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Estoy en la puerta de mi casa, abrazada a la bolsa de plástico que contiene las hojas para mamá. Inhalo profundo y luego entro por la puerta bien despacio, como si estuviera llegando de una fiesta a las 6 de la mañana. Todo parece tranquilo. Intento hacer el menor ruido posible.

Dejo las hojas encima de la mesa, luego voy al living y puedo ver qué mamá se dio cuenta de mi ausencia porque movió mi silla de ruedas. Estoy a punto de sentarme cuando aparece y doy un respingo.

— ¡Malena!

Me volteo sobresaltada y con los ojos abiertos como platos. Mamá tiene las mejillas cubierta de lágrimas y el teléfono en la mano.

— ¡Ya la encontré Joaquín, acaba de llegar! — Le suelta a mi padre por teléfono y luego corta.

Oh no, llamó a papá. Viene rápidamente hacia mí y me abraza. Cierro los ojos, agobiada. Cuando se aleja de mi, me toma de los hombros y veo que está enojada conmigo.

— ¡¿Donde carajos estabas?! ¡¿Tienes idea de lo preocupada que me pusiste?! ¡¿En qué carajos estabas pensando?! — Me grita, furiosa.

Me alejo de ella y luego camino hasta la mesa donde deje las hojas.

— ¿Podrías parar de gritar? Sólo fui a comprar las hojas que necesitabas.

— ¡¿Pero te volviste totalmente loca Malena?!

Y sigue gritando. Niego con la cabeza mientras largo un suspiro cansado.

— Voy a cumplir 19 años, puedo salir sola a la calle.

Me mira con los ojos abiertos como platos.

— ¡Perfecto, eres una mujer adulta e independiente! — El sarcasmo en su voz es terriblemente exagerado. — ¡¿Pero qué hubiera pasado si te hubieras mareado o hubieras sufrido un desmayo?!

Me harté.

— ¡Pues que pase lo que tenga que pasar, porque estoy cansada de no tener una vida!

La voz de mamá se suavizó.

— Puedes tener lo que tú quieras en esta vida, incluso una carrera, pero debes entender que no puedes ser así de descuidada. Tienes una enfermedad que con un simple golpe podría terminar con tu vida...

Me quedo en silencio. Mamá vuelve a hablar.

— No queremos perderte hija...

Me quedo en silencio un momento buscando las palabras indicadas.

— Solo fui a comprar unas hojas, deja de exagerar. Estoy bien, estoy aquí. Ya déjame en paz. — Le suelto antes de irme a mi habitación.

                                 ~•~

Al día siguiente.

Estoy castigada. Si. Suena horriblemente ridículo porque jamás salgo de esta casa. Pero si, estoy castigada. Papá salió antes del trabajo ayer y vino directamente a confrontarme. Grito y luego entristeció pero no me importó. Sigo pensando que exageran, aunque admito que papá es más comprensivo que mamá. Ella es la que exagera todo.

Al anochecer no deje mi ventana abierta. Estaba furiosa y pensándolo en frío... No iba a dejar que un extraño entrará a mi habitación en la noche. Es algo insólito. Además él no vino a verme cuando dijo que vendría y eso es suficiente para lastimar a alguien como yo. Y si, admito que estoy enojada con él pero de todas formas no iba a dejar la ventana para que él subiera (como sea que tenía pensando hacerlo) y entrará a estar a solas conmigo... ¿no? 

Mamá toca la puerta de mi habitación antes de entrar directamente y me saca de mis pensamientos.

— ¿Male? Jess está aquí.

Asiento sin decirle nada y luego Jess entra detrás de ella. Cuando mamá se va, mi prima se sienta a los pies de mi cama.

— Solo falta que te amarren a la cama.— Me suelta.

Me río sin ganas.

— Están exagerando...

Jess lanza un suspiro.

— Fue lo primero que me contó tu mamá cuando pasé por la puerta. Ella también está un poco aislada por cuidarte... Y algo así, para ella es como que llegues drogada de un antro. 

Alzó las cejas perpleja y por más loco que suene, tiene sentido.

— Haré que mamá venga a verla estos días...

Estoy de acuerdo con ella. Tal vez ver a su hermana gemela le haga bien. Espero que mi tía la haga entrar en razón y la convenza de que realmente exagera las cosas conmigo. Mi tía siempre fue la gemela flexible y alocada mientras que mamá era la gemela introvertida y estudiosa.

— A propósito ¿Por qué hiciste tal cosa de salir sola? — Preguntó Jess —¡Y sin tu silla de ruedas!

Lanzo un suspiro antes de contestar y siento como se me llenan los ojos de lágrimas.

— Siento que no tengo vida y ahora que tengo que la consulta con el médico estoy muy estresada y deprimida.

Mis palabras se mezclan con un sollozo.

— Mis padres están tan ocupados en mantener mi corazón latiendo que se olvidaron por completo que yo también soy una persona ¿Entonces para que voy a vivir, si voy a hacerlo de esta forma?

Jess se acerca a mí y me rodea con el brazo.

— Solo quería sentirme como una persona normal y sé que me arriesgue pero no me arrepiento de nada. — Suelto con seguridad.

Jess me besa en el pelo.

— No puedo decirte nada primor... Si yo estuviera en tu situación, conociéndome, haría cosas peores.

Ambas reímos sin ganas y luego siento el calor subir a mi rostro cuando recuerdo como Benjamín me confronto.

— Además... Si pudiera volver el tiempo, saldría de nuevo porque me pasó algo... — Le cuento con voz divertida.

Mi prima me observa perpleja.

— ¿Qué te pasó?

Le cuento que me encontré con Benjamín y como me confronto en el callejón luego de no aparecer cuando él me dijo que vendría a visitarme. Jess reaccióna de forma inesperada.

— Dime qué no dejaras la puta ventana abierta.

Niego con la cabeza pero no estoy segura.

— Male, ese chico no te encontró en la calle por casualidad, tampoco entró por casualidad. Creo que quiere robar este lugar.

Se me cae el alma a los pies... ¿qué?

— ¿A qué te refieres?

— Que no puedes confiar en él. Ni siquiera lo conoces.

Tardo en contestar.

— Es que... Hay algo en él. No puedo sacarlo de mi mente y no por que.

Jess pone los ojos en blanco.

— Sabía que esto pasaría y él también lo sabe. Quiere manipularte Malena.

Siento como aumenta la humedad en mis ojos nuevamente.

— Se aprovecha que nunca antes habías tenido una relación con un chico y quiere aprovecharse de eso para entrar aquí... O peor, para aprovecharse de ti.

Todo tiene sentido. Soy una pobre idiota.

Mi maravillosa creaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora