras me besa en el hombro.
Me levanto de su regazo y pierdo el equilibrio por unos segundos. Benjamín me toma de la cintura y se levanta para que pueda sentarme yo.
— Quedate ahí, te ayudo a vestirte.
Supongo que es normal perder el equilibrio para alguien como yo. Miro a Benjamín traer mi ropa y luego me ayuda a vestirme. Él se pone su remera y ese tatuaje que tanto me gusta desaparece bajo la prenda.
— ¿Cuando volveré a verte? — Pregunto con cautela.
— Mi mejor amigo mañana estará con unos de sus padres así que no podré venir. Pero cuando me toque cuidarlo, vendré a verte. Solo esperame.
Mis ojos se humedecen mientras me pongo de pie. Benjamín se acerca a mi y me rodea la cintura con ambos brazos.
— ¿Lo prometes?
Asiente mientras apoya su frente contra la mía.
— Lo prometo.
Me besa de golpe y yo lo abrazo con fuerza. Cuando nos separamos me levanta en brazos.
— Te llevaré a tu habitación.
Sonrío y acomodo mi cabeza en su hombro mientras salimos de esta especie de oficina a la que me trajo. Sube las escaleras y camina por los pasillos con seguridad. Si antes tenía dudas, ahora estoy segura, él conoce el hospital. Reconozco el pasillo por el que está mi habitación. Me baja y quedamos frente a frente.
— Hasta aquí puedo llegar.
Asiento sin tener otra alternativa. Veo que su expresión se tornó sería y mira de reojo para todos lados. Me besa en la boca y luego se aleja unos pasos de mi. Me esfuerzo por no cortar la distancia que acaba de formar, abrazarlo con fuerza y no soltarlo nunca más.
— Te miraré hasta que entres.
Asiento nuevamente, sin poder decirle nada. Le doy la espalda y comienzo a caminar. Me siento que en este momento podría pasarme cualquier cosa, estoy desprotegida e incompleta. Me tiembla el labio por las ganas de llorar.
¿Por que Benjamín me hace esto?
Cuando llego a la puerta de mi habitación, trago saliva y me doy vuelta de golpe. Se me cae el mundo a los pies al ver que no hay nadie al final del pasillo. Se desvaneció en el aire como si de un fantasma se tratara. Se fue. Se marchó de nuevo.
Benjamín desapareció.
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Mi maravillosa creación
Romance¿Que harías si tú vida, que está destinada a una enfermedad miserable, se ve interrumpida, avivada y corrompida por un extraño muchacho de ojos verdes? Malena ni siquiera quería averiguar quién era realmente él. Su principal objetivo, era convencer...