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— ¿Hija, necesitas que te traiga más abrigo?

Doy un respingo y volteo de golpe hacia mi madre. Al parecer se espanta y por un segundo creo que me vio mirar cómo degenerada a ese chico que acaba de pasar, pero no. Se arrodilla en frente de mi y toma mi rostro con ambas manos.

— ¡Malena! ¡¿Te sientes bien?! ¡¿Puedes respirar?!

Sus preguntas me toman por sorpresa. Abro los ojos como platos y comienzo a asentir frenéticamente.

— Tranquila mamá, estoy bien.

Ella se me queda mirando confunda.

— Es que... tienes las mejillas totalmente enrojecidas.

Entorno la mirada.

— ¿Como? — Me toco la cara y siento el calor subir a mi rostro. — ¿Mis mejillas?

Asiente.

— Estás totalmente ruborizada.

Me quedo callada un momento pero mamá no me da tiempo a responder.

— ¡Voy a tomarte la temperatura, seguro te subió la fiebre!

Me le quedo mirando mientras se va trotando hacia las escaleras. No tengo fiebre. Tengo vergüenza. Dios, soy una boba.

                               ~•~

Esa misma noche.

Cuando por fin mis padres se van a dormir, convencidos de que no tengo fiebre y pueda morir, me permito dejar fluir mis pensamientos.

¿Qué carajos me pasó hoy?

Por mas que lo piense no lo entiendo. Me cubro con mi frazada de plush hasta el cuello mientras observo mi techo donde pegué (más bien mi padre) luces de navidad blancas. No me gusta la oscuridad por completo así que dejo esas pequeñas luces tenues prendidas en mi techo. Sirven para alumbrar mi cama y dejarme conforme.

Miro hacia mi ventana ¿Y si lo pudiera volver a ver? Ese chico despertó no solo curiosidad en mi. Se movía como si supiera lo que iba a pasarme y se entretuviera con dejarme embobada con tal solo acercarse a mi. Cierro los ojos con fuerza sintiéndome tonta. Esa idea es totalmente ridícula y cualquiera que pueda escucharme tiene razones para reírse. Me río de mi misma mientras tapo mis ojos con una mano.

Pero bueno ¿que se puede esperar de una chica que ni siquiera dio su primer beso? Osea, todas las chicas de mi edad ya hicieron mucho más que dar un beso. Pero me falta mencionar un pequeño detalle de mi. Tengo cáncer. Y ese pequeño detalle, me robó tanto la libertad como la juventud.

Me pongo de costado mirando como la luz de la luna entra por las cortinas de mi ventana. Mi mamá intentó que socializara, mandándome a grupos de ayuda para poder hablar y tener una vida social... pero la mayoría de la gente que iba a esos grupos era mayor y yo tenía solo 14 años en ese entonces. Lo intente una sola vez y luego nunca más. Mi prima Jessica que tiene 2 años más que yo es lo más cercano que tengo a una amiga. Vive a 5 calles y viene a verme seguido.

Me cuenta sobre fiestas, viajes, sus otras amigas, chicos que conocé, chicos con los que se acuesta. A veces se da cuenta y piensa que voy a sentirme mal escuchando todo lo que me estoy perdiendo pero no es así. Para mí es mejor escuchar todo lo que podría estar haciendo... porque me dan ganas de curarme y nunca termino de perder toda mi esperanza. Mi doctor me dijo que había posibilidades de superar el cáncer y estirpar por completo el tumor.

Es arriesgado y las posibilidades son pequeñas, pero yo me apego a eso. Jessica decía, que todo en este mundo es posible y que los milagros pueden suceder cuando menos te lo esperes. Jamás olvidaré esas palabras aunque ella misma ya no crea que es posible para mí.

Vuelvo a reírme. Cuando le cuente a Jess lo que me pasó con ese chico está tarde, va a morirse de risa. Me acomodo entre mis almohadas y me quedo dormida de a poco, deseando que mañana pase por en frente de mi ventana de nuevo.

                                ~•~

Me despierto por la luz del sol que me golpea el rostro. Miro a mamá moverse por mi habitación luego de correr mis cortinas.

— Hora de despertar cariño.

Me siento en la cama de mala gana mientras asiento.

— ¿Como te sientes?

— Bien mamá, no te preocupes, puedo sola.

Siempre lo mismo con mi madre. Entiendo que estoy enferma y estoy muy delicada pero me gustaría que me diera más espacio y privacidad. Me levanto de la cama y comienzo a estirarme. No se porque, pero sin pensarlo estoy buscando mi mejor ropa en el placard. Me pongo un suéter negro corto, al cuerpo y una calza gris también ajustada que generalmente uso para salir.

Aunque soy bastante delgada noto que  está ropa resalta mis curvas. Me miro al espejo y mientras estoy cepillando mi cabello, me doy cuenta que estoy ojerosa y quiero maquillarme. Mientras me estoy pasando rímel, esa pequeña voz en tu cabeza que viene a decirte cosas que no quieres escuchar, aparece en mi cabeza.

¿Malena, realmente a quien quieres engañar? Te estás arreglando para ese chico de ayer.

Niego con la cabeza mientras reprimo una sonrisa. No es así. Sólo me gusta verme bien. Bajo a desayunar y cuando me siento en la mesa, mamá levanta las cejas.

— Okey ¿me perdí de algo? ¿A quién vas a seducir?

Intento fingir que no me importa y me encojo de hombros mientras me meto una cucharada de cereal con leche en la boca.

— Solo quiero verme bien.

Mamá me sonríe satisfecha. Cuando tengo estos pequeños momentos donde me siento una chica normal, por un segundo podemos sentir que no pasa nada.

Luego de desayunar mamá empuja la silla de ruedas al ventanal de nuestro living ¿Por qué mamá hace todo eso? Respuesta sencilla. No quiere que se me valla la vida mirando la tele o el celular y papá tuvo está mágica idea de traerme varias veces a la semana a mirar hacia la calle y "tomar aire."

Papá casi nunca está en casa para ver lo ridícula que me veo sentada en frente de esta ventana. Trabaja doble turno en su escribanía. Él es abogado y mamá traductora. A ella le tocó sacrificar su trabajo por mi. Sólo puede dedicarle medio tiempo.

Mamá abre los ventanales y mi corazón salta. Todo el tiempo que estuve sentada aquí, espere verlo. Pero eso, por lo menos hoy, no sucedió. Esa noche cuando me acosté, aunque sabía que era probable que no lo podría ver, me sentí muy decepcionada. Quería verlo de nuevo.

¿Pero como? Me estaba volviendo loca por alguien que ni conocía.

Mi maravillosa creaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora