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Estoy tendida sobre el pecho de mi chico. Con mi dedo sigo la línea de su tatuaje mientras él se estremece cada vez que mi uña roza su piel. Observo de reojo que entra luz tenue por la ventana. Pronto amanecerá. Mis ojos quieren cerrarse pero no quiero dormír.

—¿Aún despierta? —Pregunta con voz grave.

Asiento sin mirarlo.

—Ya debería irme...

Niego con la cabeza sin mirarlo. Se ríe. Se mueve despacio, me regala un beso en los labios y luego se sienta para comenzar a vestirse. No puedo permanecer callada.

—¿Cuando vendrás de nuevo? — Pregunto de golpe.

Siento nervios en mi pecho al ver que se queda tieso un momento y no se voltea a mirarme. Luego continua vistiéndose y tarda en responder.

—No se Male, depende de mi trabajo.

Frunzo el ceño.

— ¿Trabajas? — Pregunto perpleja.

Se voltea y me sonríe.

— Ya tengo 21, es una buena edad para tener un trabajo ¿No te parece? — Contesta despreocupado.

¡Alerta, alerta! ¡Tenemos una edad! Me grita mi subconsciente. Asiento intentando fingir tranquilidad. Intento seguir descubriendo cosas con la conversación.

—Así que tienes 21...

Asiente y se pone de pie dándome la espalda.

—Y tu 18.— Me contesta tomándome desprevenida.

Parpadeo frenéticamente y decido no preguntar nada ¿como carajo sabe eso sí yo nunca le dije mi edad? Observo como toma una mochila negra que estaba apoyada en la pared y recién noto. Siento que mis nervios van a matarme y me tiembla el labio. Ya no puedo aguantarlo más.

—¿No vas a decirme cómo sabes esas cosas de mi?

Las palabras salen de mi antes de que pueda detenerlas y aunque sé que posiblemente no me diga cómo lo sabe, quiero que sepa que estoy incomoda con eso.

—No, Malena Isabella Larson.

Se me cae el alma a los pies y de repente siento miedo. Abro los ojos como platos y él levanta una ceja despreocupado. Nunca, nunca pero nunca en mi vida, le dije a nadie que mi segundo nombre era Isabella. Ni siquiera a mi prima. Jamás lo menciono porque no me gusta ese nombre. Mi madre me lo puso por su gemela pero siempre sentí que no iba conmigo. Intento no explotar en irá pero es difícil contener los nervios y la rabia.

—¿Pretendes asustarme? —Suelto de golpe en tono duro.

— Baja la voz. —Me ordena en voz baja pero firme.

Nos quedamos en silencio mientras nos miramos fijo. Me siento en mi cama mientras me tapo mi desnudez con la sabana. Él lanza un suspiro y se acerca a sentarse a mi lado. Intenta acariciarme el rostro pero me aparto.

— Me madre siempre dice que un caballero no tiene memoria... — Me dice con voz suave.

Levanta su mano nuevamente y comienza a juguetear con mi cabello con sus dedos ¿Acaso intenta manipularme con el contacto físico?

—Pero la verdad es que nunca pude olvidarme de ti... Mi preciosa, mi dama en apuros, mi maravillosa chica pálida... Siempre pensé en todo lo que te diría cuando estuviera contigo para que al final, ahora no pueda decir nada sin asustarte.

Me aparto por segunda vez y él me deja hacerlo. Sonríe pero pero la sonrisa no le llega a los ojos. Benjamín se levanta de mi lado y se dispone a irse. Me levanto junto con él cubierta con una sábana blanca.

Por lo menos ahora sabes que tiene 21 años, un trabajo y una madre. Estamos avanzando. Me suelta mi subconsciente.

Abro la ventana y puedo notar como el cielo poco a poco se va tornando rosa con leves tonos de azul y lila. Nunca había visto el cielo así. Me le quedo mirando pensando que es muy hermoso y que no quiero morir para no vivir otro día y poder ver el cielo intentando conseguir el amanecer y dejando atrás la noche. Odio estar enferma. Benjamín me lanza ambos brazos por la cintura desde atrás y apoya su mentón en mi hombro.

—Es tan increíble...tan hermoso...— Suelto en un susurro.— Y es tan... tan...

—Maravilloso. —Termina mi oración. — Como tú.

Me volteo a mirarlo. La luz que entra por la ventana golpea en su rostro, hace que sus ojos verdes brillen y la brisa de la mañana mueve suavemente su cabello. Aparto la mirada. Él me rodea con más fuerza en sus brazos y me besa en el hombro. Saber que estoy profundamente enamorada de él y que lo amo con todo el ardor de mi alma, solo hace más difícil toda esta situación.

—Creo que debes irte antes de que comiencen a pasar vehículos más seguido. —Le advierto.

Asiente. Me obliga a voltear y quedar de frente. Intento no hacer contacto visual. Con esos ojos, estoy rendida a sus pies, simplemente no puedo resistirme y él lo sabe. Me agarra del mentón y me obliga a mirarlo.

— Si pudiera te daría todas las respuestas y mi vida pero hay cosas que no quiero que sepas.

— ¿Por qué no? Intentaré entender.

— Porque me arriesgo a que me odies.

Le sonrío nerviosa y luego acaricio su mejilla.

—Yo jamás te odiaría, eres el único que entiende mi dolor aunque yo no sepa mucho de ti.

Frunce sus labios y parpadea frenéticamente. Puedo notar que está dudando ¿Pero que es lo que oculta?

—La verdad es que no puedo. No es que no quiera... no puedo Male...

Me besa de golpe mientras me rodea fuerte con sus brazos. Se aleja de mi y puedo notar sus ojos cristalizados.

—Tengo que irme, se me está haciendo tarde.

Alzo las cejas ¿Que?

— ¿Tarde para que?

Niega con la cabeza e inmediatamente sé que no quiere decirme. Es desesperante.

—Voy a volver y también voy a buscar una forma de explicarte pero por favor intenta ser paciente.

Lanzo un suspiro y asiento. Él me sonríe con tristeza, me besa por ultima vez en los labios y luego se sube a la ventana. Una vez que veo como se mueve con cuidado por la cornisa que da a mi ventana y termina subiéndose a mi techo ayudado con las rejas de la casa contigua. Me le quedo mirando un largo rato al descubrir cómo llega a mi ventana. Llega por el techo ¿Pero por donde se sube?

Cierro la ventana y luego corro las cortinas. Camino hasta mi cama, me visto y me acuesto, ignorando que mi habitación está helada porque dejé demasiado tiempo la ventana abierta. Hundo mi nariz en la almohada y siento su perfume. Me gustaría que se quedara a dormir conmigo.

El cielo desde la ventana de Malena.

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